El final de la guerra. La última puñalada a la República
Paul Preston
2 enero, 2015 01:00Paul Preston. Foto: José Cuellar
A pesar de que no es uno de los asuntos más analizados por los historiadores de la guerra civil, tampoco sería exacto decir que el espinoso episodio del final de la contienda (el golpe de Estado del coronel Casado) haya sido totalmente olvidado o preterido por los especialistas. Sin ánimo de exhaustividad y limitándome tan solo a los últimos años, debo mencionar primero Así terminó la guerra de España, de Javier Cervera y Ángel Bahamonde (Marcial Pons). Precisamente, el último autor acaba de publicar este mismo año Madrid 1939. La conjura del coronel Casado (Cátedra). Aunque tenía un enfoque más amplio, es decir, no centrado en el episodio en cuestión, no podemos pasar por alto tampoco el volumen que cerraba la monumental serie de estudios de Ángel Viñas sobre la República y la guerra civil: nos referimos a El desplome de la República (Crítica), escrito en colaboración con Fernando Hernández Sánchez. Con todo, no deja de tener buena parte de razón Preston cuando subraya, en recientes declaraciones, que "la mayoría de los libros de la Guerra Civil despachan en cuatro páginas los últimos tres meses". Ese ha sido el motivo -"mi ignorancia", confiesa sin ambages- que le ha llevado a volver al conflicto para desentrañar esta "tragedia evitable".La talla como historiador de Paul Preston (1946) está fuera de toda duda. Es uno de los mayores hispanistas vivos, autor de obras indispensables, figura de referencia para varias generaciones de historiadores españoles. El problema está en que en un asunto tan mediatizado por las adscripciones ideológicas y opciones partidistas como la guerra civil, Preston representa la voz más reputada de un sector -llamémosle "progresista", aunque la propia denominación es discutible-. Una tendencia o postura que se vio revitalizada hace pocos años cuando se atrevió a usar para el propio título de su libro sobre la violencia hispana el emotivo y turbador término de "holocausto" (El Holocausto español. Odio y exterminio en la guerra civil y después, Debate). Simplificando, Preston es a la izquierda lo que Payne (que precisamente acaba de publicar una nueva biografía de Franco) es a la derecha: dos historiadores de primera magnitud que se han convertido en iconos de una determinada interpretación (en este caso antitética, naturalmente) de la guerra civil.
En su nueva obra Preston no defraudará las expectativas de sus muchos seguidores pero, de igual modo, renovará los recelos o simples rechazos que despierta entre sus críticos. No es para menos. Aquí, como otras veces, no hay medias tintas sino una franca contundencia. Preston analiza el final de la guerra en términos personalistas, con tres grandes protagonistas a los que se asigna un rol específico: Juan Negrín, el presidente del gobierno, es el héroe incomprendido o, peor aún, injustamente vilipendiado, al que se trata de no solo de comprender sino de exaltar. El coronel Casado es el traidor al que se dibuja con las más negras tintas en su triple faceta de político arrogante, militar mediocre y hombre irascible, egoísta y cínico. El tercero en discordia, el dirigente socialista Julián Besteiro aparece como una persona tan bientencionada como ingenua pero, a la postre, letal para la suerte de la República y para miles de hombres que terminaron inermes en las garras del enemigo.
Los lectores que hayan seguido las últimas aportaciones sobre la guerra civil se encontrarán por tanto con otro libro que trata de rehabilitar la figura de Negrín, en la línea de las investigaciones de Viñas o de recientes biografías (Miralles, Moradiellos, Jackson). La clave fundamental es la tesis de que incluso a las alturas del 39 la resistencia aún tenía sentido, que no era una mera ilusión esperar el impacto del estallido de la guerra mundial en el conflicto español y que, en todo caso, la forma en que se hizo la rendición fue la peor posible. A todo ello habría que añadir el oprobio de la traición para asestar "la última puñalada a la República". Como es habitual en sus obras, Preston desarrolla esta interpretación con brillantez y un considerable acopio documental, con una hábil utilización de los testimonios y memorias de los principales protagonistas del que fue el último acto de la tragedia de la República.