Ensayo

La forma de lo bello

Remo Bodei

28 febrero, 1999 01:00

Traducción de Juan Díaz de Atauri. Visor. Madrid, 1999. 172 páginas, 1.500 pesetas

Es difícil hacer un tratamiento actualizado y ágil de un tema clásico y el autor lo ha logrado en su conjunto, añadiendo una útil bibliografía que ayuda a su ampliación. Nos hallamos ante una magnífica iniciativa editorial que ahora aparece en castellano

Este volumen es el primero de un Léxico de Estética dirigido por Remo Bodei y que constituye una colección integrada por tres secciones conectadas temáticamente: hay unas Palabras clave de Estética que se estudian luego en su aplicación a El sistema de las artes y que se completan con los Momentos de la historia de la Estética. En principio se trata de un planteamiento clásico en torno a las categorías centrales de una disciplina, su aplicación y su historia. Pero los libros no están concebidos desde un enfoque erudito sino como tratamiento breve y ágil de problemas, que deja la puerta abierta a ulteriores investigaciones. Es verdad que no estamos ante el lamentable ejemplo de una historia de "ideas" estéticas sin historia y sin ideas, a las que nos tienen acostumbrados los manuales al uso. Y, sin embargo, en este libro se echa de menos una contextualización social e histórica en el tratamiento de lo bello. En general, dedica más espacio al paradigma clásico que a los avatares contemporáneos, si bien empieza y acaba con su crisis. Por eso, en determinados momentos se tiene la impresión de que la forma de lo bello es lo bello de la forma. Aunque, en realidad, se trata de un difícil problema de equilibrio expositivo y afinidades electivas en un tema tan amplio y problemático.
La crisis, por exceso de salud, de la Estética en el esteticismo ha llevado hoy a revisar las categorías tradicionales, pero seguimos funcionando con ese lenguaje. No es cierto, como se afirma en la presentación editorial del libro, que lo bello sea la categoría central de la Estética, pero sí un ingrediente esencial de su historia. Y tiene razón Bodei al afirmar que la crisis de definiciones no debe hacernos caer en un relativismo estéril, siendo por ello muy aconsejable ese viaje narrativo que nos propone. Al final hay más experiencia y conocimiento, "sensibilidad", para enfrentarse a los fenómenos de lo estético en cualquiera de sus manifestaciones. Desde que con Baumgarten se caracterizó como "conocimiento sensible" la Estética ha tenido que ver ya más en el siglo XX con el conocimiento y la verdad que con la belleza. De hecho, el giro hacia el arte que se observa a mediados de los años 30 ha convertido a la Estética en una teoría de la sensibilidad del presente. Pero también planteamientos como el de Jauss han advertido de la necesidad de recuperar el goce estético de lo bello, frente a posturas ascéticas anteriores.
El recorrido de este viaje nos muestra no sólo a qué llamamos bello sino también cómo lo llamamos. La concepción clásica, en el modelo que el autor prefiere llamar pitagórico, lo ha asociado a la moralidad y a la medida. El paradigma clásico de lo bello encuentra uno de sus puntos culminantes en la trinidad de los trascendentales en la Edad Media: lo verdadero, lo bueno y lo bello como predicados máximos del ser. Que experimentarán una crisis en la modernidad a través de sus contrafiguras, lo feo, lo falso y lo malo. Y también de la ampliación de los sentidos. Por otra parte, la disociación entre belleza y proporción, hace que su consideración ya no sea "objetiva", sino "subjetiva" o del "gusto". Se advierte también una crisis de la ejemplaridad de lo bello como apariencia platónica de la idea y como símbolo de la moralidad en Kant. Hasta llegar a la época actual en que lo bello se inserta en lo cotidiano a través de la técnica en los procesos de estetización que actúan compensatoriamente frente al desencanto weberiano del mundo. Los momentos más logrados de este ensayo se sitúan en las fronteras de lo bello, en lo sublime y lo feo. No es el tema central, pero otra vez queda fuera del análisis el lado oscuro de lo sublime como elemento de deshumanización frente al consabido tópico de la dignidad del hombre. Por el contrario, está muy bien esbozada la contraposición de lo bello y lo feo. De un máximo alejamiento platónico se llega a una metamorfosis de esas categorías en Baudelaire para acabar consagrando la primacía de lo feo en Adorno. Es la doble herencia de una tradición platónica y plotiniana de ascenso a la divinidad, pero también de descenso de ella en una pasión y muerte de Cristo que difícilmente puede ser reflejada en las formas clásicas de la armonía. Y así lo feo, que empieza siendo una privación de ser acaba siendo la plenitud de un ser privado de ser que es el hombre. El siglo XX ha hecho suya en la estética una categoría fundamental que es la del sufrimiento. Muy oportunamente señala Bodei citando a Adorno: "¿Qué quedaría del arte si apartase de sí la memoria del dolor acumulado?". Se abre así toda una nueva perspectiva del siglo XX que queda sólo apuntada, y fuera la estética de lo bello en las nuevas tecnologías. Hay huecos históricos importantes que, por otra parte, Bodei conoce bien como es el caso del Programa sistemático más antiguo del idealismo alemán. También falta el análisis del paradigma de la obra de arte total. Es difícil hacer un tratamiento actualizado y ágil de un tema clásico y el autor lo ha logrado en su conjunto, añadiendo al final una útil bibliografía que ayuda a su ampliación. Por todo ello, las anteriores observaciones en modo alguno significan una crítica que desmerezca una magnífica iniciativa editorial.