Slavoj Zizek
Si la risa, tal como afirmaba Darwin, es un residuo de la época en la que, para defendernos de la hostilidad ambiental, no dudábamos en enseñar los dientes, parece lógico que un pensador de las características de Slavoj Zizek haya terminado cediendo a la tentación de recopilar sus bromas y chistes en un volumen. No en vano ya Bertolt Brecht observaba que nunca había encontrado a "nadie carente de sentido del humor que fuera capaz de entender la dialéctica".Excesivo, brillante, provocador, irritante, virtuoso del efectismo, obseso repetitivo... No es muy difícil escuchar en los cenáculos intelectuales calificativos parecidos atribuidos al filósofo esloveno Slavoj Zizek, nacido en Ljubljana en el año 1949. Y, en realidad, no puede negarse que algo de verdad hay en todos ellos. Porque hablar de este nuevo enfant terrible del pensamiento contemporáneo equivale a entrar en un terreno resbaladizo, paradójico, sobremanera estimulante.
En primer lugar, su creciente obra sorprende por estar jalonada por una incontinencia pública y prolijidad textual, por un desparpajo nervioso, por una agitación febril acicateada por los malestares culturales de nuestra actualidad. Zizek no se corta: habla de todo, con todos... parece omnipresente. Y como sabemos, estos son hechos que necesariamente exasperan a ese amigo de la discreción y alérgico a la insolencia que es el erudito tradicional: sedentario, tradicionalmente de digestión más lenta y de humor más sombrío. Más extravagancias: a primera vista, Zizek conjuga un estilo personal de escritura con una rara pasión política. De hecho, fue candidato a la presidencia de la República por su partido, el democrático-liberal esloveno, en 1990, según él con un objetivo: frenar la fiebre nacionalista propagada por Milosevic. Como botón de muestra de su desprecio por el "alma bella" del intelectual contemporáneo, baste recordar que más de una vez ha comentado, medio en broma medio en serio, que, de no haber sido filósofo, lo que más le hubiera gustado quizá habría sido ejercer como Ministro del Interior.
Por si esto fuera poco, el enfoque desde el que Zizek reflexiona es inusual. En el panorama actual nadie como él posee esa inaudita capacidad de relacionar los acontecimientos de la actualidad con categorías filosóficas abstractas. Pero, ojo, no nos equivoquemos aquí: no es un pensador fácil, y su objetivo no es tanto vulgarizar lo más elevado como elevar a concepto lo aparentemente más vulgar. En este sentido novedosa resulta también su utilización dialéctica de la broma más grosera o del chiste, una estrategia que el marxismo, salvo excepciones, no ha sabido explotar suficientemente. Sus ejemplos extravagantes, en muchas ocasiones tomados de producciones cinematográficas, fundamentalmente norteamericanas, así como su incesante búsqueda de complicidad con el lector, parecen atentar contra los clichés elitistas high culture de la teoría crítica de la sociedad.
En el libro que aquí reseñamos encontramos la "receta Zizek" con todos sus ingredientes básicos: mucho psicoanálisis, una pizca de análisis cinematográfico, abundante discusión con las distintas corrientes de la filosofía contemporánea en boga, todo acompañado de la explicación del funcionamiento ideológico del tardocapitalismo actual; y, eso sí, sazonado con abundantes chistes y anécdotas. Zizek aquí nos vuelve a mostrar por qué es el posmarxista que mejor ha sabido explotar el filón de aplicar intuiciones psicoanalíticas a problemas actuales como el racismo, el nacionalismo, el antisemitismo, el totalitarismo o la lógica de la mercancía.
Más allá de esto, el lector encuentra también en él una elogiable voracidad temática e interdisciplinar, siempre orientada y sujetada por las dos columnas vertebrales de su discurso: un materialismo marxista sui generis, muy modelado críticamente, no obstante, por el background de la disidencia en un país estalinista totalitario, y, de manera decisiva, el psicoanálisis en la versión "dura" desarrollada por Jacques Lacan.
Ciertamente, Mis chistes, mi filosofía no es más que u divertimento y su propósito no es otro que recopilar algunos momentos brillantes del pensador esloveno. No obstante, cometeríamos un error si despacháramos su lectura en términos despectivos. Los chistes de Zizek recorren momentos decisivos de nuestra historia: el socialismo, el capitalismo, Lenin, Bush, Juan Pablo II o Clinton adquieren otro ángulo de acercamiento gracias a la parodia. Al fin y al cabo, ¿no es Dios el bromista?