Altos estudios eclesiásticos
Rafael Sánchez Ferlosio
Debate. Barcelona, 2016. 772 páginas 34'90€, Ebook: 12'99€
Con sólo un par de espléndidas novelas en su haber, que para él no eran sino pasos tentativos en su camino de búsqueda de una mayor intimidad con el lenguaje, de la "bella página" de Alfanhui al habla cotidiana de El Jarama, Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) se vio consagrado en poco tiempo -Premio Nadal en 1955, Nacional de la Crítica en 1956- como gran literato de su generación y representante de la novela de realismo social. Pero en lugar de acomodarse a tan glorioso papelón, prefirió retirarse de la escena pública para dedicarse con intensidad, de la mano de la Teoría del lenguaje de Karl Bühler, al estudio de la gramática y su proyección como elemento de reflexión filosófica, histórica, sociológica y, en definitiva, de crítica de la cultura.
Así pasó quince años, entre 1957 y 1972, excusado del mundillo cultural y concentrado en sus estudios gramaticales, un poco -según contó él mismo en La forja de un plumífero- al modo en que la Iglesia excusaba a los clérigos retirados de circulación por cometer algún exceso, alegando que se habían recogido para dedicarse a "altos estudios eclesiásticos"; si bien, en el caso de Ferlosio, este recogimiento voluntario tuvo más de premio que de castigo, y fructificó en una de las trayectorias ensayísticas más deslumbrantes del pensamiento y la literatura actuales en lengua castellana.
Ahora este volumen, entrega inicial de los cuatro en que aparecerán recopilados sus ensayos y artículos, recoge en su primera parte lo más sustancioso del material elaborado durante aquellos años, permitiéndonos una visión de conjunto del taller donde terminó de fraguarse esa aguda conciencia del estilo tan característica de la escritura ferlosiana: una escritura que integra aspectos narrativos y teóricos en una pulcra construcción, reacia a las simplificaciones del discurso imperante, acostumbrado a leer la realidad de la forma más plana y lineal.
Porque éste es el objetivo común de sus textos: aguzar el sentido del lenguaje para captar toda su complejidad y sutileza, pero también para desenmascarar sus muchas manipulaciones. Ferlosio es consciente de que, antes de que el orden del mundo en que vivimos y que se nos presenta como el único verdadero recurra a sus productos técnicos y publicitarios para legitimarse, ya se inviste de un halo de santidad con la fuerza de sugestión de sus discursos. De este modo inadvertido, el lenguaje de los poderosos realiza su primer acto de imposición transmitiendo tópicos, imágenes sesgadas y presupuestos incuestionados, así como consagrando a menudo una especie de inflamación absolutista de los significados. "No hay razón sin palabras -escribe Ferlosio en Campo de retamas (Random House, 2015), otra recopilación reciente, la de sus pecios- pero tampoco puede haber sin ellas fanatismo".
Su interés por la gramática funciona, pues, como base para una crítica de estas mixtificaciones ideológicas, y por eso se extiende a tantos otros ámbitos, así a través de brillantes consideraciones narratológicas en Las semanas del jardín, o con finas apreciaciones antropológicas, al hilo del proceso de adquisición del lenguaje, en sus comentarios al texto del médico y pedagogo Jean Itard sobre el "niño salvaje" hallado en Aveyron en 1799. Todo ello en un rico y cuidado volumen, de casi ochocientas páginas, espléndidamente prologado por su editor, Ignacio Echevarría.
Difícil destacar un único texto de esta impresionante muestra, cuando, además, todos convergen en ese punto crucial que es su rechazo de la triste tendencia a borrar la novedad, a atrapar las realidades en un lenguaje esquemático, que domina nuestro burocrático empleo de tiempo, mundo y lenguaje. A veces, Ferlosio deriva hacia asuntos bastante especializados, como cuando se ocupa de incompatibilidades en el decir ("guapo y lindo", por ejemplo) que no parecen obedecer a razones lógicas ni gramaticales, como en Guapo y sus isótopos. Otras, en cambio, sus textos apuntan directamente a la línea de flotación de inveterados prejuicios: contra la moralina de toda esa "literatura infantil" que mejor que no existiera ("Sobre el ‘Pinocho' de Collodi"); contra esos constructos -feminidad, infantilidad- que segregan a "los que se quedan en casa" tratando la mente de mujeres y niños como si fuese cualitativamente distinta de la mente humana adulta; contra la tan cacareada tolerancia, que de hecho desfigura la otredad del individuo y lo encierra en estereotipos... Allí donde está el peligro, busca Ferlosio aquello que nos salva: para él, los riesgos de domesticación del lenguaje se conjuran precisamente a través de un trabajo analítico que parte del empleo de una forma expositiva tan clara como difícil, condensada en la idea de hipotaxis, la articulación de elementos sintácticos de distinto nivel, capaz de hacer justicia a la contradictoria riqueza y complejidad del mundo encadenando oraciones subordinadas con alma y respiración.
Es curiosa esta adopción de la hipotaxis, una opción estilística que en su caso involucra a la postre un compromiso ético: en busca de un objetivo similar -oponerse al cierre del discurso en una armoniosa síntesis, falseadora de las heridas de lo real- la poesía última de Hölderlin recurrió en cambio a un estilo paratáctico, de intermitencias lingüísticas. Ferlosio opta por esta otra vía, más cargada de mediaciones, para alumbrar la insubordinación frente a lo establecido.
Aun así, sabe, como el poeta, que el uso adulto del lenguaje coagula el elemento metafórico que anida en la palabra y que la experiencia infantil del lenguaje conserva con viveza, y por eso su empeño no deja de ser el de combatir la rigidez de fórmulas que tantas veces nos impiden nombrar lo nuevo. Sin desarrollarlas exhaustivamente, en esas intuiciones Sánchez Ferlosio va más allá de un patrón funcionalista como el de Bühler, apegado aún a las nociones de conocimiento y realidad de sesgo positivista, y nos hace atisbar, en toda su misteriosa profundidad, la prodigiosa fuerza creadora de la lengua. El rescate de este imponente esfuerzo en una magnífica edición nos brinda la oportunidad de atender a una de las aportaciones más innovadoras del pensar en nuestra lengua.