Julio Llamazares: "España no acaba de ser un país normal, el nacionalismo es un problema del XIX"
Julio Llamazares. Foto: Sergio Enríquez Nistal
De Babia a los cerros de Úbeda, de la Ínsula de Barataria a Fuente Obejuna, entre Pinto y Valdemoro y de Jauja a las Batuecas, Julio Llamazares se ha lanzado a revisitar leyendas y verdades de un pasado legendario y, sobre todo, muy literario, en el que no faltan ni el Quijote ni San Juan de la Cruz. Ahora, para empezar, el leonés comienza negando la mayor: no es, dice, "vagamundo vocacional, ni siquiera un vagamundo, palabra que, por cierto, me gusta mucho más que su corrupción coloquial de vagabundo". No, Llamazares cree, "como en la canción, que el vagamundo es el propio mundo que va girando en torno a ti, no tú porque te propongas serlo". Lo que sí se propone y no siempre consigue es estar en Babia porque, insiste, "no es fácil. A tu pesar, te vienen a buscar aunque estés ensimismado en tus historias... Nadie parece creer que escribir es un trabajo, placentero, pero un trabajo. Mi problema es que no sé decir que no, a veces pienso que por cobardía. Me comprometo a participar en distintos actos porque me gusta ayudar a caminar a mis libros, y a veces vuelvo a casa pensando en todo lo que podía haber escrito en esas horas perdidas. Otras, en cambio, resulta muy enriquecedor, porque como la escritura es una labor tan solitaria, algunos encuentros con lectores te permiten descubrir en tus libros nuevas perspectivas de las que no eras consciente en absoluto". Ayer, por ejemplo, tuvo uno de esas citas felices, pero anda hoy agobiado porque tiene un artículo que entregar, y no consigue cuadrar su rutina de escritura y reescritura constante. La última la efectuó precisamente con el Atlas de la España imaginaria, porque fue primero una serie periodística que llevó a cabo con el fotógrafo José Manuel Navia. "La idea de convertirla en libro fue de Diego Moreno, el director de Nórdica, que es su verdadero autor", dice Llamazares. "Si de algún libro se puede decir que es un libro de editor es éste. Diego es el que ha compuesto el libro desde la primera a la última página, el que ha buscado las ilustraciones, el que ha decidido la disposición de los textos y de las fotografías, hasta es el autor del título, que es mejor que el que yo le había propuesto: La España imaginaria. La palabra Atlas le da una dimensión romántica, geográfica, poética, que La España imaginaria a secas no tendría. Yo sólo he corregido los artículos porque el lenguaje del artículo no es el mismo que el de un libro y su ritmo tampoco". Pregunta.- ¿Es Babia su lugar mítico favorito, por encima de Jauja o las Batuecas? Respuesta.- Todos los lugares míticos lo son por algún motivo. Y cada uno tiene sus peculiaridades. Lo que les iguala a todos es que ninguno existe realmente; quiero decir que la realidad y el mito se complementan en ellos convirtiéndolos en ensoñaciones. Así que decir que uno es mejor que otro... Yo no me atrevería a decirlo.P.- ¿Podría ser Vegamián, su pueblo natal, anegado para construir un pantano, su paraíso perdido? R.- Vegamián simboliza muchas cosas para mí, pero no la idea del paraíso perdido. Y menos después de ver sus despojos enfangados con ocasión de un desembalse del pantano, que es cuando yo conocí realmente mi pueblo. Cuando lo sumergieron tenía trece años años y además vivía ya lejos de él. La verdad es que no sabría decir cuál o cómo sería ese paraíso soñado. Pero cada vez más me lo imagino sin personas. Cualquier valle de la montaña de León, por ejemplo, o de Soria, que es una tierra por la que siento debilidad, pero sin gente. La gente lo estropeamos todo. P.- La literatura, ¿es una buena patria? R.- La literatura es la única patria del escritor. Y, a veces, también de los lectores. P.- No es el caso del Atlas pero en sus novelas, como en las de casi todos, cada vez están menos claras las fronteras entre la ficción y la no ficción. R.- Sí, será el signo de los tiempos. Todo está contaminado, la literatura en general, y la vida, y el periodismo. Los géneros se polinizan cada vez más."Mi paraíso perdido más íntimo y personal lo imagino sin personas. La gente lo estropeamos todo."
