Dalton Trumbo 'recuperó' su identidad en los años sesenta

Era el guionista mejor pagado de Hollywood, pero durante la Caza de Brujas cayó en desgracia. Pasó por la cárcel y se exilió en México. Y ganó dos Oscar ocultándose tras varios seudónimos. Dalton Trumbo (Navona), de Bruce Cook, del que ofrecemos un adelanto, narra las muchas, y fascinantes, vidas de un hombre que nunca se traicionó a sí mismo

Fueron diecinueve los cineastas citados en 1947 para declarar frente al comité de Actividades Antiamericanas del Congreso. Diez de ellos, los Diez de Hollywood, se acogieron a la Primera Enmienda -la que garantiza la libertad de expresión- y se negaron a abrir la boca. Uno era Dalton Trumbo (1905-1976), el guionista mejor pagado del país. "Trumbo era millonario, vivía en una gran mansión, pero entendió que debía renunciar a todo ese lujo porque ni quería inculparse a sí mismo ni quería inculpar a los demás", dice José Luis Piquero, traductor de Dalton Trumbo (Navona), de Bruce Cook, biografía publicada en 1977 que ahora llega, por fin, a las librerías españolas.



Cárcel, exilio y triunfo

Cook narra en su libro el triunfo, la caída y el posterior y definitivo ascenso de un hombre cuya integridad constituye, junto a la del citado grupo de insumisos, una excepción dentro de aquella izquierda estadounidense que, como dejó dicho Orson Welles, "se traicionó a sí misma para salvar sus piscinas". Los Diez de Hollywood fueron condenados a un año de cárcel por desacato y casi todos tomaron al salir el camino del exilio. Trumbo (como, entre otros, Michael Wilson, guionista de El puente sobre el río Kwai y, según Cook, "uno de los pocos que puede medirse de tú a tú con Trumbo") dio lo mejor de sí durante esos años, siempre con seudónimo, primero desde la cárcel y más tarde desde México, adonde llegó, explica Piquero, con "bastantes ínfulas".



Cruzó la frontera con algunos colegas de oficio que, como él, habían sido laminados por sus ideas. "En México se fue a vivir a una mansión y contrató un servicio -detalla el traductor-. Pensaba que no tendría dificultades para encontrar trabajo en la industria cinematográfica mexicana, pero no fue así. Entonces, por necesidad, volvió a escribir para Hollywood, aunque no podía firmar sus guiones". Lo extraordinario es que Trumbo, sobre cuya figura se estrenará el próximo 15 de enero un biopic protagonizado por Bryan Cranston (Breaking Bad), ganó entonces dos Oscar (Vacaciones en Roma y El Bravo) que nunca llegaría a recoger: la industria premiaba su trabajo sin sospechar que lo premiaba a él.



Era su singular modo de librar, desde el exilio, la batalla de las ideas. Unas ideas, por cierto, que según dice su hijo en Trumbo y la lista negra, el documental de Peter Askin, estaban mucho más lejos del comunismo que de la Constitución americana. Según Piquero, "él creía que el problema debían solucionarlo los represaliados desde dentro, rompiendo la lista negra a fuerza de inundar el mercado de guiones escritos por los innombrables".



Nacido en un pequeño pueblo de Colorado, Trumbo comenzó trabajando de panadero, fue crítico de cine, colocó algunos relatos en revistas y, antes de firmar sus primeros guiones, se fogueó como "negro" de un tal barón Friedrich Von Reichenberg, que le contrató para escribir una biografía de Metternich; Trumbo la terminó en seis semanas, cobró y pasó a otra cosa: "No soy el mejor guionista de Hollywood -dijo años después-. Pero soy, sin discusión, el más rápido".



"Lenin tenía razón"

Cook desvela también algunas interioridades del Partido Comunista estadounidense bajo el liderazgo de Earl Browder, un moderado al que desalojaron por blando después de que el muy influyente Jacques Duclos lo señalara en un artículo. "Entre los que, como Trumbo, ingresaron en las filas del Partido, había sin duda marxistas pero también liberales de izquierdas, activistas sindicales y personas sinceramente comprometidas con un cambio social del sistema", señala Piquero. "La cuestión es esta -terció una noche, en una discusión, el guionista-: si Lenin tenía razón, entonces Earl Browder estaba equivocado... y viceversa. Prefiero creer que Lenin tenía razón".



