Tres poetas de sus vidas
Stefan Zweig
20 noviembre, 2008 01:00Stefan Zweig, por Gusi Bejer.
No, no estamos ante unas "vidas noveladas", por más que así se afirme en la contraportada de este libro. Otros trabajos de Stefan Zweig (1881-1942) sí merecen esa etiqueta: antes de su trágico final, el autor vienés conoció no sólo la fama del autor de éxito, sino también algunas de sus servidumbres, y entre ellas figuraba la necesidad de publicar libros de erudición ligera, destinados a un público amplio. No es éste el caso de Tres poetas de sus vidas. Los tres ensayos que contiene este libro son tres tomas de temperatura de otros tantos tonos vitales, respecto a las cuales el autor no puede dejar de tomar partido. Si a esto añadimos que lo que tienen en común los personajes (Casanova, Stendhal y Tolstói) es que los tres han escrito sus propias autobiografías, y que las tres constituyen otros tantos hitos del género, tenemos que esa implicación personal de Zweig en la cuestión que trata no puede dejar de acusar la influencia de sus objetos de estudio; y que el conjunto de opiniones propias con las que el autor confronta las de sus biografiados constituye, a su modo, un autorretrato del propio Zweig.Que estamos ante un trabajo personal, y no ante un mero ejercicio erudito, queda claro desde el prólogo, un penetrante ensayo sobre el género autobiográfico y sus condicionantes, en el que se dilucidan las prevenciones con que hay que abordar el carácter "testimonial" de esta clase de escritos, y el grado de discernimiento que se necesita para calibrar su valía. De hecho, Zweig es consciente de que los tres ejemplos que ha elegido son consumados mentirosos: lo es Casanova en su desfachatez carente de fondo moral; lo es Stendhal en las manipulaciones a las que ha de someter al propio personaje autobiográfico para hacer aflorar esa complejidad psicológica que constituye su mayor preocupación; y lo es Tolstói en su pretensión de presentarse como gran chivo expiatorio de la causa moral que quiso encarnar en su madurez. Ninguno de estos tres grandes impostores, parece decirnos Zweig, lograría cautivarnos si sus mentiras no fueran las necesarias añagazas con que se presenta una verdad mayor. La superficialidad sensualista de Casanova, el ensimismamiento egoísta (o "egotista") de Stendhal y el yo desmesurado de Tolstói anticipan otras tantas facetas que el hombre contemporáneo ha aprendido a reconocer como suyas precisamente porque autores como los mencionados desbrozaron el camino del conocimiento de la propia interioridad.
Zweig no tiene reparo en medirse con quienes representan o anticipan los distintos modelos del hombre moderno. El resultado ya lo conocemos: la ola totalitaria que lo empujó a Brasil acabó infundiéndole la desgana vital que lo llevó al suicidio. Pero antes dejó escritas unas cuantas valientes lecciones de humanismo liberal. Y una de ellas, quizá la más honda y personal, es la que contienen estas páginas.