Hitler ordenó directamente el genocidio judío
Conviene partir de hechos en principio desconcertantes como que en 1910 vivían en Alemania más del doble de judíos que en el Reino Unido y cinco veces más que en Francia, un dato que -junto a otros que aquí se ofrrecen- permite establecer que Alemania era contemplada como tierra de refugio por millones de judíos europeos que huían de los pogromos tan frecuentes en países limítrofes. ¿Cómo y por qué se fracturó esa acogida y hasta se invirtió la tendencia, con las consecuencias monstruosas que conocemos? De nada sirve, contesta Aly, plantear la persecución nazi como obra de unos lunáticos o "ejecutores casi extraterrestes", es decir, como si fueran ajenos al resto de alemanes. Muy al contrario, afirma, hay que situar el antisemitismo en el corazón de la sociedad y la cultura alemanas de la época.
Usando una gran variedad de textos impresos de los siglos XIX y XX, Aly establece dos vectores contrapuestos: una comunidad judía que progresa gracias a su dinamismo y creatividad, y una población alemana indolente y rencorosa, en cuyo seno va anidando el odio hacia los que destacan. El recorrido político-cultural se inicia en 1800 para ir luego avanzando hasta el estallido de los años treinta con el fanatismo nazi. En esta última parte se analizan las condiciones sociales que hacen del antisemitismo un objetivo de Estado y entronizan lo que el autor llama "nueva moral del robo y asesinato". El autor desliza afirmaciones contundentes, como que la mayoría de los alemanes obtuvo beneficios materiales de las expropiaciones de bienes judíos.
En sus conclusiones, Götz Aly dibuja un nacionalismo alemán débil, cobarde, inseguro, reaccionario, agresivo y xenófobo que, incapaz de adaptarse a la modernidad, desarrolla una profunda inquina hacia un colectivo, como la comunidad judía, que alentaba valores opuestos y hallaba de este modo la clave del ascenso social. Así fue cómo los acomplejados germanos se convirtieron en modernos antisemitas. En este contexto, el liberalismo y la responsabilidad personal fueron barridos por la fe en un Estado autoritario y un colectivismo étnico, ambos garantes de la felicidad futura de un pueblo que se veía como fortaleza sitiada. Por eso, recalca Aly, es falso el cuento de una minoría malvada -los nazis- que llegan al poder pese a una mayoría alemana inocente. Sin el apoyo de amplios sectores el experimento hitleriano habría sido imposible. El nacionalsocialismo no era en último extremo más que la expresión política del "error de la igualdad y el veneno de la envidia" que se habían apoderado mucho tiempo antes del conjunto de la sociedad alemana.