Una historia patriótica de España
José María Marco
10 febrero, 2012 01:00Cánovas del Castillo. Detalle del retrato que se encuentra en el Congreso de los Diputados
En su ya larga trayectoria intelectual, José María Marco (Madrid, 1955) se ha distinguido por adoptar unas posturas contundentes y combativas que, en el ámbito concreto de los estudios históricos, le han llevado a ser particularmente crítico con determinados iconos de la izquierda y del pensamiento progresista hispano en general. Así ocurrió por ejemplo con los intelectuales regeneracionistas (La libertad traicionada), con el segundo presidente de la República española (Azaña. Una biografía) y con el fundador de la Institución Libre de Enseñanza (Francisco Giner de los Ríos. Pedagogía y poder), por citar tan sólo tres obras representativas y que en su día generaron una considerable polémica.La polémica, en efecto, ha acompañado la labor investigadora y divulgadora de Marco, no tanto por su adscripción sin complejos a un liberalismo de tintes conservadores cuanto por la radicalidad de algunos de sus planteamientos. En este sentido puede dar la impresión de que Marco ha extremado a veces sus apreciaciones, sobre todo desde el punto de vista formal o expositivo, en busca de la confrontación abierta con los sectores ideológicos de signo contrario. Quizás esa actitud le ha hecho perder ecuanimidad y equilibrio, pero en cambio ha dado una gran resonancia mediática a sus publicaciones.
Mucho de esto hay en su último libro que, en cierto modo, constituye la culminación de una trayectoria tanto por su tema -una interpretación global del devenir español desde "los orígenes" hasta hoy- como por su extensión (más de 650 páginas). Como a cualquier lector medianamente informado se le alcanza, la diferencia con otras historias de parecido cuño o ambición está o pretende estar en el adjetivo -una historia "patriótica"-, realzado por un prólogo de Esperanza Aguirre que halla el hilo conductor de este análisis en la "reivindicación del patriotismo" sin complejos. El empeño puede ser aceptable, aunque ya en estas palabras preliminares de la presidenta madrileña se deslizan afirmaciones que un historiador cuestionaría, como que el mencionado hilo "desde los primeros pobladores de la Península hasta nosotros […] no se rompe en ningún momento". En cuanto al contenido propiamente dicho, el crítico no tiene más remedio que advertir que el subtítulo comercial que figura en la portada - "una visión completamente diferente de nuestro pasado"- tampoco se ajusta a la realidad de lo que el lector encontrará en estas páginas. La advertencia no esconde en este caso ningún ribete peyorativo. Al contrario, Marco se muestra en este libro más contenido que en otras ocasiones y nos brinda una historia española en la línea previsible de sus opciones conservadoras conservadoras, que son básicamente las del pensamiento tradicional español de los dos últimos siglos.
Comienza en unos tiempos remotos (en los que resulta dudoso que tenga sentido hablar de "España"), se detiene en la España romana (hallando que España siempre ha sido tierra de poetas), es ambivalente con la España visigoda, enfatiza la resistencia frente a la invasión musulmana, se recrea en la formación de una cultura específicamente española desde tiempos medievales, elogia la Conquista y administración del Nuevo Mundo y se explaya especialmente en los Siglos de Oro, sin ocultar algunas de sus sombras. En el retrato de los últimos siglos apenas se alude a la decadencia o al atraso comparativo de España: por el contrario, se valoran los esfuerzos ilustrados para mejorar el país y, sobre todo, se ensalza el proceso de construcción de una España liberal pese a las difíciles circunstancias y resistencias de todo orden.
Tras demorarse nuevamente en aspectos culturales -del romanticismo a las vanguardias- Marco dedica los últimos capítulos al siglo XX, el momento histórico que tendría que haber supuesto "la hora de la democracia"pero que, lejos de ello, termina tras múltiples experimentos, en el gran fiasco de la guerra civil. Según el autor, "la acusación de totalitarismo para el régimen creado por Franco fue perdiendo verosimilitud con el paso del tiempo". Ello explica entre otras cosas, según el autor, que se pudiera realizar una pacífica transición a la democracia, con algunos puntos oscuros, como el terrorismo y las derivas nacionalistas. Tras un repaso de los últimos gobiernos democráticos, el largo periplo termina en la fase de Zapatero, al que se caracteriza como un experimentador radical y un gobernante sectario.