Memoris del Cigarral. 1552-2015
Gregorio Marañon y Beltrán de Lis
11 diciembre, 2015 01:00El doctor Hernando, Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, en el Cigarral que rememora el autor
Sólido, bello, bien confeccionado, este volumen reclama atención y desvela su contenido desde la excelente fotografía de su portada. En ella, Gregorio Marañón y Bertrán de Lis (Madrid, 1942), segundo Marqués de Marañón con Grandeza de España, abogado, mecenas y muchas cosas más, aparece sentado sobre un banco de granito en el jardín del Cigarral, que perteneció a su abuelo, Gregorio Marañón, con Toledo a sus espaldas. Se denomina cigarral a las propiedades situadas sobre las alturas que bordean la orilla sur de río Tajo a su paso por Toledo. Dichas fincas suelen contar con una vivienda principal, una casa para los guardeses, que reciben el nombre de cigarraleros, y otro tipo de edificaciones, cuadras o almacenes. Los Cigarrales mantienen con el Toledo situado en lo alto de su colina un juego de perspectivas cargado de significado histórico y cultural. Como verá el lector del volumen, sus amplios espacios conforman algo que va más allá de las meras fincas de recreo o de explotación agraria. Algo que cristaliza en el Cigarral de Menores.Según relata Gregorio Marañón y Beltrán de Lis (GMBL), la idea de escribir Memorias del Cigarral arranca de la primera vez que Mario Vargas Llosa visitó su propiedad con motivo de las conferencias que en 1996 ambos dieron en San Pedro Mártir sobre el libro de Gregorio Marañón, Elogio y nostalgia de Toledo. Sobre el texto de su intervención, GMBL comenzó a pergeñar un empeño que en el verano de 2011 se convirtió en un propósito ineludible.
Este tomo es para disfrutarlo. Su papel couché, su gramaje y una composición que deja abundantes espacios en blanco dan cabida a un equilibrado reparto entre lo escrito y las espléndidas fotografías que tan bien informan al lector. Para mejorar la lectura, GMBL ha dispuesto ciento cincuenta notas para situar a los numerosos personajes, y sus circunstancias, que pueblan estas páginas.
Más allá de la cuidada estética que caracteriza este volumen, su contenido obedece a un planteamiento clásico en el que el comienzo está dedicado a la etimología y a los orígenes históricos de los cigarrales. De ahí que los acontecimientos que rodean al Cigarral que compra y transforma el presbítero impar Jerónimo de Miranda (1552-1619), precursor de lo que luego sería el Cigarral de Gregorio Marañón (1887-1960), ocupen un primer segmento del libro. La cesión testamentaria de Jerónimo de Miranda a la Orden de los Clérigos Menores, la decadencia de Toledo, la Desamortización y otras vicisitudes llevan el relato hasta los años en que la ciudad adoptiva de El Greco recupera esplendor. Tiempo en el que intelectuales y pintores, en la segunda década del siglo XX, redescubren al pintor.
En 1921 "el médico más prestigioso de España" adquiere el Cigarral y lo apellida "Los Dolores" en honor de Lola Moya, el amor de su vida y madre de sus cuatro hijos. Tiene treinta y tres años, ha heredado y ya es una figura científica e intelectual. El Cigarral se convierte en un eje de la vida familiar, creativa y cultural de Gregorio Marañón y de lo más granado del pensamiento de la época. La recreación de los años que discurren hasta su muerte en 1960, un dialogo entre abuelo y nieto ilustrado con gran documentación fotográfica, pega los ojos del lector al libro.
Ya en el último tercio de sus páginas, Memorias del Cigarral toma su tono más autobiográfico. En 1976 muere Lola Moya y en 1977 su familia le anima a comprar el Cigarral. GMBL es ya "director general del Banco Urquijo" y apunta maneras de lo que luego sería: uno de los más brillantes miembros de la "generación de la Transición".
Con su nuevo dueño, la finca recupera su vieja denominación, Cigarral de Menores. Se convierte en Monumento y en espacio ético de familia y cultura.