'El ángel del hogar (El triunfo del surrealismo)', de Max Ernst, 1937. Obra integrada en la exposición 'Surréalisme' del Centre Pompidou. © Vincent Everarts Photographie, © Adagp, Paris, 2024

'El ángel del hogar (El triunfo del surrealismo)', de Max Ernst, 1937. Obra integrada en la exposición 'Surréalisme' del Centre Pompidou. © Vincent Everarts Photographie, © Adagp, Paris, 2024

Letras

Surrealismo, 100 años de arte más allá de la razón: la historia del movimiento en siete hitos

  • El 'Manifiesto del Surrealismo', publicado por André Breton el 15 de octubre de 1924, inició una de las aventuras artísticas y literarias más importantes del siglo XX. 
  • Más información: El surrealismo está en todas partes
14 octubre, 2024 02:35

El 15 de octubre de 1924 André Breton publicaba en París el Manifiesto del Surrealismo, dando inicio a una aventura artística y literaria transcendental del siglo XX.

1. Bautismo

Fue Apollinaire quien acuñó el término. Hasta tres veces lo utilizó en 1917. Primero en una carta a Paul Dermée. Luego en el folleto del ballet Parade de Diáguilev. Y por fin en el subtítulo de su drama Les mamelles de Tiresias. Había sin duda algunos relámpagos de genuino surrealismo en el poema "Zona", pero Apollinaire entendía que surrealismo era casi todo: el hombre primitivo al sustituir las piernas por las ruedas ya estaba haciendo surrealismo.

Nada más surrealista, sin embargo, que la muerte del poeta: herido en la Gran Guerra, padecía unas fiebres letales cuando oyó entrar por la ventana el griterío de la multitud que exigía la muerte de Guillermo. Se referían al Kaiser alemán, ya derrotado, pero Apollinaire pensó que estaban pidiendo que se muriera él y preguntó a quienes le atendían por qué el pueblo de Francia exigía su muerte.

2. Ancestros ilustres

Al contrario que los futuristas, los surrealistas no pretendían abolir el pasado: necesitaban crearse un árbol genealógico con vestigios de su movimiento. Autores como Apollinaire, Pierre Albert Birot y Alfred Jarry son considerados avisos eminentes de la explosión surrealista, pero más atrás era imprescindible la reivindicación de la actitud de Rimbaud, "las correspondencias" de Baudelaire, los sueños de Nerval y, de forma destacada, la reivindicación de Lautreamont, de quien hicieron unas Obras completas que lo colocaron, después de años de indiferencia, en el canon de la poesía francesa.

Su aforismo sobre el encuentro fortuito en una mesa de disección de un paraguas y una mesa de coser, casi les sirvió como eslogan primordial de los presupuestos formales del movimiento, junto a ese otro que dice: "La poesía debe ser hecha por todos". Otro nombre imprescindible: el de Jacques Vaché, el poeta que afirmaba que la principal labor de un gran poeta es no rebajarse a escribir ningún poema y al que André Breton consideraría hermano mayor. También buscaron antecedentes en la pintura y fácilmente los encontraron: El Bosco, Goya, Arcimboldo, Odilon Redon entre muchos otros.

Caligrama de Guillaume Apollinaire.

Caligrama de Guillaume Apollinaire.

En cuanto a la filosofía, había dos nombres imprescindibles: Henri Bergson y Freud. Escribe Yves Duplessis en su libro El Surrealismo: "Todo Bergson resalta los límites de la inteligencia, que no puede actuar sobre el campo de la materia mientras que la intuición permite alcanzar la fuente misma del ser. Antes que Freud, llamó la atención sobre el sueño, la telepatía y otras manifestaciones antirracionales del psiquismo".

Tzara lo dijo más rotundamente: "El surrealismo nace de las cenizas de Dadá". O sea, la concepción radiantemente negativa de Dadá exigía su autodestrucción y de ese estallido nacería un movimiento nuevo de carácter positivo. Así lo constata Guillermo de Torre, que en Historia de las literaturas de vanguardia le dedica cien páginas al movimiento y en una de ellas se lee: "El superrealismo estaba en el aire y generalmente se olvida que el mismo nombre fue recabado simultáneamente por tres revistas distintas".

Se refiere a la revista de Ivan Goll, Surréalisme, a la de Paul Dermee, Le movement aceleré, y a la revista Philosophies de Pierre Morchange. El grupo de Breton no bajó al barro para discutir con los dos primeros, a los que consideraba compañeros de viaje, pero sí al tercero, a quien desde su "Oficina de Investigaciones superrealistas" le dijo: "Le advertimos que si vuelve a definirse como surrealista sin pedirnos permiso, seremos más de quince los que acudiremos a darle una paliza".

