El desengaño europeo
Sami Naïr
23 mayo, 2014 02:00Sami Naïr
Las inminentes elecciones al Parlamento Europeo resultan cruciales por un doble motivo. En primer lugar son las primeras que se celebran tras la aprobación del tratado de Lisboa de 2009, que ha incrementado las atribuciones del Parlamento, el cual a partir de ahora elegirá al Presidente de la Comisión, a propuesta del Consejo Europeo, es decir de los jefes de Estado y de Gobierno de los veintiocho países miembros, tenien- do en cuenta el resultado de las elecciones. Y en segundo lugar porque Europa, especialmente los países del Sur, atraviesa en los últimos años un período de dificultades económicas sin precedentes. No hay duda de que algo no ha funcionado bien en el diseño de la zona euro.Bienvenidos sean pues los ensayos críticos sobre la marcha de la Unión Europea. El desengaño europeo de Sami Naïr (Tlemcen, Argelia, 1946) en principio parece prometedor. Es un libro ágil y breve, en forma de entrevista, y su autor es un conocido intelectual y político francés, ex diputado europeo y habitual colaborador de algunos diarios franceses y españoles de centro-izquierda. Ocurre, sin embargo, que hay dos tipos de ensayos, los que analizan los datos relevantes de un problema para hallar una respuesta y los que parten de una respuesta establecida de antemano y escogen algunos datos para apoyarla. El ensayo de Naïr es del segundo tipo, toda su argumentación va encaminada a convencer al lector de una tesis que se puede resumir en cinco elementos: el Estado nacional es el ámbito natural de la democracia; todo lo que sea restarle atribuciones en favor de instituciones supranacionales, como las de la UE, es antidemocrático; esas instituciones están además dominadas por una derecha liberal cuyo objetivo es acabar con las políticas sociales y empobrecer a los trabajadores; la izquierda socialista se ha prestado a ese juego, y finalmente todo ello redunda en beneficio del capitalismo estadounidense.
Su concepción del Estado nacional implica identificarlo con un pueblo, una tradición y una cultura específicas, de manera que en la Unión Europea hay 28 pueblos, 28 culturas y más o menos otras tantas lenguas, por lo que es imposible comunicarse en serio y hay que hacerlo en un inglés primitivo. Y además existe la amenaza estadounidense, que se agravará con el Acuerdo Transatlántico, destinado a favorecer los intercambios comerciales. "Si este acuerdo se adopta -escribe Nair-, Europa como proyecto social, económico, político y cultural está acabada". Este es su estilo: nada de matizaciones, nada de considerar los posibles efectos positivos y negativos, basta la descalificación pura y dura. Salvo al referirse a Rusia, pues como cabía esperar de un francés que recela de Bruselas y de Washington, con Moscú es más comprensivo. A propósito de la crisis en Ucrania, su reflexión es que los europeos no tenemos nada que ganar con el desmantelamiento de Rusia, "que es probablemente lo que quieren las multinacionales". Uno creería que el Estado en peligro de desmantelamiento es Ucrania y desearía saber qué multinacionales desean hundir a Rusia, qué beneficios persiguen y qué pruebas hay de todo ello, pero un auténtico gurú no necesita entrar en detalles, le bastan las insinuaciones crípticas.
En el mismo tono, se afirma que lo que quienes mandan en Europa desean hacer con Grecia es alinear sus salarios con los de Pakistán y Bangladesh, que a España y Portugal se les ha dejado sin industria y se les ha permitido desarrollar sus carreteras, ferrocarriles y aeropuertos "con el único fin de favorecer la circulación de mercancías alemanas y francesas". Así es que nuestra magnífica red de autopistas y autovías sólo se ha hecho para los camiones franceses y alemanes, porque Sami Naïr no debe pensar que a los pobres españoles nos puedan servir para nada.
Hay un método bastante útil para detectar si un análisis político va en serio o es básicamente retórico, el de comprobar si utiliza o no datos numéricos. Naïr no lo hace casi nunca, pero una vez que lo hace demuestra que para él los números no significan nada. Afirma en la página 55 que Europa ha concedido a la banca una ayuda de 4,5 trillones de euros. En español, como en francés, un trillón es un número que lleva dieciséis ceros, es decir descomunal, y 4,5 trillones es una cifra casi cien mil veces superior al producto bruto mundial: demasiado incluso para la conocida voracidad de los banqueros. Cabe la posibilidad de que el pernicioso influjo cultural de los Estados Unidos le haya llevado a confundir nuestros trillones con sus trillions, que tienen seis ceros menos (no hace falta ser licenciado en Ciencias Exactas para saber esto, basta consultar Wikipedia). En ese caso se trataría de 4'5 billones de euros, pero incluso esa cifra está inflada.