John Higgs. Foto: Taurus

Traducción de Mariano Peyrou. Taurus. Barcelona, 2015. 360 páginas, 21'90€. Ebook: 9'99€

¿Se puede entender el siglo XX? La pregunta puede parecer elemental pero sería bueno que nos contuviéramos unos segundos antes de contestar de forma afirmativa, que es lo que en principio nos pide el cuerpo (o las exigencias de la razón humana, que difícilmente admite que algo sea incomprensible).



Todo dependerá, como se le alcanza a cualquiera, del nivel al que queramos colocar el listón del mencionado entendimiento. Si nos limitamos a lo más sencillo, a constatar lo evidente, diremos con el autor de esta obra que hay miles de libros de historia del siglo XX. La mayoría de ellos, "escritos por políticos o periodistas", es decir, "con una fuerte orientación política". Hay otros muchos libros que analizan el arte o la ciencia, pero coinciden con los anteriores en que "convergen en autopistas muy transitadas". El polifacético e inquieto John Higgs (periodista, productor y ensayista de variado registro) se propone adoptar un punto de vista diferente.



Su punto de partida es una extraña impresión que le surge al visitar una exposición en la Tate Modern londinense. El brusco tránsito de un siglo XIX idílico a un XX angustioso le lleva a una reflexión perpleja e inquietante: "¿qué demonios le sucedió a la psique humana a comienzos del siglo XX?". La historia tradicional, con su insistencia en los eventos más llamativos (guerras, crisis económicas, revoluciones, etc.) "no logra explicarnos el paso al mundo actual". Hace falta, sugiere Higgs, un cambio de perspectiva: "observar lo que fue verdaderamente nuevo, inesperado y radical". Aunque no nos guste, debemos admitir que "el territorio del siglo XX incluye zonas oscuras, bosques espesos y profundos" que desafían las explicaciones convencionales. No es menos cierto, por otro lado, que hallar "un sendero distinto para recorrer este territorio es un reto formidable". Ese el reto que se propone Higgs en esta obra.



Es verdad que este libro trata de las grandes guerras, los cambios políticos, las crisis económicas, los avances científicos o las innovaciones artísticas, como no podía ser menos, porque todos esos elementos forman parte del siglo XX. También menciona en múltiples ocasiones a Hitler, Stalin, Margaret Thatcher, Einstein, Bertrand Russell, Joyce o Picasso, porque ellos son algunos de los grandes protagonistas de la época que ningún ensayo puede obviar. Pero incluso cuando aborda lo más inexcusable o consabido, lo trata de hacer desde un ángulo diferente. Y siempre, en todo caso, Higgs busca el hecho nimio o el personaje de tercera fila -los ingredientes habitualmente desechados en las historias tradicionales- para convertirlos en exponentes o símbolos de un momento histórico determinado.



Por si ello no fuera suficiente, el autor se empeña en hallar los lazos ocultos que ligan acontecimientos y protagonistas de mundos distintos, incluso contrapuestos: así, menciono para que se hagan una idea, vincula el terrorismo anarquista con la teoría de la relatividad, coloca La interpretación de los sueños de Freud tras relatar el estreno de La consagración de la primavera de Stravinsky y aludir a Sherlock Holmes, o explica los más alambicados conceptos de la física cuántica (Max Planck) atendiendo a una analogía desconcertante (una supuesta foto de Vladímir Putin peleándose con un canguro).



Eso significa sobre todo, una cosa: si el lector quiere disfrutar este ensayo, tendrá que librarse de sus prejuicios o de ideas convencionales para entrar en el juego que le propone Higgs. Es obvio que no todo el mundo entiende ese tipo de trato y no podemos dejar de mencionar que el autor muchas veces se pasa, como decimos coloquialmente. Si están buscando un análisis sesudo y profundo de los grandes vectores del siglo, es evidente que este no es su libro.



Higgs peca de superficialidad, es cuanto menos impreciso, no discrimina muchas veces lo anecdótico de lo sustancial y mete demasiadas cosas heterogéneas en el mismo saco. "Los genocidios -dice, por ejemplo- surgieron al confluir la tecnología, el nacionalismo, el individualismo y la llegada al poder político de algunos psicópatas" (p. 111). Ahora bien, si entran en el juego, es muy posible que los lectores pasen un buen rato. El libro se lee con facilidad, es ameno y en muchos momentos fresco y sorprendente. Y reconozco que en algunos pasajes hasta hace que nos replanteamos algunas verdades establecidas. No es poco.