3. El vuelo de la psique

Desde que en 1909 Marinetti lanzase su primer manifiesto futurista, el manifiesto fue el método predilecto de los sucesivos movimientos de vanguardia. El surrealismo no podía ser menos, y el 15 de octubre de 1924 se publica el Premier Manifeste du Surréalisme en la revista Révolution Surréaliste. Breton, con pulso firme y frases incisivas, abomina de la mera observación de la realidad y destaca la filiación de sueño y vigilia defendiendo el uso de la escritura automática como forma de expresión idónea para imitar el funcionamiento del pensamiento.

La psique se expresa sola, si se la deja, no hace falta ningún psicologismo explicativo: la aventura consiste en que se vaya revelando el misterio del ser que atesoramos en el inconsciente donde, hasta la llegada del surrealismo, no parece que quisieran llegar las palabras. El Primer Manifiesto es una especie de prosa poética en la que se combina el lirismo con el ensayismo, el arrebato con la reflexión. Nada que ver con los manifiestos donde se dogmatiza una estética.

Portada de la revista 'Surréalisme', en la que se publica el primer Manifiesto.

Portada de la revista 'Surréalisme', en la que se publica el primer Manifiesto.

La parte más humorística se encuentra allí donde Breton, después de estudiar velozmente a Freud, de llamar género inferior a la novela, de ponderar lo maravilloso, de cantar la locura, decide apropiarse de la palabra surrealismo y la define así, antes de dar una lista de autores que fueron parcialmente surrealistas (Sade era surrealista en su sadismo y Reverdy era surrealista en su casa): "Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar tanto verbalmente como por escrito o de cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, con exclusión de todo control ejercido por la razón y al margen de cualquier preocupación estética o moral".

4. Surrealismo en España

En el Primer Manifiesto Breton da la alineación de quienes han hecho profesión de fe del SURREALISMO ABSOLUTO (las mayúsculas son suyas). Ahí están Aragon, Soupault, Eluard, Péret… Serían las voces. Luego vendrían los ecos. El éxito del Manifiesto lo hace expandirse y obtener seguidores, imitadores, hinchas en todas partes. Raro es el idioma o el país en que el surrealismo no hace escala y gana adeptos. Su alcance, sin duda alguna, es mayor que el de cualquiera de los ismos que le precedieron, tanto en el espacio geográfico como en el tiempo de duración.

España, naturalmente, fue de las primeras en hacerse eco, con indudable fortuna. Aragon anduvo por aquí en 1925 y es mítico el viaje surrealista a las Canarias de los años treinta. Después de la aventura ultraísta se dio una especie de llamada al orden que nos volvió a formas clásicas –de la composición popular de Marinero en tierra, de Alberti, a la recuperación de Góngora que es médula de la Generación del 27–. Pero lo cierto es que se supo combinar los fuegos de la vanguardia con la serenidad del clasicismo sin mayor problema.

José Bergamín, con su punta de mala leche, habló de un "surrealismo codorníu" para explicar la influencia del movimiento en España donde poetas como Alberti, Aleixandre, Hinojosa, Cernuda, Laffón, Prados y Altolaguirre, entre otros, fueron tocados por el surrealismo.

Remedios Varo: 'Modernidad', 1936.

Remedios Varo: 'Modernidad', 1936.

En pintura la nómina puede ser igualmente copiosa: entre los surrealistas con carnet estaban Óscar Domínguez y Remedios Varo, escultores como Ángel Ferrant y cineastas como Buñuel. En 1929 ingresa oficialmente en el grupo Salvador Dalí, que habría de ser una de las cotas del surrealismo a pesar de que también fue una de sus víctimas (ya que a partir de cierto momento André Breton ejerció de autócrata puro y por razones políticas o estéticas o personales empezó a expulsar a miembros del movimiento).

Otra de las cotas, esta vez poéticas, saldrá póstuma y también tiene que ver con Bergamín, que fue el encargado de que se publicara la pieza mayor de la escuela poética: Poeta en Nueva York de Federico García Lorca.

Mención aparte merece el grupo canario, compuesto por Agustín Espinosa, Emeterio Gutiérrez Albelo, Pedro García Cabrera, Eduardo Westerdahl, Domingo Pérez Minik y Ramón Feria. Entre sus obras están algunas de las piezas más importantes del primer surrealismo español. Por ejemplo, la novela Crimen de Espinosa; por ejemplo, el poema "Enigma del invitado" de Albelo.

5. Buñuel y la censura

El gran nombre del surrealismo español es Luis Buñuel. Empezó queriendo ser poeta y repartió algunos poemas en diversas publicaciones: tenía intención de recopilarlos en un libro que habría de titularse Un perro andaluz, y estaban empapados de imágenes irracionalistas, torpedeo de la retórica poética, osadías. Después de la conferencia de Aragon en la Residencia de Estudiantes se fue a París, donde no solo quedó conquistado por la atmósfera de los surrealistas sino también por un canal de expresión que para sus ambiciones mejoraba a la poesía: el cine.

