La generación del 14. Una aventura intelectual
M. Menéndez Alzamora
26 octubre, 2006 02:00Arriba, de izda. a dcha., Zubiri, L. Recassens y J. Gaos. Abajo, María de Maeztu, Ortega, J. Zaragöeta y García Morente
Los jóvenes españoles no acudieron a aquella guerra pero la conciencia generacional era muy viva desde los comienzos del siglo XX, después de que el desastre de 1898 exacerbara las demandas de renovación moral y política que se encerraban dentro de ese concepto vago, pero muy difundido desde los años finales de siglo XIX, que era el de regeneracionismo. En esa tarea descollaron los nombres de Miguel de Unamuno -una especie de farero de la vida intelectual española, voluntariamente recluido en su finisterre salmantino- y de Joaquín Costa que, en los primeros años de siglo, realizó una intensa campaña para movilizar resortes muy diversos -intelectuales, republicanos, clases neutras- en su afán de lograr un cambio profundo de la vida española.
Pero el líder de aquellos jóvenes españoles y el que formularía la llamada generacional sería José Ortega y Gasset, para el que Vicente Cacho acuñó la expresión "teenager del Desastre". En una carta a Unamuno, de comienzos de 1904, Ortega se describía a sí mismo como "un muchacho de veinte años, que abrió los ojos de la curiosidad razonadora al tiempo de la gran caída de las hojas de la leyenda patria". La imagen de Cacho estaba también inspirada por la lectura de textos de Paul Bourget en torno a Ernest Renan y el cataclismo francés en Sedán. Frutos iniciales de ese liderazgo orteguiano serían las revistas "Faro" (1908-1909) y "Europa" (1910), títulos muy reveladores de los propósitos que las animaban.
Las llamadas generacionales de Ortega se hicieron especialmente intensas a partir de 1913, después de su segunda estancia en Alemania y de su fugaz ilusión con los republicanos reformistas de Melquíades álvarez. A comienzos de ese año, Ortega escribiría unos artículos en "El Imparcial" ("Sencillas reflexiones" y "Competencia") en los que convocaba a sus coetáneos para instaurar la democracia, a la vez que aceptaba a la Corona como instrumento de modernización. La llamada sería aun más resonante en la conferencia "Vieja y nueva política", que pronunciaría en marzo de 1914.
La denominación inicial que Ortega había propuesto para su propia generación -"Generación de 1898"- no prosperaría por la interferencia de Azorín, que la utilizó para denominar a los escritores de su propio grupo. El término de "generación de 1914" no iniciaría su propia singladura hasta que la propusiera Luis de Olariaga en unos artículos de 1925 en El Sol. Con ella se describía a un grupo, la mayoría de ellos universitarios, decididamente empeñados en la europeización de España a través, sobre todo, del establecimiento de lazos firmes con la ciencia y la cultura europeas. Iniciativas como la de la revista "España" (1915-1924), serían el mejor escaparate de las propuestas de este grupo generacional, que se volcó también en proyectos de renovación pedagógica como fueron la Junta para Ampliación de Estudios, la Residencia de Estudiantes, o el Instituto Escuela, que estaban inspiradas por la Institución Libre de Enseñanza. Esas empresas estarían, por supuesto, en el origen de la profundas propuestas de reforma que se intentarían llevar a cabo a partir de 1931, tras la implantación de la segunda República.
Todo ese proceso aparece detalladamente descrito en este excelente libro que procede de una tesis doctoral realizada con extremo rigor y que, ahora, se presenta de una forma muy grata para el público que quiera contar con una guía eficaz para seguir una aventura intelectual fascinante.