La Transición exterior de España
Francisco Villar
29 abril, 2016 02:00Marca España
Como es sobradamente conocido, la corta etapa que va de la muerte de Franco a la instauración del sistema democrático (lo que en España denominamos simplemente "la Transición") ha generado una bibliografía inabarcable, solo superada en su atracción historiográfica en lo que atañe a nuestra trayectoria contemporánea por la guerra civil, con la que -por otra parte- la unen referencias ineludibles. Bien es verdad que, como sucede con otros períodos históricos, hay un marcado desequilibrio en la orientación de los estudios, muy polarizados hacia el examen meticuloso de las vicisitudes políticas internas y menos atentos a otras facetas. Entre ellas, muy señaladamente, la relativa a la política exterior. En este ámbito se inscribe la importante aportación del libro que ahora comentamos.Su autor, Francisco Villar (Salamanca, 1945) es un diplomático de larga trayectoria que fue protagonista técnico y político de buena parte de los acontecimientos que aquí relata. Aunque enfatiza que este no es un libro de memorias sino de historia y análisis político, el lector debe tener en cuenta que Villar no enjuicia los hechos como observador imparcial o distanciado sino con la experiencia concreta y el conocimiento de primera mano de quien ocupó en aquellos momentos y en tales asuntos diversos cometidos de gran responsabilidad como miembro del gobierno español. Villar no pretende pues engañar a nadie por lo que respecta a la evaluación de aquella coyuntura: baste decir a este respecto que el volumen lleva un prólogo encomiástico de Felipe González y está dedicado a la memoria de Fernández Ordóñez y Máximo Cajal.
Desde el punto de vista teórico, el autor distingue "transición interna" (1976-1982) de "transición exterior". Esta se prolonga hasta diciembre de 1988, cuando nuestro país consigue ser miembro de pleno derecho en los más importantes organismos e instituciones occidentales. Por decirlo en los términos que emplea Villar, el momento histórico en que "al fin España estaba en su sitio". Llegar hasta ahí fue una ardua tarea en la que se empeñaron, con el apoyo de la inmensa mayoría de españoles, diversos gobiernos, un puñado de políticos audaces y un nutrido grupo de técnicos y funcionarios que negociaron a brazo partido en el difícil campo de las relaciones internacionales para convencer al mundo del cambio político tras la dictadura y la vocación europeísta e integradora de esa nueva España democrática.
En un tono muy sintético (el texto abarca unas 250 páginas si descontamos índices y bibliografía), Villar estructura su ensayo en cuatro capítulos muy desiguales: el primero, muy breve, trata de la labor del primer gobierno de la Monarquía, lastrado por la pesada herencia del franquismo. El segundo, más amplio, aborda el período de UCD, considerando dos fases, primero la etapa Suárez-Oreja (1976-1980) y luego de Calvo Sotelo-Pérez Llorca (1981-1982). Siendo distintas, se percibe una continuidad de objetivos y, sobre todo, un problema común, el peso muerto de los problemas domésticos: de ahí que se hable de una "normalización inconclusa". Por contraste, el tramo siguiente, que se aborda en el bastante más extenso capítulo tercero, representa el momento en que España accede al puesto que le corresponde en el concierto internacional, siempre bajo el liderazgo de Felipe González, primero con Fernando Morán en Exteriores (1982-1985) y luego con la primera época de Fernández Ordóñez (1985-1988).
A tenor estricto del título del libro, el recorrido debía terminar ahí. Sin embargo, con buen criterio, Villar prolonga su periplo más allá de la transición propiamente dicha para darnos el capítulo más largo y sustancioso con diferencia, dedicado a la segunda etapa de Fernández Ordóñez (1989-1992) y a la fase protagonizada por Javier Solana (1992-1995). Ambos períodos conforman según el autor el ciclo más esplendoroso del país en el concierto internacional, convertido casi de la noche a la mañana en un "actor influyente".
Posiblemente, muchos encontrarán el tono general del análisis poco crítico e incluso algo triunfalista pero debe reconocerse que, se mire como se mire, el balance fue francamente positivo. Parece que cuesta trabajo reconocerlo porque los españoles solemos tender más a flagelarnos que a festejar éxitos. Sin embargo el libro no termina con ese final feliz sino en un tono acre y desencantado (y un poco catastrofista), descalificando la política exterior que siguieron luego los gobiernos conservadores.