Image: El arte de matar. Cómo se hizo la guerra civil española

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Ensayo

El arte de matar. Cómo se hizo la guerra civil española

Jorge M. Reverte

15 mayo, 2009 02:00

Víctimas de un bombardeo en Madrid, mayo de 1937. Archivo

RBA. Barcelona, 2009. 364 páginas, 18 euros

Periodista, divulgador y novelista, Jorge M. Reverte (Madrid, 1948) es un autor inquieto que no se deja encasillar fácilmente. En el campo que aquí nos interesa, el ensayo histórico, fue justamente aplaudido por la trilogía de la guerra civil: La batalla del Ebro (2003), La batalla de Madrid (2004) y La caída de Cataluña (2006). Trató luego la huelga minera asturiana de 1962 -La furia y el silencio (2008)-, renovando la adormecida historia del movimiento obrero como antes había reactivado la historia militar. Ahora vuelve a la guerra civil con una síntesis interpretativa que lleva el impactante título de El arte de matar.

Se habla de técnica militar como arte y no como ciencia porque no basta el cálculo o la mera racionalidad. En otras palabras, la improvisación y la intuición son indispensables porque hay un contrincante que también busca sorprender y cuyas reacciones no pueden ser fijadas con exactitud. Me detengo en esas consideraciones porque Reverte, que las explicita en las primeras páginas, tiene el mérito de no dejarlas en mera teoría. Por el contrario, los capítulos que siguen constituyen un magnífico ejemplo de aplicación coherente de esos presupuestos. Reverte trata siempre de comprender en sus circunstancias los movimientos de los bandos en liza; más aún, se propone explicar "desde dentro" las decisiones de sus máximos responsables, Franco y Rojo, sobre la base de que no operan en el vacío sino en unas delicadas coordenadas internacionales, con una contradictoria situación interna (sobre todo el Ejército Popular de la República), en una complicada orografía y, en muchos casos, con recursos limitados. Eso significa que unos y otros se ven impelidos a tomar decisiones difíciles, sin garantías, a veces clara-
mente osadas (Vicente Rojo) o sorprendentemente conservadoras (Franco). Pero la guerra es así y, además, cada acción realizada niega la comprobación de las posibles alternativas.

El gran mérito de Reverte es que, frente a los prejuicios políticos y dictámenes preestablecidos que han proliferado últimamente, consigue un desapasionado acercamiento a la realidad, con algo tan elemental (pero tan olvidado) como el respeto a los hechos mismos. En este sentido, para expresarlo con la concisión inevitable en una reseña, la tesis más llamativa es la comprensión de la dirección estratégica del bando rebelde: Franco no era un genio militar, pero estaba lejos de ser el timorato o inepto que pretende una determinada historiografía militante. Para Reverte, Franco no prolongó la guerra por cálculo o crueldad, sino porque tenía enfrente un enemigo correoso que, aunque seriamente debilitado, no se daba por vencido. Por otro lado, las operaciones militares son tan complejas que grandes errores conducen a inesperadas victorias, como les pasa a los franquistas en Teruel. Lo cierto, como demuestra el análisis concreto de las operaciones bélicas, es que unos y otros alternaron buenas intuiciones con graves errores o empecinamientos paradójicamente simétricos, como la trascendencia de la toma de Madrid, la aspiración a una batalla decisiva o la consideración del prestigio militar como mantenimiento de la iniciativa, cuando hubiera sido más rentable una buena defensa.

Si no se entiende peyorativamente, me atrevería a decir que, como en sus obras anteriores de tema militar, el autor obtiene sus mejores réditos con el uso de una considerable dosis de sentido común. Aquí se trata de entender hechos complejos en su contexto, no de emitir sentencias. En definitiva, la paradoja de este último libro de Reverte es que, sin novedades relevantes, consigue aportar una mirada llena de frescura a un tema tratado en miles de ocasiones.

ALGO PERSONAL

l ¿Al final el historiador le ha ganado la partida al novelista Martínez Reverte?

-Yo creo que no. A mí me gusta practicar los dos géneros. Lo que sí es cierto es que cada vez me divierte más lo de la historia.

l ¿Queda algo por descubrir de la guerra civil?

-No lo sé. Pero constantemente aparecen nuevas fuentes de información. Estaría bien que los herederos de algunos protagonistas se decidieran a hacer públicos sus recuerdos.

l ¿La vida política contemporánea y sus corruptelas no merece un buen libro?

- Merece una investigación. La está haciendo la Prensa. Para libros, para que sea creíble, habría que utilizar el género de la ficción, porque sobrepasa lo verosímil.