Image: Instrumental. Memorias de música, medicina y locura

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Ensayo

Instrumental. Memorias de música, medicina y locura

James Rhodes

8 enero, 2016 01:00

James Rhodes. Foto: Blackie Books

Traducción de Ismael Attrache. Blackie Books. Barcelona, 2015. 280 páginas, 19'90€

Sorprende que esta desgarradora autobiografía, de un exitoso concertista de piano conocido en todo el mundo, haya sido escrita y más aún que haya sido publicada. Es el relato de vida de un niño que fue violado entre los cinco y los diez años con consecuencias indelebles a lo largo de toda su existencia. Hace dos o tres décadas es muy dudoso que este libro hubiese podido salir a la calle.

James Rhodes nació en 1975 en Londres, en el seno de una familia judía de esa magnífica clase media europea que cuenta con un espléndido capital cultural y social. Sus padres le enviaron a un buen colegio privado para chicos. En palabras de una de sus profesoras "era un niño adorable, de pelo oscuro y movimientos ágiles, que tenía una sonrisa que desarmaba". Un chico brillante que a los cinco años demostraba una considerable autoconfianza y una curiosa capacidad para la música. Sus padres -continúa la misma profesora- "eran personas encantadoras, grandes triunfadores, y vivían en la misma calle en la que estaba el colegio".

Para completar su formación, debieron pensar que sus dotes musicales se complementarían con unas clases de boxeo extraescolares en su propio colegio. Al pagarlas, los padres se comprometían a que el niño acudiera a los entrenamientos al menos un año entero. El entrenador de boxeo era un tipo llamado Peter Lee que, en los años en que el pequeño Rhodes estuvo en el Arnold House School (1980-1985), andaba por los cuarenta y muchos. Al principio, Rhodes se sentía bien en las clases a pesar de que era un chiquillo flaco y más bien frágil. Pero eso duró poco.

El entrenador de boxeo le había pedido que al final del entrenamiento le ayudase a recoger el equipo mientras el resto de los alumnos volvía a clase. Un día, tras haber estado con Peter Lee, Rhodes volvió a clase con sangre en la cara. Lee dijo más tarde que el chico se había caído. En otra ocasión regresó de nuevo con sangre en las piernas. Ya entonces Rhodes había dejado de ser un niño feliz y lleno de confianza. Se había encerrado en sí mismo y tanto en su casa como en el colegio se mostraba poco comunicativo. Fue trasladado al exclusivo Harrow School pero los profesores del centro decidieron pensar que tan sólo era un alumno infeliz y dejaron las cosas como estaban.

James Rhodes siguió clases de piano con Colin Stone y con Edoardo Panozzo en Verona. Ya en 2010, se convirtió en el primer pianista clásico en trabajar para Warner Bros Records y un año después era un reconocido bloguero dedicado a música y cultura en The Telegraph hasta que pasó a The Guardian con un cometido semejante. Entretanto sus conciertos fueron muy numerosos y con la BBC rodó series y documentales. En 2014 filmó para Channel 4 una serie destinada a mejorar la educación musical en el Reino Unido.

Estructurado en veinte capítulos encabezados por penetrantes minibiografías de músicos, el texto de Instrumental conforma un relato que no ahorra los detalles de una agresión seriada y de sus daños permanentes en la vida de Rhodes. Una brutal violencia que ha requerido intervenciones quirúrgicas a lo largo de los años. Las consecuencias psíquicas también salen a la luz continuamente: depresión, ansiedad, intentos de suicidio, autolesiones, alcoholismo, tabaquismo y adicción a diversas drogas.

Rhodes se dibuja como un ser humano que destruye a los demás mientras se destroza a sí mismo. No ahorra en el uso soez del idioma. Instalado en su narcisismo enfermo abandona a quienes le han ayudado a salir de su infierno. Su primera mujer tiene que instalarse en Estados Unidos con el hijo de ambos y queda horrorizada cuando tiene acceso al texto de Instrumental. Tanto que para proteger al hijo trata de impedir su distribución en una batalla que acaba en los tribunales.

Un lector con agallas para doblar la última página conocerá de primera mano los detalles de una tragedia que hasta ahora sólo estaba disponible en la ficción. Sólo en personajes como el "Chuy" de Don Winslow en El Cártel (RBA, 2015) -un chico de once años al que violan y después es obligado a matar por narcotraficante mexicanos- es posible encontrar tanta desolación.

Se cierra este volumen, sin embargo, con unas páginas de esperanza. Instalado en el éxito y en un nuevo amor, James Rhodes predica "ahora" la resistencia a la adversidad al estilo del Boris Cyrulnik de Las almas heridas (Gedisa, 2015). Lo malo es que tras la intensidad anterior esto último sabe a sopa de sobre.