Leonardo Padura

Leonardo Padura Daniel Hidalgo

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Leonardo Padura: "Del mundillo cultural no soporto la envidia escondida detrás de otras consideraciones"

Maestro de la novela negra y testigo de cargo de la realidad cubana más sangrante, acaba de publicar 'Ir a La Habana' (Tusquets), retrato de la ciudad pleno de amor, humor y nostalgia.

12 octubre, 2024 01:44

¿Qué libro está leyendo?

Ahora mismo releo La civilización del espectáculo, de Vargas Llosa. Sigue siendo muy actual y visionario, y me está preparando para entrarle con las neuronas calientes a Nexus, de Yuval Noah Harari, que parece ser cosa seria.

¿Cuál es el libro que más le ha 'autoayudado'?

Uf, qué difícil. ¿El Conde de Montecristo? ¿La montaña mágica? ¿El guardián en el centeno? ¿La insoportable levedad del ser? Son muchos los libros a los que le debo ayuda.

Si no hubiera podido ser narrador y periodista, ¿qué hubiese querido ser?

Siempre quise ser jugador de beisbol, pelotero, en cubano. Es el deporte más complejo y bello que existe.

Un acontecimiento histórico que le habría gustado vivir in situ. ¿Por qué?

La llegada de Colón a Cuba. Porque seguramente me habría quedado aquí para todavía seguir aquí.

¿Cuándo y por qué sintió que su vida y su obra estaban unidas indisolublemente a La Habana, esa mágica ciudad?

Debe haber sido con 4 o 5 años, cuando entendí la frase de mis padres “hoy vamos a La Habana” y sentí que ese periplo era una fiesta. Porque La Habana era una fiesta.

¿Qué sentimientos despierta en usted hoy La Habana?

Cercanía y ajenitud. La siento siempre conmigo por todo lo que me ha entregado y a la vez me parece que me rechaza con sus transformaciones que no han sido precisamente beneficiosas. Pero se impone el sentimiento de pertenencia, de saber que estoy en el sitio en que soy más la persona que soy, el lugar que me habla siempre en mi lengua y puedo (casi siempre) entenderla.

¿Cuál es su rincón secreto favorito de la ciudad?

No es secreto, no puede serlo: el Malecón. Ahí está toda la ciudad: los edificios, el mar, la gente, el calor, el color (azul), la certeza de que es el principio y el fin de todo.

¿Cuál es la serie que ha devorado más rápido?

No hay dudas: The Wire. Es la mejor y tuve la posibilidad de decírselo a su creador David Simon.

¿En qué película se quedaría a vivir y en cuál no aguantaría ni un minuto?

Viviría en Nos amábamos tanto, de Ettore Scola. Lo tiene todo: amor, inocencia, traición. Y no aguantaría La confesión, de Costa Gavras, sobre los procesos de purga de Praga.

¿Ha experimentado alguna vez el síndrome de Stendhal?

Muchas veces. Goya me lo provoca, Picasso no. Hace unos años lo tuve de manera muy palpable viendo caer la tarde desde el Monte de los Olivos y cómo el sol pintaba de naranja la muralla de Jerusalén.

Algo que ya no soporte del mundillo cultural.

La envidia que se esconde detrás de otras consideraciones porque no se atreve a presentarse como lo que en realidad es. Soy un blanco muy usado por esa actitud.

Una obra sobrevalorada.

La amiga estupenda de Elena Ferrante que, según una encuesta del NYT es ¡¡¡la mejor obra del siglo XXI!!!

Un placer cultural culpable.

Es una pregunta cabrona… ¿Releer mucho y por ello leer y explorar menos? Bueno, quizás eso solo sea manía de viejo y no un delito cultural.

¿La Inteligencia Artificial matará la creación artística?

No sé si la matará, pero puede herirla de gravedad. De hecho ya lo hace. Se escribe música para cine y series dándole claves y los productores se ahorran una pasta. Y va a ocurrir pronto con las traducciones. Quisiera saber cómo la IA traduciría una frase que usé en una de mis novelas: “El tipo explotó como Kafunga”. Si la IA entiende lo que dije, me hago amigo de ella.

España es un país…

Es mi segundo país. No solo porque tenga un pasaporte español desde hace 15 años sin ser nieto de españoles. Lo es por la lengua, la cultura, la tradición, la historia y porque me ha permitido ser el escritor que soy gracias a sus editoriales, periódicos, casas productoras, instituciones (Cervantes, Casa de América, etc.). Y porque no hay otro sitio del mundo donde se coman los callos, la fabada y el pescaíto frito como en España.