Image: Quo vadis Europa?

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Ensayo

Quo vadis Europa?

Guillermo de la Dehesa

2 diciembre, 2004 01:00

Foto: Archivo

Alianza. Madrid, 2004. 231 páginas, 17’80 euros

Guillermo de la Dehesa aborda en este excelente libro la creciente divergencia en las sendas de crecimiento de EE. UU. y la Unión Europea. El Producto per cápita europeo, antes de la última ampliación, es un 30 por ciento inferior al norteamericano.

Además, dicha magnitud crece más rápido en EE. UU. que en Europa. De seguir con la actuales velocidades, la disparidad será del 40 por 100 en doce años. En la Cumbre de Lisboa, en 2000, se diseñaron reformas para salvar dicho desfase, pero los resultados son aún insatisfactorios, principalmente por razones políticas que nacen del complejo engarce entre la autoridad supranacional europea y los poderes nacionales.

No es fácil sintetizar, como hace De la Dehesa, las causas de la divergencia interatlántica. En este libro se muestra cómo la productividad total de los factores y la intensificación -la relación entre capital físico y trabajo- de la producción mejoraron, en términos relativos, en Europa respecto a Estados Unidos, durante los últimos treinta años. Pero en los últimos siete años, la tendencia se ha invertido. Hoy la productividad total de los factores es doce puntos porcentuales mayor en Norteamérica que en Europa.

Además, la aplicación de la población a la actividad económica, sobre todo de las mujeres y de los tramos de edad superiores, y el número de horas trabajadas, son mucho más elevados en Estados Unidos, con el agravamiento del progresivo envejecimiento de la sociedad europea. También las condiciones de la inmigración son allí más favorables: Estados Unidos, durante la última década, ha absorbido, y se espera que lo siga haciendo, el doble de inmigrantes que la Unión Europea. En el caso norteamericano, la emigración hispana es más homogénea desde el punto de vista cultural que la africana o asiática que llega a Europa.

En Estados Unidos, el gasto en educación superior representa el 3 por 100 del Producto Interior Bruto, del cual el 1’6 por 100 es privado. En Europa, dicho gasto sólo alcanza el 1’5 por 100 del PIB, con un 0’4 por 100 de aportaciones privadas. Hoy se considera que la formación general de los jóvenes -no la limitada a una especialidad tecnológica- tiene una influencia considerable en el aumento de la productividad, por lo que, según recoge este libro, la inversión en educación secundaria y terciaria, con flexibilidad de opciones, y un mayor énfasis en la formación general, ayudarían a cerrar la brecha entre los niveles intercontinentales de productividad. Todo ello tiene que ver con la rigidez de los mercados europeos. En cuanto al esfuerzo inversor en tecnología de información y comunicaciones, entre 1992 y 1999, fue un 55 por 100 mayor en Estados Unidos que en Europa, mostrándose mucho más dinámico el avance en este campo, sobre todo gracias a las empresas privadas. Estos son sólo dos de los factores que influyen poderosamente en el aumento de la productividad total. Se precisan cambios en los sistemas de inversión y de producción, y también en la voluntad social de Europa, para hacer verdad el paso de la retórica a los hechos. Sin renunciar al ideal europeo de solidaridad, dichas exigencias resultan imprescindibles y urgentes.