Image: En las trincheras

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Ensayo

En las trincheras

Gaziel

2 abril, 2010 02:00

Gaziel. Foto: Archivo

Prólogo de M. Llamas. Diéresis. Barcelona, 2010. 384 páginas, 20'95 euros


Aunque España no participara, la Primera Guerra Mundial -la "Gran Guerra", como entonces fue conocida, antes de que su magnitud quedara desplazada por la nueva contienda de 1939- apasionó a los españoles, hasta el punto de que aquí vivimos una incruenta pero feroz batalla de opinión pública entre francófilos y germanófilos. Debido a ese interés, los principales periódicos procuraron enviar al frente a sus mejores elementos. En este ardoroso ambiente, Miquel dels Sants Oliver, director de La Vanguardia, ofreció la corresponsalía en París a una joven promesa en la que confiaba plenamen- te, Agustí Calvet, más conocido por el seudónimo de Gaziel (1887-1964). Aunque llegó a ser después durante largos años (1920-1936) director del citado rotativo barcelonés y uno de los más reputados periodistas españoles, Gaziel se inició en el oficio por casualidad, debido a un cúmulo de circunstancias profesionales y sentimentales: doctor en Filosofía y Letras y opositor frustrado, se hallaba a la sazón en la capital francesa ampliando estudios en la Sorbona, y tenía una novia borgoñona, Louise Bernard, con la que pronto (1915) iba a casarse.

El joven corresponsal se tomó muy en serio su labor y envió cientos de crónicas, describiendo y analizando el conflicto -siempre desde el lado francés- en sus múltiples configuraciones, desde la vida en las trincheras a las visitas a las industrias de guerra, desde las galerías subterráneas a los hospitales, desde los combates a sus resultados en forma de atroz devastación. En el volumen se ha realizado una selección de ese ingente material, desechando los aspectos que podrían considerarse adyacentes o complementarios -la vida cotidiana, retratos humanos, entrevistas con jefes militares, comentarios generales sobre el conflicto, etc.-, para tomar como referencia fundamental la guerra en sí en su vertiente más descarnada. De ahí el título, En las trincheras, porque se atiende básicamente al reportaje hecho a partir de la inspección de las líneas de fuego, en la medida en que ello era posible. Dice en más de una ocasión Gaziel que la labor del cronista es casi inmoral, de puro cómoda, comparada con las penalidades del soldado: "nosotros somos nada más que simples y regocijados turistas" (p. 296).

Esta amalgama de lucidez y piedad, de tristeza y asco, de reflexión filosófica y atención al detalle, es la característica básica de Gaziel. El tono casi festivo del comienzo se trueca pronto trágico ante las ruinas y la desolación. Cuando se satisface la primera curiosidad o la simple expectación, no queda espacio en el ánimo más que para la compasión o la pesadumbre insondable ante tantos estragos y tantas muertes inútiles, ante toda esa "carnicería inaudita" que empapa de sangre y miseria cada pedazo de tierra. La guerra, vista de cerca, resulta ser lo más lejano a un episodio épico, a una disputa heroica: es sucia, rastrera, mezquina, monótona. Nada es como lo imaginamos, apunta Gaziel: hasta el mítico Verdún resulta decepcionante. Y el corresponsal que asiste a este despliegue moderno de destrucción -en el que el hombre tiene ya menos importancia que las máquinas- se pregunta hasta qué punto es digno presenciar impávido y a salvo un bombardeo que causa miles de muertos, incontables heridos y mutilados...

Con la visita a un hospital se llega a la apoteosis de esta perspectiva: es aquí, nos dice Gaziel, más que en el propio frente o los parajes peligrosos, "donde se ofrece en toda su desnudez asquerosa la miseria y la monstruosidad de la guerra"(p. 251).