Una mañana, mientras las olas que se rompían en una remota costa colombiana espumeaban, una lancha a motor perturbó el murmullo indolente del mar. Sus pasajeros, una joven pareja de ciudad con muchos sueños y poco presupuesto, saltaron a la arena mojada, donde dejaron impresas unas huellas que muy pronto se acabarían borrando. Estaban ilusionados: al mismo tiempo que unos peones arrastraban pesadamente el equipaje a la casa, ambos se recreaban imaginando la vida de idilio que disfrutarían allí. 

A él lo llamaban J, y era uno de aquellos románticos idealistas que los años sesenta del siglo pasado nunca se cansaron de parir. Bebe mucho y sueña más, fruto de lo cual acaba convenciendo a su pareja para que le acompañe en una aventura que los apartará de la vida que conocen. 

Ella se llamaba Elena y es la Eva para el Adán que quiere ser J. Lo sigue en su empresa para construirse una vida en el paraíso y, sin embargo, nunca logrará entrar en sintonía con la tierra en la que a partir de entonces vivirá. Noche tras noche su carácter se agria, lo que la convierte en un personaje díscolo y rebelde frente al hombre que la ha arrastrado hasta allí. 

Tomás González (Medellín, 1950) es el autor de Primero estaba el mar, la novela donde ambos personajes cobran vida. El escritor colombiano se estrenó en 1983 con esta primera obra en la que el velo de lo paradisíaco se descorre lentamente, hasta que, al final, no queda otra cosa que la desalentadora vida real en toda su crudeza. 

Portada de la edición española de 'Primero estaba el mar' (Sexto Piso)

González es ya un autor con un larguísimo recorrido que le ha hecho merecedor de reconocimiento mundial. Considerado uno de los autores de mayor relevancia de latinoamérica, en España ha publicado la inmensa mayoría de su obra con Seix Barral. En 2023, la editorial Sexto Piso apostó por la reedición de La luz difícil, una de sus obras más conmovedoras que apareció originalmente en 2011.

Un año después, Sexto Piso ha decidido continuar homenajeando al autor colombiano, esta vez, publicando la historia de Elena y J, Primero estaba el mar, aquella obra con la que González inaugurara su abultada y exitosa carrera allá en 1983. 

Pregunta. Hace un año Sexto Piso nos trajo la reedición de La luz difícil, ahora, su primera novela, Primero estaba el mar, publicada originalmente en 1983. ¿En qué ha cambiado Tomás González como autor en esos 28 años?

Respuesta. Me parece que no he cambiado mucho. Cuando empecé lo hice siguiendo ciertos principios y tratando de alcanzar ciertas metas. Son los mismos de ahora, la única diferencia está en que ya soy consciente de ellos.

P. ¿Y como hombre?


R. Los cambios físicos corrientes. Hay menos pelo y no pocas coronas dentales. Y en lo espiritual, menos ilusiones. Esto ha traído una mayor contentura. No es paradoja. Es mucho lo que las ilusiones nos inquietan y nos hacen sufrir.
Hay algo que permanece igual mientras todo lo demás ha cambiado mucho, tanto que me hace pensar que tal vez no sea la misma persona. Las jerarquías de valores se transforman mucho también. Y las prioridades.

»En 2011 estaba más interesado en política, por ejemplo, de lo que estoy ahora. Hoy me interesa mucho más mi relación con la vegetación. Casi se me podría aplicar lo que dice Victor Hugo sobre uno de sus personajes: "Su postura política era la de amar apasionadamente las plantas, pero sobre todo la de amar los libros". A mí me gustan los libros, pero mucho más las plantas. Volviendo a la pregunta, pienso que siempre será un misterio por qué sentimos que somos las mismas personas. ¿Qué es aquello que en nosotros se mantiene igual, mientras todo lo demás cambia de manera dramática?

P. ¿Qué tipo de persona es J?

R. Alguien bastante inteligente, culto y muy inquieto que vivió en una época también muy inquieta. La guerra de Vietnam había disparado un cuestionamiento de la autoridad en todo el mundo y también en Colombia. Unos se volvían hippies, otros entraban a la guerrilla. El cuestionamiento ocurrió en todos los ámbitos.

»Se produjo una revolución musical, por ejemplo, y aquí tuvimos el Festival de Ancón, la versión colombiana de Woodstock. Mi hermano Juan estuvo allí. J era, pues, una mezcla muy compleja de hippie, literato, bohemio de viejo corte -de los que leen poesía en las borracheras así sea para ellos mismos- y al final, arrastrado por las circunstancias, empresario, negociante.


P. ¿Y Elena?


R. Una persona valiente, "guapa" decimos en Colombia, y ella lo era en los dos sentidos de la palabra, y llena de contradicciones. Le habría gustado tenerle afecto a la gente, a sus vecinos, y no pudo. Se pensaba libre como los hippies, pero le habría gustado ser millonaria. Habría preferido que sus vecinos le dieran el respetuoso tratamiento de "doña", cosa que nunca ocurrió, y no el más casual e informal de "seño". La audacia es lo que más me gusta de ella. No le tiene miedo a nada ni a nadie.

P. A lo largo del relato se siente una cierta indolencia entre todos los personajes, principalmente los masculinos ¿por qué? ¿qué papel cumple el alcohol, que es consumido tan recurrentemente, en esto?

R. No me parece que la indolencia esté presente durante todo el relato, por lo menos no fue esa mi intención. J y Elena llegan con muchísimo entusiasmo. La indolencia aparecerá más tarde, cuando se les vayan acumulando las desilusiones y los fracasos.

»Pienso que hay dos maneras de tomar alcohol. Una es hacerlo por alegría, por euforia, y en este caso, según mi experiencia, el alcohol no hace casi daño. En cambio tomar por tristeza o por sensación de soledad acaba a la gente, la destruye. J bebió primero por euforia y después por desilusión y soledad.

P. La naturaleza, ese supuesto paraíso, ¿es otro personaje? ¿cómo funciona?

R. Me cuesta trabajo definir lo que es la naturaleza. Los leones, por ejemplo, son parte de la naturaleza, pero ¿las ratas de los basureros de Bogotá o Nueva York y las cucarachas de las cocinas parisinas son naturaleza? ¿Y la flora gástrica? Yo diría que sí, pero entonces la respuesta se complica.

Tomás González. Foto: Camilo Rozo

»Mejor pensemos que J y Elena estaban cortos de plata para hacer realidad su sueño y, cuando se les fue acabando, el entorno empezó a sentirse hostil. Todo lo que no fueran ellos mismos se les volvió enemigo, el enemigo. El mar, la gente y la hermosísima selva. Una tragedia. Tan hostil empezó a sentirse el entorno que se convirtió para ellos en un ente maligno. Un personaje, sí.

P. ¿Por qué da la sensación de que la naturaleza "rechaza" a los protagonistas?

R. Es sólo una sensación. A la naturaleza, definida usualmente como "la totalidad de lo existente", le tiene sin cuidado la suerte de esos dos. Ni los acepta ni los rechaza. No le van ni le vienen. Es indiferente.

P. Aquella vuelta a la naturaleza de los protagonistas, ¿es un capricho burgués?

R. No estoy seguro de lo de burgués, por aquello de la insuficiencia de capital, pero sin duda no fue un capricho. Era algo que les venía de lo más profundo y que todos conocemos. Es lo que nos hace soñar con vegetación espesa y con las olas o con el lecho marino. Si alguna vez fuiste pez, siempre serás pez. Una vez mico arbóreo, siempre mico arbóreo. Los arrastró la añoranza.