En las trincheras
Gaziel
2 abril, 2010 02:00Gaziel. Foto: Archivo
El joven corresponsal se tomó muy en serio su labor y envió cientos de crónicas, describiendo y analizando el conflicto -siempre desde el lado francés- en sus múltiples configuraciones, desde la vida en las trincheras a las visitas a las industrias de guerra, desde las galerías subterráneas a los hospitales, desde los combates a sus resultados en forma de atroz devastación. En el volumen se ha realizado una selección de ese ingente material, desechando los aspectos que podrían considerarse adyacentes o complementarios -la vida cotidiana, retratos humanos, entrevistas con jefes militares, comentarios generales sobre el conflicto, etc.-, para tomar como referencia fundamental la guerra en sí en su vertiente más descarnada. De ahí el título, En las trincheras, porque se atiende básicamente al reportaje hecho a partir de la inspección de las líneas de fuego, en la medida en que ello era posible. Dice en más de una ocasión Gaziel que la labor del cronista es casi inmoral, de puro cómoda, comparada con las penalidades del soldado: "nosotros somos nada más que simples y regocijados turistas" (p. 296).
Esta amalgama de lucidez y piedad, de tristeza y asco, de reflexión filosófica y atención al detalle, es la característica básica de Gaziel. El tono casi festivo del comienzo se trueca pronto trágico ante las ruinas y la desolación. Cuando se satisface la primera curiosidad o la simple expectación, no queda espacio en el ánimo más que para la compasión o la pesadumbre insondable ante tantos estragos y tantas muertes inútiles, ante toda esa "carnicería inaudita" que empapa de sangre y miseria cada pedazo de tierra. La guerra, vista de cerca, resulta ser lo más lejano a un episodio épico, a una disputa heroica: es sucia, rastrera, mezquina, monótona. Nada es como lo imaginamos, apunta Gaziel: hasta el mítico Verdún resulta decepcionante. Y el corresponsal que asiste a este despliegue moderno de destrucción -en el que el hombre tiene ya menos importancia que las máquinas- se pregunta hasta qué punto es digno presenciar impávido y a salvo un bombardeo que causa miles de muertos, incontables heridos y mutilados...
Con la visita a un hospital se llega a la apoteosis de esta perspectiva: es aquí, nos dice Gaziel, más que en el propio frente o los parajes peligrosos, "donde se ofrece en toda su desnudez asquerosa la miseria y la monstruosidad de la guerra"(p. 251).