Alma Mahler Gropius
Almudena de Maeztu
21 mayo, 2010 02:00Alma Mahler, vista por Oskar Kokoscha (1912)
Françoise Giroud en su biografía de Alma Schindler -esposa sucesiva de Mahler, Walter Gropius y Franz Werfel; en su juventud, cortejada por Gustav Klimt, el director de escena Max Burckhard y el pianista Alexander von Zemlinski (maestro de Schömbert), y eterna musa del pintor Oskar Kokoschka- afirma que el poder seductor de la vienesa radicaba en "la fuerza de la representación que hace de sí misma: un ser excepcional, un objeto precioso, una criatura superior". Esa elevada idea que Alma tenía de ella misma, le llevaría a afirmar que colaboró en muchas de las sinfonías de Mahler, aspecto desmentido por los musicólogos estudiosos del maestro. Sin duda la autobiografía de Alma Mahler, Mi vida (Tusquets), esta llena de correcciones para engrandecer su imagen ante la posteridad, pero asistimos también a un relato agudo y nada complaciente sobre los seres legendarios con los que compartió su vida. "Yo amaba el espíritu de Mahler, pero su cuerpo era para mí como una momia", escribirá.
Si Alma Mahler se inventó algunos episodios biográficos, lo cierto es que poco más necesitaba su abultada figura, ya que estuvo presente, en sus 85 años de vida (1879-1964), en todos los acontecimientos artísticos que marcaron el cambio del siglo XIX al nacimiento de las vanguardias en todas las artes. Almudena de Maeztu, buena conocedora de los movimientos musicales, las artes decorativas y la plástica, extrae los mejores materiales de esa participación de Alma en los agitados círculos artísticos del cambio de siglo. Pérez de Arteaga nos indica en el prólogo que este libro no es una biografía de Alma Mahler, ya que Alma murió en los años 60 y este recuento termina en 1920. Se ha acotado la historia de Alma desde 1897 (llegada de Gustav Mahler a Viena) hasta 1920, año en el que Gropius funda la Bauhaus. La destreza de esta obra, por tanto, se hace más compacta en las evoluciones de un mundo en el que convivían los artistas de la Secesión vienesa con los salones de arte académicos, lla concepción clásica de la música con las primeras obras rechazadas de Mahler.
La autora deja en la memoria la idea de una agitada composición musical, mostrando las relaciones artísticas entre París y Viena con la Exposición Universal de 1900, apuntando las revoluciones sociales, la gestación de la guerra del 14, el aumento del antisemitismo y la ambivalente relación de Alma con los judíos. Lo notable aquí es la sucesión de episodios, la confusión de un mundo convulso, las desapariciones de seres cercanos, los grandes creadores que la amaron y conformaron la mitología de Alma Mahler.