En sus memorias confiesa que solía ver tres películas diarias. En Madrid, Giménez Caballero le propuso colaborar con el cineclub de La Gaceta Literaria, donde proyectó todo el cine que producían las vanguardias. Le gustaba recordar una frase de Artaud según la cual lo mejor que había producido el surrealismo hasta el momento era la primera película de los hermanos Marx, Animal Crackers.

Fotograma de 'Un perro andaluz', la película de Luis Buñuel más emblemática del surrealismo

Fotograma de 'Un perro andaluz', la película de Luis Buñuel más emblemática del surrealismo

No hace falta insistir en que dos de los hitos fundamentales del cine de vanguardia son sus películas Un perro andaluz, firmada con Dalí, y La edad de oro. Para la primera invirtió las 25.000 pesetas que le dio su madre y su éxito fue tal que permaneció durante nueve meses en cartel en el Studio 28. El grupo surrealista lo aclamó como uno de sus más radiantes talentos.

La realización de La edad de oro lo distanció de Dalí, que se sintió traicionado –a la vez que Buñuel culpaba a Gala de tener demasiado extasiado al pintor–. La película tuvo esta vez repercusiones violentas: grupos de extrema derecha atacaron el cine donde se proyectaba y la censura francesa la prohibió y requisó todas las copias de la película, que apenas podía verse en sesiones que organizaba la Condesa de Noailles, financiera de la cinta.

6. Apertura feminista

A pesar de que uno de los puntos del manifiesto fundacional del futurismo clamaba por el desprecio de la mujer (frase casi siempre mal entendida: lo que ahí pedía Marinetti era atentar contra el papel pasivo –o mejor dicho, la falta de papel– de las mujeres en la poesía y el arte), no hubo antes de los seísmos vanguardistas presencia femenina tan cuantiosa en ningún movimiento estético.

La lista podría ser muy larga si juntamos los distintos idiomas y vamos de Leonora Carrington a Valentine Penrose pasando por Nahui Olin, Hope Mirless o Maruja Mallo. La pintura de esta última ha de considerarse como hito fundamental de nuestras vanguardias. Pero acaso el nombre más destacado sea el de Remedios Varo, que empezó trabajando en publicidad e instalada en Barcelona se adhirió al grupo logicofobista y compartió estudio con el pintor surrealista Esteban Francés.

'Cadáver exquisito', de Dalí,  Breton, Gala y Valentine Hugo.

'Cadáver exquisito', de Dalí, Breton, Gala y Valentine Hugo.

Los logicofobistas apostaban por tratar de trasplantar a lo pictórico estados del alma, hurgar en el inconsciente y atrapar imágenes que agrandaran la realidad precisamente porque era imposible encontrarlas en la realidad. En 1937, Varo viajó a París junto a Benjamin Peret, y ante la inminente llegada de los nazis, se exilió en México, de donde no regresaría.

En París, antes del desastre, participó de algunas performances surrealistas; su favorita era escribirle una carta de amor a un desconocido, para lo cual escribía la carta, después tomaba la guía telefónica, copiaba un nombre y una dirección y enviaba el texto. Algunas de sus obras se expusieron en las antológicas surrealistas que a finales de los 30 se hicieron en Tokio, París y Ámsterdam.

7. La represión interna

André Breton no admitía la más mínima disidencia en el grupo, a pesar de tener a la libertad por una de las condiciones esenciales del surrealismo, así que resolvía cualquier discusión con expulsiones intempestivas. El grupo oficial fue menguando en cuanto a la potencia de sus personalidades. El Segundo Manifiesto Surrealista politiza el movimiento y en él se excomulga nada menos que a Joseph Delteil, Antonin Artaud, Philippe Soupault, Robert Desnos, Georges Limbour, Ribemont-Dessaignes, André Masson, Roger Vitrac y Francis Picabia… Los acusaba de falta de simpatía por el comunismo –vertiente trotskista–.

Obra de Man Ray en nº 1 de la revista 'El Surrealismo al servicio de la revolución', 1930.

Obra de Man Ray en nº 1 de la revista 'El Surrealismo al servicio de la revolución', 1930.

El título de su revista de los años 30 es definitivo: El Surrealismo al servicio de la revolución. Dalí fue una de esas víctimas. En 1938, otro año fundamental por la gran exposición de Surrealismo Internacional celebrada en París, Breton firmó junto a Trotski y Rivera un manifiesto por un arte revolucionario.

Tras la guerra el surrealismo siguió tiñendo voces, atrapando con su hipnosis a poetas, pintores y cineastas. De todos los ismos de las vanguardias heroicas de principios de siglo, fue el único que se las arregló para encadenar generaciones y llegar hasta nuestros días.

Espiral surrealista

Hasta el 13 de enero el Centro Pompidou de París celebra una de las exposiciones más deslumbrantes de la historia del movimiento: Surréalisme. Arquitectónicamente diseñada como una espiral, en su centro el Manifiesto del Surrealismo irradia su legado en trece salas que iluminan el periodo de 1924 a 1969. En España tendremos el privilegio de disfrutarla, ya que vendrá en febrero a la Fundación Mapfre de Madrid.