Arnold I. Davidson

Traducción de J. G. López Guix. Alpha Decay. Barcelona, 2014. 168 páginas, 19'90 euros

El polifacético Arnold I. Davidson, profesor de Filosofía, Literatura Comparada, Historia de la Ciencia y Filosofía de la Religión en la Universidad de Chicago, supone una excepción entre los pensadores de tradición analítica. Formado en Harvard bajo el magisterio de John Rawls y Stanley Cavell, su interés por la filosofía del lenguaje y la formación histórica de los conceptos se ha enriquecido con la perspectiva procedente del ámbito de la filosofía continental. No en vano su principal referente es Michel Foucault. Davidson ha editado en inglés varios libros del pensador francés y su monografía La aparición de la sexualidad (2004) constituye una clara aplicación del trabajo genealógico foucaultiano a la "epistemología histórica".



En el volumen que ahora publica Alpha Decay, dentro de una colección codirigida precisamente por el propio Davidson, se recopilan tres artículos suyos que son otras tantas muestras de dicha metodología. Si no se tiene en cuenta esto, resulta difícil captar la conexión existente entre unos textos que tratan de cuestiones en principio tan dispares como los estigmas de San Francisco de Asís, la reflexión kantiana sobre las distorsiones de la razón o el acercamiento del Foucault tardío a la tradición de los ejercicios espirituales.



Por eso, el lector poco versado en la obra de Davidson hará bien en remitirse directamente al tercero de estos trabajos, donde se explicita la concepción de la filosofía que el autor comparte con Foucault, y que es la que orienta el sentido de sus incursiones en los más variados territorios culturales. Para Foucault y Davidson, antes que un discurso, la filosofía es una práctica, una forma de vida. Así lo era en el mundo antiguo. Por eso la crítica filosófica consistía ante todo en una transformación del ethos, de la manera de ser.



La estética de la existencia del último Foucault no sería entonces sino una alternativa laica a esas formas de espiritualidad de sesgo transcendente que han caracterizado a las religiones. El trabajo sobre las modulaciones históricas que el saber va adoptando para forjar nuevas concepciones del sujeto se convierte así en el gozne sobre el que giran los artículos aquí recopilados.



Davidson se pregunta, por ejemplo, qué redes de significado revelan los estigmas de San Francisco y estudia cómo surgió una nueva forma de misticismo, en la que la experiencia espiritual iba acompañada de transformaciones de carácter físico. Atendiendo a la evolución de la iconografía del milagro, muestra cómo las distintas versiones fueron adecuándose a las exigencias teológicas del momento. Situando estas variantes en su contexto histórico, descubre su lado más humano y contingente. De igual modo interpreta el ensayo La religión dentro de los límites de la mera razón. En él, Kant estaría sosteniendo fundamentalmente cómo, sin contar con la limitación de nuestra naturaleza, la religión deriva en fanatismo. Pero asumir que nuestra sed de lo suprasensible nace y se nutre de contingencias históricas no significa necesariamente invalidarla. Más bien -ésta parece ser la apuesta de Davidson- puede servir de estímulo para reconciliarnos con ella mediante el reconocimiento de que, incluso en un mundo desencantado, siguen siendo posibles otras formas de experimentar la dimensión del espíritu.