Con todo, Trumbo no fue de los peor parados durante la Caza de Brujas: al menos pudo ejercer de nuevo. En los sesenta "recuperó" su identidad, volvió a ser Dalton Trumbo (depuso sus al menos trece seudónimos, incluido el de Robert Rich, oscarizado guionista ficticio), en parte por la insistencia de Otto Preminger, que exigió su inclusión en los créditos de Éxodo. Por aquella época, ya rehabilitado, firmó el guion de Espartaco, de Kubrick, y recuperó su anterior estatus de estrella. "Así desenmascaró la hipocresía de Hollywood -dice el traductor-, algo que hubo de reconocer hasta el presidente Kennedy, que vio la película y le gustó, lo que supuso todo un espaldarazo".



Sin embargo, según se desprende de esta biografía, una gran frustación lo acompañó hasta el final: la de no ser reconocido como un gran novelista. Aunque ahí está, entre otras menos conocidas, Johnny empuñó su fusil, que a principios de 2015 recuperó también Navona. Publicada poco antes de la invasión nazi de Polonia, se trata, según Piquero, "es el mayor alegato antibelicista de una época que no tardaría en contemplar las hogueras de Hiroshima y Nagasaki, de Auschwitz y Treblinka". Trumbo dirigió su adaptación en 1971, pero no funcionó. Dos años después reescribió, con el rodaje ya en marcha, el guion de Papillón ("un puto libro aburrid", dijo), obra de Lorenzo Semple Jr., con el fin de que Dustin Hoffman tuviera un papel a su medida. Iba escribiendo las escenas que se rodarían al día siguiente. "Es una muestra de cómo trabajó siempre",concluye el traductor. Más viejo, y otra vez rico, siguió trabajando hasta que en 1976, a los setenta años, murió de un ataque al corazón.



@albertogordom

Dalton Trumbo

Cuando Otto Preminger llegó la tarde siguiente, Trumbo ya había leído la novela. Le sentó en su estudio y le dijo que era imposible trasladarla tal como estaba escrita: había demasiadas historias en ella. Le preguntó cuál de ellas quería contar en la película. Y cuando Preminger le dijo, tal como Trumbo había imaginado que haría, que por supuesto quería mostrar el nacimiento de Israel, Trumbo dijo: "Bien. Vamos con ello".



Trabajaron en estrecha colaboración en el guion. Preminger llegaba cada mañana a las siete en punto a la casa de Trumbo en Highland Park. Juntos examinaban las páginas que Trumbo había terminado y entregado la noche anterior. Luego discutían las escenas que escribiría ese día. Preminger se marchaba y Trumbo volvía a ponerse manos a la obra, reescribiendo el trabajo de la noche anterior según las sugerencias de Preminger para luego escribir el material nuevo que le entregaría al director esa misma noche. Para ello quedaban a la hora de cenar, se tomaban un Martini y Preminger se marchaba con las páginas del día. El proceso se repitió día tras día durante más de un mes. Trabajaron en Navidades y el día de Año Nuevo de 1960, y Trumbo se tomó una hora libre la mañana de Navidad para abrir los regalos con su familia. Preminger estaba presente y aguardando, como un Scrooge teutónico. Cuando terminaron, ambos se dirigieron inmediatamente al estudio de Trumbo y siguieron con su programa. Pero el ritmo que se habían marcado dio sus frutos. Cuando Preminger dejó Los Ángeles rumbo a Nueva York a mediados de enero llevaba el guion terminado de Éxodo bajo el brazo. Cuando el guion empezó a cobrar forma y la tarea que había parecido tan onerosa parecía mostrarse al menos posible, Otto Preminger se permitió bromear un poco. Empezó a decir a Trumbo que si la película salía mal se aseguraría de cargarle a él con las culpas. Con ese clima entre ellos, la llamada que Trumbo recibió desde Nueva York el 19 de enero no fue una completa sorpresa. Era Preminger: "Tu nombre aparece en la primera página de la edición vespertina de The New York Times", dijo. "Te he anunciado como el autor de Éxodo".



Continúa un fragmento más extenso de la biografía de Dalton Trumbo