La aparición de la sexualidad
Arnold I. Davidson
18 marzo, 2004 01:00Arnold I. Davidson. Foto: Diane Brentari
Arnold I. Davidson vive entre Chicago, en cuya universidad es profesor de Filosofía, y Florencia. Ha traducido a Pierre Hadot y a Gilles Deleuze. Entre sus libros figuran títulos como La filosofía como forma de vida (2001). Ha editado volúmenes sobre Foucault, Pierre Hadot y diversos temas relacionados con la filosofía y la medicina (con especial atención a la psiquiatría), a cuya relación ha dedicado multitud de artículos, sin olvidar la teología, otra de sus preocupaciones. Es editor de la revista Critical Inquiry.
El subtítulo de este volumen, "La epistemología histórica y la formación de conceptos", informa mejor de su contenido que el propio título. Aunque Davidson comience el prólogo a la edición española diciendo que "Somos nuestra sexualidad" -algo discutible y que motivó la ruptura entre Freud y Jung en la segunda década del siglo XX-, lo cierto es que este libro es una fina, compleja y articulada reflexión sobre el razonamiento.
Los ocho artículos que componen este volumen, más dos prólogos y un apéndice, aparecieron a partir de 1990 en distintas revistas especializadas pero, no obstante, encajan entre sí y mantienen el hilo argumental. Lo que Davidson muestra es cómo a comienzos del último tercio del siglo XIX se produce un nuevo estilo de razonar sobre las enfermedades que transforma el sistema conceptual existente hasta ese momento en torno al papel de la sexualidad humana. Este nuevo estilo de razonar, en realidad todo un nuevo sistema conceptual, es lo que permite la aparición de un nuevo concepto como el de perversión sexual para referirse a la homosexualidad, el masoquismo, el sadismo, la bestialidad, el fetichismo o el hermafroditismo. El cambio en el estilo psiquiátrico permite pasar del estilo anatómico de razonar sobre las enfermedades de carácter sexual, basado en criterios anatómicos, a un ámbito de investigación en el que lo importante ya no es el sexo sino la sexualidad.
La noción de perversión, utilizada como señala Davidson, con posterioridad a 1870, sirve muy bien a los intereses del autor cuya meta está situada en un terreno muy labrado por Foucault, al que Davidson dedica el libro, y cuyo centro de gravedad es el de la relación entre la historia y la filosofía de la ciencia. De lo que se trata en estas páginas es de intentar averiguar cómo el saber se transforma para hacer plausibles las condiciones que hacen posible distinguir entre verdad y falsedad.
Al echar mano de la noción de perversión Davidson recurre, como no podía ser de otro modo, a la Psycopatia sexualis de Krafft-Ebing, publicada en 1893, y a Tres ensayos sobre teoría sexual de Freud, que ve la luz en 1905. Ambos libros, junto con el de Havelock Ellis de 1897, Estudios en la psicología del sexo, marcan la transformación de lo que hasta entonces se entendía por perversión y, más allá, por sexualidad.
Sin entrar ahora en la ambigöedad del adjetivo perverso, algo sobre lo que Davidson pasa de puntillas, y volviendo a lo que es la preocupación central del autor, que no es otra sino aclarar en qué consiste el saber y averiguar las condiciones que permiten "comprender como verdaderos o falsos diversos tipos de enunciados", conviene señalar el sistema básico de referencias en el que se apoya Davidson.
Ya hemos indicado que Davidson toma materiales de un psicoanálisis que discurre desde Freud a Lacan. Asimismo la filosofía de la ciencia en torno al Hilary Putnam de finales de los setenta, que se pregunta por la naturaleza de la verdad, está muy presente. A todo esto hay que añadir la riqueza de la escuela historiográfica de Carlo Ginzburg como toma de luz conceptual. (El libro de Justo Serna y Anaclet Pons Cómo se escribe la microhistoria es un verdadero abrelatas para entrar en el complicado meollo de Ginzburg). En el horizonte, un Foucault que como Davidson no encaja fácilmente en las categorías académicas habituales. Estamos en definitiva ante un libro que impacta de modo significativo en varios campos del saber.