Tradución de J. Rus Sánchez y M. Lacruz Postfacio de Arcadi Espada. Funambulista. Barcelona, 2015. 488 páginas, 24€

"Un libro electrizante" que cambió para siempre su modo de pensar sobre la infancia y los niños. Es así como calificó Steven Pinker El mito de la educación, primera obra importante de una extraordinaria y peculiar investigadora que la escribió animada por el autor de La Tabla rasa. Se comprende el impacto cuando se publicó en 1998 ya que ponía en cuestión uno de los más asentados e indiscutidos pilares de la educación de unos padres responsables y dedicados, y fuente inevitable de sus futuros sentimientos de culpa: la responsabilidad de ser la más poderosa influencia en el tipo de personas en la que acabarán convirtiéndose sus hijos. Ese abrupto intento de demolición generó gran polémica a nivel mundial, con la feliz consecuencia de abrir nuevos y sorprendentes caminos en el campo de la psicología evolucionista. Nueve largos años más tarde de la aparición de su segunda parte en el 2006 en EEUU se publica en España como No hay dos iguales: individualidad humana y naturaleza humana, ampliación y consolidación de esta obra pionera.



Es especialmente satisfactorio escribir la reseña de un libro cuya autora provoca, no sólo admiración y respeto, sino una gran simpatía personal. Volvemos a encontrarnos con uno de esos personajes que sólo una forma de valorar el mérito sin encorsetamientos ni etiquetas como la americana permite que prospere. Efectivamente, Judith Rich Harris se sale del guión profesional canónico. La mujer que se atreve a discutir a los grandes no es una psicóloga doctorada, ni alguien que se haya forjado una carrera académica. Nacida en 1938, vivió en diversas ciudades americanas hasta establecerse en Arizona, cuyo clima era más favorable para la salud de su padre, afectado por una enfermedad autoinmune. No será esta la última vez que la enfermedad condiciona su vida. Tras su graduación, empezó a trabajar como asistente de enseñanza en Psicología y de investigación en diversos centros universitarios. Pero esta vez fue ella la que resultó víctima de lo que parece ser un trastorno autoinmune familiar. Desde finales de los años 70, a causa de la llamada enfermedad mixta del tejido conectivo, se vio obligada a permanecer en cama largas temporadas, tiempo que ocupó escribiendo para revistas especializadas y elaborando un modelo matemático para la búsqueda visual. También varios libros de texto, entre los que destacan The Child e Infant and Child.



Dotada de una mente inquisitiva y de una gran pasión por la verdad, podemos imaginarla tal como disfruta presentándose: como la clásica autora de novela negra, entusiasta de las labores de ganchillo, que ocupa su aguda mente, no en resolver asesinatos, sino en hundir su bisturí en las zonas inexploradas de la psicología evolucionista. Una detective obligada a permanecer en casa pero dotada de las poderosas herramientas que pone a su disposición el SXXI: Internet y su red de información y de eficaces informadores. Y lo que parecía iba a ser un hándicap insalvable para su desarrollo profesional y formativo resultó ser una riquísima fuente de oportunidad: el alejamiento de la vida académica y sus servidumbres ha permitido a Rich Harris ser novedosa, original y osada en lo científico, y amena, accesible y punzantemente divertida en lo literario. De nada han valido las burlas de los más reputados académicos, pues se ha batido con todo, también con Frank Sulloway y su teoría de los nichos de personalidad que ocupan los hermanos en la familia.



Desde la lógica evolucionista, la teoría que propone JR Harris se apoyará en tres sistemas que de alguna manera cablean nuestro cerebro. El sistema socializador, que se refiere a la lengua, las costumbres y las habilidades. El sistema forjador de relaciones, que distingue características personales para que podamos relacionarnos con los demás en la forma apropiada. Y el que es clave para comprender todo el conjunto y que, para la autora tiene "la culpa" de en última instancia de todo: el del estatus.



El libro que publica Funambulista tiene aspecto de ser un hijo muy deseado. Cuenta con una hermosa confección que se arropa con una cálida nota de su editor, Max Lacruz, y unas palabras de Arcadi Espada, con quien compartí en su día los placeres de nuestro común descubrimiento: la intrépida mujer de mala salud de hierro que con encantadora perversidad nos arruinaba convicciones largamente sostenidas enfrentándonos a lo desconocido. Conseguir que esto no nos hunda y que encima nos fascine es el principal misterio de la portentosa detective Harris.