La invención de la paz
MICHAEL HOWARD
24 octubre, 2001 02:00¿Cuántas veces ha oído o leído que la intervención antiterrorista en Afganistán representa una nueva forma de hacer la guerra?
Para justificarlo le habrán explicado que estamos ante un conflicto "asimétrico", donde el más débil utiliza aviones comerciales o armas biológicas para intentar doblegar la voluntad del poderoso; que el principio de "disuasión" no puede funcionar, porque el enemigo está dispuesto a morir; que la inteligencia es fundamental, porque sólo llegando antes se puede evitar la acción terrorista; que aunque la guerra en Afganistán sea relativamente corta, el conflicto contra el terrorismo requerirá de muchos años, de un gran respaldo diplomático y de una acción constante sobre los gobiernos para evitar el desarrollo de movimientos políticos islamistas que actúen como "caldo de cultivo" para los grupos terroristas; que el trasfondo de la crisis va más allá de la cuestión palestina, de la tensión entre ricos y pobres... que lo que Bin Laden busca es la purificación del Islam, liberándolo de la influencia de Occidente y de gobernantes corruptos. Un conjunto de elementos de muy distinto tipo que caracterizan un conflicto internacional, cuya resolución ha requerido del uso de la fuerza.Pero, ¿alguna guerra se pareció a la anterior? Desde luego ha habido similitudes y podemos hablar de períodos en los que el uso de la fuerza se ha realizado de forma similar. Sin embargo, cada guerra es básicamente un hecho distinto, expresión de unas circunstancias determinadas. En primer lugar, el uso de la fuerza sólo se puede comprender entendiendo que es una manifestación de una o varias sociedades, por lo tanto de unas "culturas", dotadas de valores y percepciones de la realidad. La guerra es tan natural a la sociedad y al estado como la alimentación o la enseñanza. En segundo lugar, y precisamente por su componente social, es un hecho histórico, que evoluciona adaptándose a nuevos entornos y condiciones.
El conocimiento que hoy tenemos del hecho social e histórico de la guerra debe mucho a uno de los grandes académicos de nuestro tiempo: Michael Howard, catedrático en el King’s College de Londres, en Oxford y, finalmente en Yale. Su obra representa un extraordinario y fructífero esfuerzo por entender cómo y por qué el hombre decide usar la fuerza para defender sus intereses y cómo se fue gestando, a partir de la Ilustración, la idea de que la paz era posible, pues los Estados podían resolver sus diferencias pacíficamente desde el derecho.
Como él mismo reconoce, este pequeño y ameno trabajo no supone una gran aportación a lo escrito en algunos de sus libros anteriores, como War in European History (1976) o War and the Liberal Conscience (1978) Es una versión ampliada de la Lección Inaugural que impartió en la Anglo-American Conference of War and Peace celebrada en julio de 2000. Pero, en estos tiempos de confusión tras los atentados terroristas del 11 de septiembre, el inicio de las hostilidades en Afganistán, el riesgo de desestabilización de algunos estados islámicos y los primeros casos de guerra bacteriológica, representa una excelente introducción para adentrase en la reflexión sobre el hecho de la guerra y su ansiada superación.
La Ilustración nos aportó el reto de la racionalidad: el dotar a nuestro comportamiento y a la organización social de un fundamento lógico sustentado en valores aceptables por el conjunto de la sociedad. En este marco se planteó la superación de la guerra, entendida como expresión de un orden caduco o de gobiernos o sociedades poco desarrolladas. Desde entonces hasta hoy son muchas las páginas escritas sobre el tema y muchas las energías empleadas en llevar a la práctica este ideal. Michael Howard realiza un excelente análisis de los orígenes de este proyecto, de las dificultades que ha encontrado a lo largo de su camino y de las exigencias que en nuestros días tiene la imposición de un orden internacional que garantice la paz. Escrito antes de declararse la guerra contra el terrorismo, las páginas de Howard tienen una extraordinaria actualidad, por cuanto insiste en la necesidad de unos valores y un lenguaje común para dar fiabilidad a los acuerdos entre los estados, una de las carencias más graves en la actual sociedad internacional.