Alianza, 2015. 376 pp., 20'90E Ebook: 15'99€

Un libro como este, que lleva en la portada un retrato en primer plano del Caudillo y superpuestas en mayúsculas y grandes dimensiones seis letras (FRANCO), puede dar la impresión casi inevitable de que constituye una biografía más del dictador. Por eso, lo primero y más urgente para el crítico es aclarar que no se trata exactamente de eso. El subtítulo precisa más la intención del autor: trazar una biografía no tanto de la persona real -el militar, el político, el gobernante- cuanto del personaje -el "mito"- que la propaganda construyó para legitimar su poder, justificar sus decisiones y ensalzar su figura. Es verdad que este perfil de dirigente providencial se superpone al ser de carne y hueso, haciendo a menudo difícil la distinción entre uno y otro. Pero en todo caso ese el propósito que anima y singulariza este excelente estudio.



Para ello, Antonio Cazorla, profesor de la Trent University en Ontario (Canadá) y autor de otras relevantes publicaciones sobre el franquismo y su época, utiliza muchas aportaciones de los renovadores enfoques de historia social y cultural. Podría decirse por tanto que la cuestión medular de su obra es la "construcción política" de un líder mediante las técnicas y recursos del poder, desde los más brutales a los más sutiles. Su libro es una traducción, realizada por el propio autor, de un ensayo publicado primeramente en inglés, fuera de nuestras fronteras. Menciono este dato porque es relevante para encuadrar adecuadamente el volumen. Así, junto al lenguaje preciso y el tono divulgativo, el lector atento percibirá también un encomiable propósito de explicar la reciente historia española a un público no necesariamente familiarizado ni con la historia ni con España.



Otra de las virtudes del análisis de Cazorla es que adopta una sinceridad bastante inusual en nuestros lares. Tras autocalificarse de socialdemócrata pero no militante de partido, confiesa su antipatía hacia Franco, "convencido de que fue un hombre cruel, egoísta y un tirano que hizo mucho daño". Pero a continuación se retrotrae a sus años de niñez -el ambiente familiar, el entorno almeriense- para reconocer que, cuando murió el dictador, tanto él como los que le rodeaban sintieron una gran pérdida. Muchos, aún hoy, mantienen ese reconocimiento. ¿Por qué? Ese es el motor de la investigación que le conduce durante los siguientes capítulos a tratar de explicar una historia tan complicada como fascinante: cómo se urdió "la popularidad del Caudillo".



Ese recorrido por la vida de Franco está hábilmente distribuido en cinco capítulos que, además de seguir un orden cronológico, permiten vislumbrar una determinada faceta del General que implica un modo (distinto) de actuar y manifestarse en cada período específico. Solo al final se verá hasta qué punto esas imágenes resultan complementarias. Franco fue primero "héroe militar" (1912-1936), luego "salvador de España" en la guerra, "hombre de paz" tras la victoria, "gobernante prudente" entre 1947 y 1961 y modernizador desde comienzos de los años sesenta hasta su muerte. El capítulo sexto y último se dedica muy oportunamente a su memoria (1975-2014) para exponer en breves pinceladas cómo los historiadores, los políticos y no pocos españoles siguen juzgando ese pasado en términos de confrontación.



Cazorla mantiene por lo general un tono ponderado, sin que ello signifique en lo más mínimo una rebaja del tono crítico con respecto a la casi totalidad de los actos realizados por Franco, como militar y como jefe del Estado. Por otro lado, las "públicas virtudes" que tantos le admiraron -patriotismo, valor, equilibrio, paciencia, astucia- fueron, en su opinión, producto de una hábil y persistente hagiografía que empezó magnificando sus lances en tierras marroquíes y continuó hasta su lecho de muerte como "abuelo benevolente". En el último capítulo el autor sale del ámbito histórico y se sumerge en el debate político de la memoria histórica: la necesidad de sintetizar le lleva a posiciones un tanto estereotipadas en un terreno pantanoso. Concluye Antonio Cazorla su periplo arguyendo que lo peor, con todo, es que los españoles no hayan sabido construir en esta etapa democrática que ahora vivimos un legado o "espacio común" de la memoria y de la discusión racional -no visceral- sobre nuestro reciente pasado. Este libro, dice, quiere contribuir a ello.