Norman Mailer

Traducción de Aurora Echevarría. Circe. Barcelona, 2011. 453 páginas, 20 euros



Quizá para explicarnos el título algo llamativo de las memorias de Norris Church, que fue la sexta y última mujer del novelista y escritor Norman Mailer (1923-2007) haya que recurrir a la primera parte del libro -unas 130 páginas- en que la señora Church Mailer nos cuenta (el relato es siempre ameno pero muy sencillo, y muy poco analítico) sus propias memorias antes de conocer en 1974 -cuando ella tenía veintiseis años y él cincuenta y dos-, al gran escritor que andaba en una gira de conferencias, con su bien ganada fama de mujeriego y de excéntrico. Casada con un tal Larry, divorciada y con un hijo, Norris era una chica mona y pelirroja de Arkansas, de una familia más bien humilde, modesta profesora de arte, y por decirlo coloquialmente, un tanto del montón. Ni siquiera había ido nunca en avión, por ejemplo, y no conocía Nueva York.



Cuando encuentra al un tanto desordenado pero famoso Mailer (el autor de Los desnudos y los muertos y de un libro sobre Marilyn, que ella quiere que le firme), y se produce un flechazo definitivo -pues él irá dejando todos sus líos falderos para quedarse sólo con Norris y al fin casarse con ella y tener un nuevo hijo (Mailer tuvo nueve en total)-, los cambios en su vida fueron tales y tan espectaculares que ella bien pudo pensar que le había tocado "una entrada para el circo" y además en lugar preferente…Ya en 1975 (buscando también ser modelo) se fue a vivir con Mailer o cerca de Mailer -que aún no había finiquitado con la anterior señora- a Nueva York, y empezararon los viajes -a Filipinas y a Roma, los primeros- y por supuesto, el esplendor, las locuras y el jaleo de la fama.



Lo primero que hay que decir de Una entrada para el circo es que es un libro muy sencillo, muy plano, en el mejor y peor sentido de los términos. Norris Church resultará una escritora tardía ( probablemente por influjo de su marido y sus amistades) que escribe bien , que narra bien podríamos decir, pero sin atisbos de análisis que no sean los más superficiales. El libro es entretenido, pero siempre esperamos más a Mailer que a la autora. Lo cierto es que la imagen que da de su marido es la de un genio jugetón, desordenado y vividor -muy machote, además- que pese a algún conato de infidelidad y a un momento próximo a la ruptura, se enamora de ella y ella de él y forman una pareja de desigual edad (siempre con buen sexo, ella insiste en que eso es fundamental) hasta que, al final, ella termina inevitablemente por ser la cuidadora del viejo Mailer que muere con 84 años. Por supuesto, por entonces ya no hay sexo y ella recuerda las palabras que su padre le dijo al saber que se iba a vivir con un hombre un año mayor que él mismo... Pero nunca se arrepiente e incluso atribuye a sus desigualdades el que su vida en común con Norman durara treinta y tres años. Nosotros sentimos que la alta madurez de él (que tantos líos tuvo antes) también debió de ayudar un poco...



La vida con un famoso (además de las intimidades de alcoba y familia) da pie a una gran lista de nombres propios que van desde Ferdinand e Imelda Marcos, el boxeador Mohamed Alí, Sergio Leone (Mailer fue muchas veces guionista) y un larguísimo etcétera que termina con Bill Clinton -al que ella conoció de joven- y que incluye a Gore Vidal, a Jackie Kennedy, a Warhol o a Oscar de la Renta (o en Cuba a Pablo Armando Fernández, además de al propio Castro) aunque a menudo no hable de amistades sino de encuentros. De hecho insiste en que Mailer--siempre algo rebelde-- prefería las amistades con otros gremios, y no con el de escritores.



Si puedo decirlo así, estamos ante un libro sencillo y ameno para amantes de Mailer, donde se cuela (a veces más de lo deseable) su última y guapa mujer que -creo- nos interesa bastante menos que el marido.

El rey león

A los 3 años fue Miss Little Rock y a los 26, pareja de Norman Mailer. Amante ocasional de Bill Clinton antes de que éste se casase con Hillary, su relación con Mailer no fue fácil por las constantes infidelidades del novelista, que se acentuaron cuando ella enfermó de cáncer. Tras los desprecios sufridos lo describió así: "Un día es un león y al siguiente un mono. De vez en cuando un cordero y gran parte del tiempo, un imbécil".