Baste considerar el punto de partida: los jóvenes renovadores, con Felipe González a la cabeza, que desplazaron a la vieja guardia socialista en el Congreso de Suresnes (1974), presentaron un programa de avance hacia el "socialismo autogestionario" desde unas convicciones rotundamente "antiimperialistas" y con el marxismo doctrinal como bandera. Mientras tanto, el PCE intentaba aglutinar y liderar a una oposición heterogénea sin esconder que su objetivo inmediato era la "ruptura democrática" para abrir más adelante la vía (evidentemente republicana) a la "construcción democrática del socialismo".
Si se tiene en cuenta que en los años posteriores el máximo dirigente comunista, Santiago Carrillo, aceptaría la bandera rojigualda y el secretario general socialista, ya como presidente del Gobierno, abrazaría con fe de converso la integración española en la OTAN, podemos hacernos idea de la metamorfosis radical que se produjo en los autodenominados partidos progresistas en un breve lapso. Desmenuzar esos cambios y explicar sus raíces y consecuencias es el objetivo que se propone Andrade Blanco en este pormenorizado estudio.
Pese a que la exposición es fría y contenida, como se exige a una investigación de estas características, y a pesar de que los argumentos se desarrollan sobre la base de una sólida documentación, el tono de fondo es militante: este ensayo, escrito desde una perspectiva de izquierda, es un severo ajuste de cuentas con la política real desarrollada por el PCE y el PSOE en la etapa considerada. No se oculta una valoración muy crítica de esa deriva ideológica -la de ambos partidos- que, según el autor, se sustentaba en el pragmatismo más ramplón en el mejor de los casos, cuando no en el oportunismo, la cobardía o la simple traición a unos principios identitarios.
En este despojamiento ideológico que vive aceleradamente la izquierda, a duras penas justificado por la adecuación a un entorno hostil dominado por los entonces llamados "poderes fácticos", hay dos renuncias que aquí se consideran tan emblemáticas como decisivas par el curso de los acontecimientos: el definitivo alejamiento del leninismo por parte del PCE y el abandono del marxismo en el Congreso del PSOE en 1979. El resultado fue muy dispar para los grupos políticos en cuestión, porque mientras el PCE sufrió en las urnas y en su cohesión interna la inutilidad de ese y otros muchos sacrificios, el PSOE vio recompensada su "moderación" con el favor de las clases medias y el acceso al poder en 1982, asumiendo la modernización de España -que no la transformación social- como objetivo primordial.
Lo que el autor llama "desnaturalización ideológica de la izquierda" fue la consecuencia final de unos factores que se superpusieron, sumando fuerzas en un mismo sentido: la situación internacional era claramente desfavorable, aunque sólo fuera por el peso de una crisis económica -la que se desata en 1973- que hacía muy difícil implementar en España el programa socialdemócrata que había cuajado en otros países del occidente europeo. En segundo lugar, arguye Andrade, tanto el cauce como los factores que acompañaron la transición supusieron una ruptura de las expectativas de la izquierda y forzaron a ésta a una continua moderación para no quedar descolgada del proceso. En último término, aunque no menos importante, la estructura piramidal de los partidos, sus estructuras anquilosadas y la propia composición sociológica de los mismos contribuyó igualmente a una redefinición doctrinal que supuso el triunfo del posibilismo más pedestre sobre otras alternativas.