Por qué la República perdió la guerra
Stanley G. Payne
28 mayo, 2010 02:00Stanley G. Payne. Foto: Antonio Heredia
No siempre es así, claro, pero la polarización descrita termina contaminándolo todo: el caso de Payne es paradigmático. Prototipo en su día de la historiografía política renovadora, considerado progresista por sus primeras publicaciones -recuérdense en los años 60 sus estudios pioneros sobre la Falange y las relaciones entre Ejército y Política, publicados en la mítica Ruedo Ibérico-, Payne ha derivado en sus últimos años hacia posiciones abiertamente conservadoras. En el plano que aquí nos interesa ello ha supuesto una disposición más crítica con la República -véase El colapso de la República (2005)-, una actitud menos reprobatoria con Franco y una relativa sintonía con los "revisionistas" más agresivos (Pío Moa). Esto último sobre todo es lo que las corrientes autodenominadas progresistas no perdonan a Payne, que ha pasado de ser "uno de los suyos" a despreciable traidor. Así, lejos de todo atisbo de tolerancia y receptividad, cada interpretación historiográfica aparece encastillada en sus dogmas y sorda a cualquier propuesta extramuros.
Lo que sostiene Payne podrá ser todo lo discutible que se quiera, pero merece la pena que se tenga en consideración. Payne es un excelente conocedor, no sólo de la historia española de los años 30, sino del contexto europeo en el que se inserta y de los movimientos totalitarios de uno y otro signo que se desarrollan en ese lapso. Además, es un buen divulgador, no se enreda en disquisiciones prolijas y maneja sus argumentos con contundencia y claridad. De todo ello es buena muestra este libro, que no se propone aportar nada nuevo sino sintetizar en 300 páginas las razones de esa derrota que señala el título.
Siguiendo la línea de sus últimos libros, Payne atribuye la derrota republicana a factores endógenos, en contraposición a la tesis dominante de la superioridad material franquista gracias a la ayuda nazi. El historiador estadounidense hace una enmienda a la totalidad de la interpretación progresista, cuestionando que la República representara un régimen democrático. Al contrario, del abandono de la democracia por una dinámica revolucionaria (entendida de modo dispar por cada sector) se siguen la mayor parte de los males que resquebrajarán el régimen del 14 de abril: una "unidad simplemente negativa" (frente al enemigo común), intransigencia doctrinal e incoherencia operativa de casi todos los partidos, una demagogia galopante y un inmenso desorden que, más allá del ámbito político y organizativo -"caos financiero y económico"-, se traslada a una titubeante conducción de la guerra. Pero, en definitiva, concluye Payne apoyándose en una confesión del propio Negrín, la gran debilidad del Frente Popular no estuvo tanto en el terreno militar como en la desunión, el desánimo y los propios errores.