I conde de Romanones
"Poseer no es un vicio sino un talento del cual son capaces los menos". Esta cita de Oswald Spengler, que figura en mayúsculas en la contraportada, nos introduce con precisión en el tono y el ambiente del selecto círculo de privilegiados que retrata con esmero el joven historiador Miguel Artola Blanco. "Clase ociosa" la llama con acierto el autor siguiendo a Thorstein Veblen y utilizando en su caracterización algunas acuñaciones teóricas de las recientes aportaciones de la historia cultural y la sociología (Lawrence Stone, David Cannadine, Pierre Bourdieu), sin que en principio quepa entender que ello conlleva matiz peyorativo alguno.No obstante, forzoso es reconocer que, en un medio como el nuestro, todo lo relativo a la aristocracia despierta sentimientos contradictorios, una fascinación algo morbosa compatible con un discurso políticamente correcto de rechazo frontal, deudor de la ética del mérito y el trabajo. Creo que esa es precisamente la razón de que existan tan pocos estudios sobre ese segmento social en el ámbito historiográfico español, como si estudiar a "los ricos" fuera un objetivo innoble -por decirlo de modo paradójico- o incluso sospechoso (de simpatía o connivencia). Excepciones serían en este contexto los libros de Mercedes Cabrera (que firma aquí el prólogo) y Fernando del Rey sobre la clase empresarial, a los que habría que añadir las biografías sobre personajes o familias excepcionalmente relevantes en ese medio, como Romanones, Gamazo, Medinaceli, Urquijo, Primo de Rivera, Alba, etc.
Pero el fin que persigue Artola en este libro no es tanto centrarse en las figuras más relumbrantes de ese "gran mundo" -aunque algo de ello resulta inevitable- como retratar un modo de vida (ocio, lujo, prestigio) y, sobre todo, documentar de modo pormenorizado una época (la primera mitad del s. XX) que significa el canto del cisne de la aristocracia tradicional. Para cumplir ese propósito Artola se centra en la capital, Madrid, y utiliza fuentes muy diversas -algunas inéditas o poco estudiadas, como los informes de rentas del período-, así como otros materiales de archivo, memorias y documentos de la época. No en vano el libro que comentamos procede de una tesis doctoral, cosa que se nota para bien (en su pretensión de exhaustividad) y en casi nada para mal, porque está escrito de forma clara y amena.
Dividido en dos partes que tienen a la proclamación de la República (1931) como momento clave de bisagra, la primera analiza las bases económicas del sector (sus fuentes de riqueza: rentas, posesiones, cargos), sus "señas de identidad", sus "espacios exclusivos", las formas de consumo y los tentáculos políticos. En la segunda parte se da más importancia a la situación política y social, porque las grandes convulsiones del período -las reformas republicanas, la guerra civil y el triunfo del franquismo- significarán un cambio fundamental en las bases de poder, condiciones de vida y estatus de esta elite conservadora y tradicional.
Frente a la visión convencional y maniquea de que el nuevo Estado instaurado por el Caudillo supuso la vuelta de esta rancia nobleza a sus antiguos privilegios, Artola muestra que, aunque en una pequeña parte fue así, en conjunto el sistema político que se consolida en España tras la contienda conlleva el socavamiento del poder de esta aristocracia, sustituida por un sector más oportunista y dinámico de estraperlistas, comerciantes y nuevos ricos. Es decir, el fin definitivo de la clase ociosa, un sector que en buena parte de Europa y América había conocido su momento de esplendor entre las décadas finales del siglo XIX y la I Guerra Mundial.
En España ese declive llegó un poco más tarde, pero se produjo de forma no muy distinta a lo que ocurrió en otras partes del mundo. En las coordenadas españolas, la guerra civil fue indudablemente un factor que aceleró el proceso pero que no constituyó exactamente, como al contrario suele pensarse, un antes y un después. Simplemente, el franquismo impuso una modernización autoritaria del país que necesitaba de nuevos protagonistas económicos, sociales y políticos. En esa coyuntura la "clase ociosa" (terratenientes, rentistas, etc.) no podía actuar como si nada hubiera pasado y recuperar sin más el estatus del que había gozado durante la Restauración. Ya no pintaba nada en un mundo que se había transformado drásticamente.