Anarquía, dinamita y revolución social. Violencia y represión en la España de entresiglos
Ángel Herrerín López
6 mayo, 2011 02:00Atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII
Bien es verdad que el aspecto específico del terrorismo anarquista no había dejado de atraer la atención de los historiadores, como lo prueba el acercamiento parcial de José Álvarez Junco en la biografía de Lerroux (Alejandro Lerroux. El emperador del paralelo, Alianza, 1990; Síntesis, 2005), la minuciosa aproximación -aunque también tangencial- de Eduardo González Calleja al estudiar el orden público (La razón de la fuerza, CSIC, 1998) o la reciente reedición de viejos estudios de Jean Connelly Ullman (La Semana Trágica, 1972, 2009) y Joaquín Romero Maura (La romana del diablo, 1968, 2000). Más recientemente, Antoni Dalmau ha realizado una meritoria labor de revisión de algunos resonantes sucesos sin cosechar el reconocimiento debido, quizás por publicar en editoriales catalanas de difusión restringida: El cas Rull (2008) y El procés de Montjuïc (2010). A todos ellos habría que añadir otras muchas obras que tocan el tema de soslayo pero con apreciaciones sugerentes como la biografía de Ferrer y Guardia del propio Avilés o los estudios históricos de la Guardia Civil de Miguel López Corral, sin que esta relación deba considerarse más que un sucinto apunte bibliográfico. Ángel Herrerín, que había empezado su trayectoria profesional con el estudio de la CNT durante el franquismo y que luego publicó una monografía sobre Indalecio Prieto y "el dinero del exilio", parece haberse centrado en los últimos tiempos en el análisis de la violencia ácrata en España en el período de entresiglos (XIX-XX). En el libro que nos ocupa comienza, al modo clásico, con la constitución de la Federación Regional Española en el marco de la Primera Internacional, para señalar después los hitos principales que llevan al abandono de las vías pacíficas y el surgimiento de los primeros actos terroristas, en la época de la famosa Mano Negra. El capítulo segundo aborda ya los primeros grandes atentados en Barcelona -Pallás, Liceo- y en el tercero da cuenta de la espiral de violencia libertaria y respuestas represivas que culmina en el Proceso de Montjuich. Es el momento, según analiza agudamente Herrerín, que la "propaganda por el hecho" queda desplazada de facto por la "propaganda por la represión".
A la vuelta del siglo otros dos factores se introducen en una situación ya de por sí enrarecida, el mito de la huelga general y la glorificación del magnicidio, generando un ambiente confuso que convierte una vez más a la gran urbe catalana en la capital de las bombas.
En ese río revuelto, anarquistas, marginados, radicales y confidentes policiales, entre otros sectores apocalípticos y desintegrados, tratan de sacar partido de la violencia en cada ocasión pro domo sua. Si en algunos episodios parece bordearse el "terrorismo de Estado" (Morales), en otros se desemboca en el esperpento (caso Rull). Herrerín va trazando con buen pulso y excelente documentación este ambiente tenebroso para terminar estableciendo un balance muy equilibrado del papel que desempeñaron la violencia revolucionaria y la represión desmedida en una España en vías de modernidad que se enfrentaba por primera vez al fenómeno del terrorismo político.