Ensayo

La tierra es plana. Breve historia del mundo globalizado

Thomas Friedman

16 febrero, 2006 01:00

la caída del muro marca la llegada de la tierra plana

Martínez Roca. Madrid, 20006. 495 páginas, 23’50 euros

Muchos de los libros que se publican sobre la globalización parecen escritos por discípulos de Jeremías. Resulta refrescante leer uno escrito por un discípulo de Colón. Jeremías era un profeta llorón, pero no le faltaban motivos para ello, porque profetizó la destrucción de Jerusalén.

Sus discípulos actuales no parecen tener el mismo don profético, pues es bastante probable que el balance de la globalización termine siendo muy positivo. ésta es la tesis del influyente periodista Thomas Friedman en La tierra es plana. Colón fue lo suficientemente audaz como para intentar comprobar que la tierra era redonda y ello le llevó a América. Friedman no ha descubierto un continente nuevo, pero ha encontrado una expresión impactante para referirse a la radical transformación que se está produciendo en los últimos años: la tierra es plana. Con ello quiere decir que se está construyendo a escala mundial un terreno de juego bien nivelado, en el que individuos y empresas de muchos países pueden competir en igualdad de condiciones. Dos fechas simbólicas marcan el advenimiento de la tierra plana: el 9 de noviembre de 1989, en que cayó el muro de Berlín, y el 9 de agosto del 95, en que Netscape comenzó a cotizar en Bolsa. En pocos años se han producido los fenómenos que han transformado el mundo. El hundimiento del comunismo en el antiguo bloque soviético, el retorno de China a la economía de mercado y la liberalización de la economía india condujeron a la incorporación al mercado mundial de millones de personas altamente capacitadas.

Ello ocurrió en el mismo momento en que la combinación de los PC, el interfaz Windows y los módems permitió una intercomunicación global sin precedentes. Luego vinieron los navegadores, empezando por Netscape, el tendido masivo de cables de fibra óptica, facilitado por la burbuja de las empresas puntocom, los programas para el flujo de trabajo (workflow software) y otras innovaciones que Friedman describe. El resultado de todo ello puede verse, mejor que en cualquier otro lugar del mundo, en Bangalore, la capital india de la informática y de la subcontratación de servicios. Las entrevistas de Friedman con empresarios y trabajadores de Bangalore dan muestra de un envidiable espíritu emprendedor, pero su tesis es que ello beneficia no sólo a India, China y demás países emergentes, sino al mundo en su conjunto. La convergencia del talento de individuos de numerosos países, que espoleados por la competencia global trabajan en conexión gracias a las nuevas tecnologías, ofrece incontables posibilidades de progreso global, como lo indica Friedman con numerosos ejemplos.

Miles de millones de personas han quedado sin embargo al margen de los beneficios de la globalización, incluso algunas que viven a pocos kilómetros de Bangalore. Nuestra obligación es ayudarles y Friedman, severo crítico de las prácticas monopolistas de Microsoft, no escatima el elogio hacia la excelente iniciativa que ha puesto en marcha la Fundación Gates. Y también hay quienes utilizan las posibilidades de la tierra plana con un propósito negativo, como ocurrió el 11-S. En breves páginas Friedman ofrece un certero diagnóstico de la enfermedad que aflige hoy a las sociedades musulmanas, a las que un sentimiento de humillación empuja en una dirección autodestructiva. Estamos ante un bestseller mundial que merece serlo, muy bien traducido al español y al que sólo cabe reprochar un excesivo número de páginas.