El director de este volumen, Nigel Townson, ya ha dado sobradas muestras de su inquietud metodológica (recuérdese aquel proyecto, también auspiciado por él, que fue la Historia virtual de España, Taurus, 2004) y de su interés por el examen comparativo: ahí está España en cambio. El segundo franquismo (S. XXI, 2009), que puede un precedente inmediato de este nuevo libro. De hecho, uno de los dos ensayos que Townson se reserva en esta obra, el del franquismo, viene a ser un excelente resumen de las conclusiones de aquél: una España no tan diferente pero, al tiempo, con diferencias "abismales" (p. 231) con el occidente democrático. En el otro capítulo, dedicado al anticlericalismo, Towson se muestra comedido a la hora de establecer una especificidad hispana, aunque termina reconociendo que "el caso español presenta un carácter más excepcional que el de la mayoría" (163).
Una estimación global es muy arriesgada en una obra de estas características, con una amplia panoplia de autores, varios períodos examinados, abundantes comparaciones e innumerables matices. Pero, con las debidas cautelas y admitiendo que cada fase analizada tiene sus características peculiares, podría afirmarse que el dictamen antes transcrito se aproximaría bastante a una conclusión general de la obra. Reconozcamos que, por el propio título y los vientos imperantes en la historiografía, el lector avisado estaba en principio preparado para que le argumentaran que la historia española de los dos últimos siglos se podía inscribir con pleno derecho en la "normalidad". La enmienda a la totalidad consiste en que se ataca el concepto mismo de normalidad, pues el estudio empírico muestra que cada país es distinto, tanto en el proceso de nacionalización (Álvarez Junco) como en el de modernización política (Mª Cruz Romeo) o en los ensayos reformistas más audaces (la II República, analizada por E. Malefakis). Ni siquiera la fase más exitosa de nuestra historia reciente, la transición a la democracia (P. Radcliff) podemos decir que sea, literalmente, un modelo (¿para quién?) Es evidente que si en ninguno de los campos estudiados se halla una "norma europea", no tiene sentido hablar de la "diferencia española". Pero entonces hay que juzgar la historia con otros parámetros y reconocer que el itinerario de nuestro país ha tenido poco en común con aquellas otras naciones más avanzadas del occidente europeo que probablemente hemos idealizado y a las que queríamos equipararnos. En el mejor de los casos se puede inscribir el rumbo español en el contexto de la Europa meridional, y aun así, con grandes divergencias de todo tipo. Como se pone de relieve en varias ocasiones hasta la comparación con nuestro vecino ibérico arroja manifiestas disparidades. Como en cualquier otro devenir, hay en la trayectoria española rasgos singulares y aspectos comunes con otros países. El acercamiento científico sirve así primariamente para pulverizar simplificaciones interesadas, como esa "diferencia española" de la propaganda franquista (que posiblemente hemos internalizado más de lo que estamos dispuestos a reconocer). De este modo, la historia comparada nos abre un horizonte más amplio y complejo y precisamente por ello mucho más apasionante.