Camilo Cienfuegos y Fidel Castro entran en La Habana el 1 de enero de 1959

Turner/Colegio de México. Madrid, 2013. 344 pp. 14'90 €.

La Historia mínima de Cuba, de Oscar Zanetti (La Habana, 1946), se inscribe en el contexto de una excelente iniciativa editorial que busca presentar el desarrollo histórico de diferentes países latinoamericanos, o de un conjunto de países como Centroamérica, en el marco de un sucinto ensayo historiográfico. En nuestro país, recientemente, Juan Pablo Fussi emprendió una aventura similar (su Historia mínima de España) con una notable acogida de la crítica.



Oscar Zanetti es uno de los mejores historiadores cubanos, académico y catedrático de la Universidad de La Habana, y su sólida formación le ha permitido afrontar con éxito un desafío semejante, centrado en la historia de su país. En este caso, el desafío es mayúsculo, ya que no sólo se trata de sintetizar en poco más de 300 páginas toda la historia de Cuba, desde la prehistoria hasta nuestros días, sino también en cómo presentar en el marco de esta evolución general un fenómeno tan controvertido y polémico como el de la Revolución Cubana y su evolución posterior.



De forma ordenada y sintética el autor nos presenta las líneas maestras de la historia de Cuba. Así transcurren las primeras poblaciones de la Isla, la conquista europea y su colonización posterior, la compleja trama económica y social surgida de la conquista, consolidada en torno a los ingenios azucareros, productores de la principal fuente de riqueza tradicional de Cuba. Posteriormente se incorpora el proceso independentista que enfrente a las élites criollas con el imperio colonial español y la compleja relación con Estados Unidos tras la independencia, que culmina en la dictadura de Fulgencio Batista y la Revolución Cubana, presentada como una heroica gesta encabezada por Fidel Castro. También se incluye una muy completa y equilibrada bibliografía.



En líneas generales, Zanetti cumple su principal objetivo, relatar de forma amena, objetiva y desapasionada la historia de Cuba, dándole al lector las herramientas interpretativas necesarias para afrontar nuevas lecturas o retos mayores. Su pluma es precisa, sus comentarios certeros y su dominio de los procesos históricos cubanos excepcional. Sin embargo, y algún pero debía aparecer en medio de tanta excelencia, las cosas se complican cuando llegamos a 1959, un momento de quiebra de la historia de Cuba.



Para abordar la segunda parte del siglo XX y comienzos del XXI Zanetti intenta no abandonar ni su línea argumental ni el discurso mesurado y de tintes objetivos que lo había caracterizado. Pero no es una tarea fácil. En realidad es una empresa casi imposible para una persona que vive en Cuba, desarrollando una vida pública. Por tanto, aquí cabe formular las siguientes preguntas: ¿cuál es el límite a la discrepancia escrita frente al discurso oficial? ¿Es posible contradecir públicamente la interpretación ortodoxa de la Revolución sin sufrir represalias de ningún tipo?



El problema se acrecienta si su autor sabe que su obra se leerá mayoritariamente fuera de su país y que no se trata sólo de un trabajo académico destinado únicamente a especialistas y con tirada reducida. Zanetti, convencido de la necesidad de la Revolución y de sus principales logros avanza con pasos prudentes sobre terrenos tan accidentados. De este modo, toda la carga negativa de lo ocurrido en el período se carga en el haber de Estados Unidos, mientras los aciertos y las virtudes corresponden al bando revolucionario.



La siguiente frase, casi ascéptica, ejemplifica claramente lo anterior: "Acosada en el plano diplomático, sancionada en el terreno comercial, impedida de adquirir las armas que requería para su defensa, en la implacable lógica de la guerra fría la dirigencia cubana optó por el acercamiento al bloque socialista, el cual representaba mercados para su azúcar, ofrecía los créditos que otros le negaban y podía suministrarle el armamento indispensable para subsistir".



En otro pasaje presenta los fusilamientos contra los acusados de complicidad con la dictadura batistiana como procesos de "naruraleza sumaria" y con "frecuentes condenas a muerte". Este sutil manejo del idioma nos conduce a terrenos más delicados. Pero, como concluye la obra nuestro autor en alusión al proceso reformista iniciado por Raúl Castro: "la naturaleza y el alcance de las transformaciones iniciadas constituyen todavía incógnitas que solo el tiempo y los propios cubanos podrán despejar".