Adocenamiento del lector
P.- ¿Cómo se distingue entonces la alta y la baja literatura? R.- No estoy seguro. Sólo sé lo que es la literatura, y que el 90 por ciento de lo que se publica en España no tiene nada que ver con ella. La literatura es la conversión de la escritura en arte, es escritura más poesía, y ahora la mayor parte de lo que se edita es puro entretenimiento, puro adocenamiento del lector. No se intenta conmover al lector, ni hacerle pensar ni ayudarle a forjar un pensamiento crítico. P.- De alguna manera, sus libros (novelas, relatos y libros de viajes) reivindican la importancia de la memoria. ¿No es una aventura imposible en este país voluntariamente desmemoriado? R.- Imposible no, pero sí difícil. Por otro lado, cada vez estoy más convencido de que la única memoria posible es la personal. La colectiva lo problematiza todo. Y más en este país en el que más que la memoria histórica parece que lo que se persigue es el olvido histórico. Por intereses de una gran parte de la sociedad, por supuesto. En España hay mucha gente que no quiere recordar. Ellos sabrán por qué. P.- ¿Por qué parece tan necesario comprender el pasado y combatir tantos silencios cómplices?R.- Porque hay una idea falsa de lo pasado como algo muerto, inservible. Cuando, al contrario, el pasado es la esencia de lo que somos y de lo que seremos en el futuro. Pasa con las personas y pasa con las sociedades. Por eso el estudio de la historia es tan necesario. La historia es tan importante como las tecnologías, entre otras cosas porque éstas han tenido también una evolución histórica. Pensar que un ordenador surgió de la nada es lo mismo que creer que el hombre cayó del cielo."No sé si se escribe impunemente lejos de capillitas y modas, pero sí se escribe muy a gusto. Yo escribo para ser feliz"
La venganza del tiempo
A vueltas con el pasado y la memoria, resulta que Llamazares fue uno de los primeros narradores en cuestionar la transición, porque, como ahora recuerda, "desde mi primera novela he escrito de aquéllos que llevan las de perder, de los héroes anónimos que nunca protagonizan los titulares de los periódicos, por eso doy la impresión de estar a la contra". Ahora, con la distancia que da el tiempo, condidera que la transición fue una invención política que sirvió para salir de una dictadura, pero que "estuvo llena de claroscuros y de injusticias. Y eso se está viendo ahora más claramente. En cualquier caso, las épocas históricas hay que juzgarlas desde la perspectiva de cuando sucedían, no de la del actual momento. Así que no seré yo el que condene la transición, como tampoco la ensalcé cuando sucedía. Además, la transición aún no ha terminado. Mientras queden por resolver los problemas catalán y vasco y mientras en las cunetas quede un solo muerto nadie podrá decir que la transición ha acabado en España". P.- Se suele acusar a los escritores españoles de permanecer ensimismados, como en Babia, ante los graves problemas de nuestro tiempo. ¿Qué ha pasado con el intelectual comprometido de antaño, el tiempo lo ha desautorizado o se ha rendido ante las estrategias del mercado? R.- Ha pasado que a los intelectuales nadie les hace ya ni puñetero caso. Aparte de que yo no sé qué es un intelectual. Yo por lo menos no lo soy. Y cuando escucho a alguien decirlo de sí mismo siento vergüenza ajena. P.- ¿Qué sería preciso para transformar a las nuevas generaciones, adictas a las redes, en "devoradoras" de libros? R.- Si yo lo supiera empezaría por practicar con mi propio hijo. Yo creo que no hay que dramatizar en esto. La gente tarde o temprano acaba leyendo. Y el que no lo haga peor para él. El placer no se puede imponer por ley. Respecto a la enseñanza te digo lo que me dijo un día un profesor de Instituto amigo: el problema de la enseñanza en España es que todo el mundo opina de ella menos los que nos dedicamos a su ejercicio profesionalmente. P.- Bueno, acaba de hacerlo José Antonio Marina y ha propuesto que cobren más los mejores profesores... R.- El problema es quién determina quiénes son los mejores. ¿Lo deciden otros profesores, los alumnos, los padres, que ahora parecen saber tanto de pedagogía? ¿Con qué criterios? ¿Se tendría en cuenta las ventajas y desventajas culturales y sociales de los alumnos? Parece una medida lógica, pero creo que es mucho más importante dar al maestro el valor que siempre tuvo, devolverle su statu quo. Es el gremio más noble que existe, porque enseña bastante más que conocimientos, enseña el gusto por saber, el disfrute del conocimiento, el pensamiento crítico, y eso no se paga con dinero. No es cuestión de euros sino de devolverles la dignidad y el respeto que siempre tuvieron.En esa línea, Llamazares reconoce su estupor por el constante cambio de planes de estudios y, sobre todo, por ese afán de apostarlo todo a las tecnologías y relegar el estudio de las humanidades. "Es una barbaridad", lamenta, "porque con eso estamos renunciando a la formación humana del individuo, nada menos. La propia palabra: humanidad, lo dice. Quizá por eso, España no acaba de ser un país normal. Vivimos con un pie en el siglo XIX y otro en el XXI, con el auge de los nacionalismos por un lado y la obsesión por las redes por otro. Y todavía estamos dándole vueltas a problemas como el nacionalismo vasco y catalán, y tenemos cien mil cadáveres en las cunetas. No, España no acaba de ser un país civilizado y seguramente tan aburrido como los países del centro y del norte de Europa". P.- Ahora que menciona las redes, ¿podrían ser la Jauja actual, ya sabe, el lugar donde todo parece posible y los ríos son de leche y miel? R.- En absoluto. Jauja es precisamente todo lo contrario a internet, ese lugar en el que vives feliz sin que nadie te moleste con sus continuas ocurrencias y donde nadie puede asaltarte con sus requerimientos. Las redes sociales a mí me parecen una pesadilla. P.- Hace tiempo aseguraba sentirse libre, "fuera de juego desde que tengo uso de razón". ¿Cuál ha sido el precio de esa libertad? ¿Se escribe lejos de capillas y modas impunemente? R.- Impunemente o no, lo que sí sé es que se escribe muy a gusto. Y yo escribo para ser feliz. @nmazancot"Mientras no se resuelvan los problemas vasco y catalán y quede un solo muerto en las cunetas la transición no ha acabado"