Miguel A. Delgado

Turner. Madrid, 2014. 220 páginas, 21 euros

No sólo inventan ellos. Si usted piensa que el único hallazgo patrio digno de mención es el submarino de Peral y Monturiol -y tal vez la fregona-, yerra. Hace cien años que el hiperactivo emprendedor Mónico Sánchez, de regreso de ultramar, armó en Piedrabuena, su pequeño pueblo manchego natal, el primer aparato de rayos X portátil. Sánchez llegó a exportar a Francia aquella máquina de alta frecuencia que podía "ver a la gente por dentro" hasta que el tren de la modernidad llevó al olvido su invención. Y qué decir del sabio Julio Cervera y Baviera que, a finales del XIX, pudo inventar la radio algunos años antes que Marconi. Dos genios olvidados del desierto científico español con una historia que merecía ser contada. Y ahí estaba el periodista Miguel A. Delgado (Oviedo, 1971).



Delgado recrea la época, recupera informaciones periodísticas y relata con precisión el azaroso camino que condujo a cada invención. Y dedica a Peral y Monturiol la tercera y más fascinante de sus historias: La tierra del capitán Nemo. Porque si el submarino es el invento español más conocido, no lo es tanto su insospechada motivación: la insistencia romántica y desesperada de un puñado de españoles por navegar bajo las aguas a la búsqueda de tesoros hundidos.



Inventar en el desierto arranca con una atinada reflexión acerca de las causas del atraso endémico de la investigación en España. Una rémora de siglos que ayer enfrentaba la incomprensión y hoy los recortes. Así, Delgado descubre en su espléndida indagación un legado de talentos individuales que, advierte, no bastan por sí solos. Hace falta un "suelo fértil", condiciones económicas, sociales y políticas favorecedoras. Tal conjunción se dio en las historias que relata. Su libro muestra que ayer, como hoy, la ciencia es el fruto de un heroísmo colectivo que implica a toda la sociedad.