Luis Cernuda
No se limita Antonio Rivero a una mera reconsideración erudita de esos errores, sino que, partiendo de una escrupulosa confrontación de las fuentes, y aportando no pocos hallazgos escasamente conocidos o inéditos, lleva a cabo una exhaustiva pesquisa, una auténtica quest, de todos los rastros vitales que ha dejado su personaje. Frecuentemente el biógrafo -poeta y autor, también, de algún personalísimo libro de viajes- habla desde los mismos lugares que frecuentó su biografiado, y da noticia de primera mano de impresiones que pueden provechosamente confrontarse con su obra. No quiere esto decir que el biógrafo gane protagonismo a costa de su objeto, o que las apariciones de su "yo" de narrador puedan considerarse intromisiones. Lo que está claro en todo momento es que Rivero, sin apartarse ni un ápice del rigor exigible a su tarea, ha hecho de esta biografía de su paisano una obra personal, en la que un escritor de principios del siglo XXI se pertrecha de datos para reconsiderar inteligentemente la personalidad y la obra de uno de los escritores más notables del siglo anterior.
Que Cernuda lo fue, y en grado sumo, posiblemente sea una premisa que compartirán de entrada biógrafo y lectores. En todo caso, el juicio queda ampliamente confirmado por la cercanía con la que asistimos a la creación de los poemas cernudianos, por la amplia documentación aportada respecto al diálogo que éstos establecen con la tradición poética española y no pocas tradiciones ajenas (la francesa, la anglonorteamericana), y por los testimonios de la orgullosa soledad en que esta obra va haciéndose y afirmándose. El exilio tras la Guerra Civil, primero en Gran Bretaña y luego en Estados Unidos y México, termina de configurar esa soledad, entretejida de rarezas y de no siempre justificadas susceptibilidades. En estos veinticinco años el poeta vive en habitaciones prestadas o alquiladas o en residencias universitarias, sin otro bien material que sus libros, ni otro medio de vida que sus frecuentemente mal pagadas clases. Comprometido sólo con la poesía, en la que cifra la razón de su vida, el singular carácter de Luis Cernuda le enajena no pocas simpatías, lo que complica las ya difíciles condiciones de difusión de su obra.
No escatima esta biografía testimonios de la enrevesada relación del poeta con el mundo; y, desde luego, no se le ahorran al lector las ocasiones en que aquel se muestra atrabiliario o injusto, cuando no caprichoso e infantil. Pero logra el biógrafo el milagro de no construir con estos detalles (u otros más delicados, como las presuntas y ocasionales relaciones pedófilas del poeta, o algún aislado exabrupto antisemita) una antibiografía, como tantas que se han hecho de personajes famosos, sino de hacerlos redundar en la complejidad de una personalidad a la que no hace falta idealizar o denigrar para ponerla en relación con el aspecto de la misma que más nos interesa: su genialidad poética. Lo que no significa, por supuesto, que el fundamento humano de la misma nos sea ajeno, o que asistamos con indiferencia al relato de sus vicisitudes.
Tal es el logro de esta biografía. Que, fundadamente, puede considerarse ya el más reciente hito de la lenta pero segura revalorización que la obra del poeta sevillano no ha dejado de experimentar desde su muerte hasta hoy.