Retrato clásico de San Ignacio de Loyola

Taurus. Madrid, 2013. 582 pp. 20 euros. ebook: 10,44 euros

La biografía de personajes históricos es uno de los sectores de la historiografía que más interés despierta en los últimos años. Haciéndose eco del mismo, diversas editoriales han iniciado colecciones específicas, como esta de "Españoles Eminentes" en la que aparece el estudio sobre Ignacio (o Íñigo) de Loyola ( 1491-1556). Fue un personaje eminente, aunque su condición de español queda en segundo lugar ante la dimensión supranacional de su figura. En cuanto a su biografía, es cualquier cosa menos sencilla, y ello por tres razones: la oscuridad en que está envuelta la primera parte de su vida, las numerosas deformaciones que ha padecido en las abundantes biografías que se le han dedicado y la complejidad del mundo en el que surge y se define la experiencia y la obra religiosa de Íñigo de Loyola. Para acercarse a él es ineludible la condición de historiador de la Iglesia, especialidad que exige amplios conocimientos de teología, historia religiosa, derecho canónico y otras materias cuyo manejo es cada vez menos frecuente. Enrique García Hernán (Madrid, 1964) es un acreditado historiador de la Iglesia, aunque no exclusivamente, pues es experto también en otros numerosos aspectos relacionados con la época de los Austrias.



García Hernán destaca por encima de cualquier otra característica la condición de mediador de Ignacio, su capacidad para negociar y reconciliar opuestos en los ámbitos más diversos de la existencia. Tal vez por ello, uno de los recursos que utiliza en su intento de "recuperar al Ignacio histórico" es la búsqueda del personaje a través de las gentes a las que conoció y trató o los ambientes en que vivió. Ello requiere un formidable conocimiento -que García Hernán acredita- de cuestiones y personajes de aquel periodo inicial de la Edad Moderna, marcado por la efervescencia religiosa que daría lugar a la Reforma protestante, pero también a una eclosión de nuevas formas de concebir la fe, sin las que no sería posible entender a Ignacio de Loyola. Las dos principales fueron el erasmismo, culto e intelectual, y la experiencia religiosa intimista e iletrada de los alumbrados. Contrariamente a lo que pudiera parecer, dado el relieve intelectual de la orden por él fundada, el influjo esencial sobre Ignacio fue el segundo, lo que fue siempre un motivo de acusación contra él y estuvo presente en los varios procesos inquisitoriales a que fue sometido.



Para algunos de sus enemigos, como el feroz dominico Melchor Cano o el arzobispo de Toledo Martínez Silíceo, Loyola era un alumbrado y muchos de sus seguidores cristianos nuevos. La trayectoria espiritual y fundadora de Ignacio de Loyola cuenta, como elementos destacados, con su afán, logrado, de peregrinar a Tierra Santa, la predicación a partir de su experiencia religiosa y el conocimiento de Dios por vía de la iluminación, la búsqueda de la pobreza, la formación universitaria y teológica tardía, la creación de una espiritualidad nueva cuyo eje esencial eran los Ejercicios, la búsqueda de una agrupación religiosa distinta a las existentes aunque en la línea de los clérigos regulares que comenzaban a surgir, y la capacidad de encontrar protectores importantes, como Margarita de Austria o la infanta doña Juana, hijas ambas de Carlos V, el propio duque de Gandía y tantos otros, aunque también notorios enemigos.