Cánovas y la derecha española
José A. Piqueras
20 noviembre, 2008 01:00Cánovas, por R. Madrazo
José Antonio Piqueras es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Jaume I (Castellón), especialista en historia social y, en particular, en la historia de Cuba durante los últimos años de la dominación española. En el libro que comentamos, se ocupa de la biografía de Antonio Cánovas del Castillo (Málaga, 1828-Santa águeda,1897) -el político más importante de la época de la Restauración en España e historiador de la decadencia española en el siglo XVII- y de la memoria y la vinculación que las diversas derechas españolas han tenido con el personaje, desde el momento de su asesinato por un anarquista italiano. También ofrece una serie de consideraciones sobre cuestiones variadas que, en muchos casos, solo tienen una relación remota con los dos temas anteriores.El autor parece dominado por un afán acusador: contra quienes han atribuido méritos excepcionales a Cánovas, contra la pretensión del Partido Popular de José María Aznar, en los años finales de la pasada década, de conectarse con Cánovas como representante de una tradición liberal. También contra numerosos políticos, intelectuales e historiadores a los que, igual que a Cánovas, acusa, en definitiva, de venderse -por decirlo claramente- a cambio de dinero o poder.
La biografía de Cánovas no descansa en nuevas fuentes, o en la lectura de las obras o los discursos del político malagueño, sino en estudios ya publicados, en los que cuida mucho de elegir aquellos testimonios que avalen sus tesis, mientras que silencia los que las contradicen. Por ejemplo, reproduce las críticas que hicieron al Cánovas político algunos contemporáneos suyos, como Francisco Silvela o Juan Valera, pero no cita los elogios que ambos le tributaron. Y en cuanto al Cánovas historiador -objeto de mitificación, según Piqueras- destaca que no se recoja la valoración extraordinaria que de él hizo una autoridad indiscutible en el tema como fue José María Jover, que el autor conoce bien. Los juicios altamente positivos sobre Cánovas procederían así, según Piqueras, de "un coro de aduladores".
El autor no es original en su poco aprecio por Cánovas que, naturalmente, siempre ha tenido sus detractores. Tampoco lo es en su infravaloración del carácter liberal del pensamiento y la obra de gobierno de Cánovas, de acuerdo con una corriente interpretativa que se inició con José María Pemán, en la Dictadura de Primo de Rivera. Pero ésta es una corriente minoritaria. Como queda patente en el libro, a lo largo del siglo XX, la inmensa mayoría de la derecha integrista y fascista rechazó a Cánovas por liberal, y la inmensa mayoría de los que se consideraron liberales tuvieron a Cánovas por uno de los suyos.
La pretensión del Partido Popular a finales de los años noventa -especialmente con motivo del centenario del asesinato de Cánovas, en 1997- le parece a Piqueras un ejercicio de hipocresía. Es verdad que las tradiciones si no se "inventan", como quería Hosbsbawm, al menos se construyen -tanto por la derecha como por la izquierda- con aquellos elementos que se consideran más afines. ¿Y no es mejor que la derecha española actual trate de situarse en línea de continuidad con el lejano pasado liberal -y con uno de sus principales representantes, como es Cánovas-, en lugar de buscar sus raíces en la derecha más próxima en el tiempo, autoritaria y exclusivista? Es como si Piqueras en lugar de "aceptar al adversario" -como muchos piensan que hizo Cánovas-, tratara de fabricar al enemigo.
Por último, el autor se ocupa de múltiples cuestiones históricas, instituciones e individuos con gran desenvoltura -y no siempre con un conocimiento suficiente de los datos o una correcta interpretación de los mismos-, y de temas historiográficos cuya finalidad principal, a veces, parece ser un ajuste de cuentas con otros representantes de la profesión, que tal vez no interesan a la mayoría. Un considerable esfuerzo, en suma, el que ha realizado José Antonio Piqueras cuyo valor como análisis histórico resulta fuertemente lastrado por su unilateralidad, intencionalidad política, presentismo, y afán de denuncia.