Eloy Fernández Porta. Foto: Santi Cogolludo
En 2007 aparece Afterpop, primer tomo de una serie de cuatro ensayos que se cierra, por ahora, con Emociónese así. Esta tetralogía potente y original marca con vigor dos grandes coordenadas, la de los estudios culturales y la comunicación, y la de la crítica generacional.Afterpop fue todo un éxito para un autor, nacido en la Barcelona de 1974, que venía sin demasiada gloria de la creación literaria. Con una aguda capacidad crítica, Eloy Fernández Porta abría su texto comparando un libro de cuentos de Javier Marías, Cuando fui mortal (1996), con una novela de Ray Loriga, El hombre que inventó Manhattan (2004). A partir de dicha comparación va construyendo una línea divisoria que separa a los autores pop, gente mayor, respetable y obsoleta, de los afterpop, jóvenes, capaces y minusvalorados. La aparición de Homo Sampler. Tiempo y consumo en la Era Afterpop en 2008 y de Eros. La superproducción de los afectos en 2010, convirtieron en marca o tag el término afterpop.
Profesor Asociado en la Pompeu Fabra, Fernández Porta completa su sueldo con performances montados con Agustín Fernández Mallo que parodian lo divino y lo humano. Quizá por eso se le asocia con la llamada generación Nocilla de los Manuel Vilas o Kirmen Uribe. No está claro que se pueda hablar de generación, pero si recurrimos a las afinidades culturales podríamos establecer un grupo en el que estarían Gabriela Wiener, Jaime Rodriguez Z., Jorge Carrión o Javier Calvo.
El estilo de escritura rizomática en espiral de Fernández Porta ha facilitado, sin duda, la edición de estos cuatro densos, documentados y superpuestos volúmenes, imbricados unos en otros cual "correa de transmisión" que permite pensarlos como un todo y que, a su vez, sugiere una lectura de ida y vuelta.
Emociónese así se ha construido sobre una serie de textos de carácter teórico de muy variada índole, reflejo de los extensos e intensos viajes del autor a través del cine, el cómic, la música, la literatura o el psicoanálisis. Esta serie de seis capítulos va cerrada por una "publi" a modo de "insertos" o "spots". Añada el lector el conjunto de ilustraciones habitual en nuestro autor: fotos, cómics o dibujos.
En esta cuarta entrega, Fernández Porta comienza por establecer la distinción entre lo personal y lo relacional. Por vínculo personal entiende el conjunto de estrategias que organizan lo privado o lo íntimo con el fin de ser querido. Vínculo relacional es aquel que se refiere a aquellas actividades públicas cuyo objetivo es ser reconocido por los demás. Frente al prestigio de lo personal, Porta reclama lo relacional. En su reclamación el lector vuelve a transitar por pasajes ya encontrados en Afterpop.
La apuesta por lo relacional está muy bien pavimentada. Los adoquines son sólidos y reflejan un conocimiento socialmente distribuido en nuestro autor amplio. Sin embargo, el problema que plantean estas páginas es doble. Por un lado, su cerrada defensa generacional. Es verdad que la generación del baby boom sigue en el poder, pero también que ese quítate tu que me pongo yo, de alguno de sus coetáneos, puede resultar injustificado y fascistoide. Por otra parte, Porta acaba por disolver el sujeto en la estructura social. Borrar el sujeto de la acción social fue dogma de fe desde Lacan hasta Bourdieu pasando por Althusser. Por fortuna, marxistas y estructuralistas se han puesto gafas con mayor capacidad de enfoque.