Fernando de Galvez, Pedro Menéndez de Avilés y Juan de Anza

Actas. Madrid, 2016. 744 páginas. 36 €

Españoles olvidados de Norteamérica es un registro de héroes y vicisitudes, una memoria y recuento de ausencias y episodios hasta el momento sin escribir u ordenar de nuestra Historia. El autor transmite un mensaje inapelable: resulta incomprensible el vacío historiográfico al respecto. Si bien ahora viene muy a cuento reivindicar la huella española en Estados Unidos.



"La Historia antigua de nuestra nación está escrita en español", reconoció Jefferson. Lo hispano no se suma a una nación constituida sino que es parte del proceso de construcción. No se entiende la Historia de EE.UU. sin la contribución española. Los misioneros, exploradores, militares, gobernadores... -pioneros en una nación de pioneros- completan la crónica "prefundacional" de Norteamérica. Ellos pusieron las bases -tanto como los emigrantes ingleses y centroeuropeos- de la civilización occidental en un extenso territorio virgen poblado por diversas tribus indígenas.



El militar José Antonio Crespo (Madrid, 1957) ha elaborado una abrumadora tarea de recuperación, recopilación y ordenación del rastro dejado por los españoles en el Norte de América. No se mete en camisas de once varas, pero tampoco elude determinadas cuestiones. Se limita a exponer los hechos con pulcritud y rigor. Y estos son que los españoles desarrollaron fundamentalmente una misión evangelizadora y que también hubo mártires. Los españoles aportaron, antes de la independencia, los mimbres necesarios para forjar una sociedad, una cultura y unas instituciones. Señala Crespo que incluso la Milicia en torno a la cual se articuló el Ejército de las Colonias que guerreó contra Inglaterra contiene elementos y es deudora de la organización militar desarrollada durante la presencia española.



Crespo aporta una buena cantidad de pruebas que amenizan la lectura. No es historiador de formación sino por vocación. No interpreta los hechos. Se limita a aportar datos, fechas y nombres. Un español, Juan de Oñate, fundó en Nuevo México la ciudad más antigua de Estados Unidos -no San Agustín sino San Gabriel, hoy Chamita-, donde celebró el día de Acción de Gracias por primera vez en abril de 1598, dos décadas antes de que lo hicieran los peregrinos ingleses en la costa Este.



También el dólar tiene un origen español y lo recuerdan las columnas del escudo imperial de armas que atraviesan la "s" en su símbolo. El 4 de julio de 1598 se casaron Vicente Solano y María Vicente. Es el primer enlace registrado en los archivos nacionales de Estados Unidos. Y el sucesor de Oñate en la gobernación de Nuevo México, Pedro de Peralta, fundó en 1610 Santa Fe, la capital más antigua de un estado.



Muchos de los nombres que aparecen en el libro son perfectamente reconocibles para el gran público (Menéndez de Avilés, Ponce de León, Alvar Núñez Cabeza de Vaca o Hernando de Soto), pero otros no tanto, como Vázquez Coronado, o Domínguez y Escalante, que llegaron nada menos que a Utah, o Juan Rodríguez Cabrillo y Gaspar de Portolá, en California, donde Fray Junípero Serra fundó la primera de las 21 misiones que atraviesan el Estado. Sin duda, de todos los personajes que desfilan por esta memoria, es Bernardo de Gálvez a quien rinde tributo no sólo el autor sino la Historia de Estados Unidos. Debilitó a las tropas británicas y condicionó el curso de la Guerra de Independencia.



Virginia fue la cuna de la Revolución norteamericana ya que fue la primera colonia real, llamada así en honor de la Reina Virgen. En Massachusetts se encendió la mecha, pero en la Bahía de Chesapeake se estableció, según las fuentes anglosajonas, el primer asentamiento blanco en América (salvado el episodio de Roanoke). Fue en 1607, un año después de que se creara la Compañía de Londres para promocionar el comercio colonial. La empresa pagaba el billete a aventureros que quisieran instalarse en el Nuevo Mundo. Pues bien, Crespo documenta que la Bahía de Chesapeake fue primero Santa Marta, donde habían llegado pobladores españoles a mitad del XVI.



Los españoles han dejado vestigios por todo el país durante esos casi dos siglos que centran la atención del autor -desde mitad del XVI hasta finales del XVIII-. "En definitiva -así concluye esta obra- este es el legado vivo de la Hispanidad, su esencia, la genuina forma de entender y desarrollar en el mundo una misión trascendente".



@javi_redondo14