Pardines. Cuando ETA empezó a matar
Varios autores
18 mayo, 2018 02:00Entierro en Malpica del agente de la Guardia Civil José Antonio Pardines Arcay, primera víctima de ETA
Hace ahora medio siglo, el 7 de junio de 1968, la banda terrorista ETA cometió su primer asesinato. El guardia civil José Antonio Pardines recibió cinco balazos a quemarropa sin que llegara siquiera a desenfundar su arma. Recordando en su título el apellido de la primera víctima, este volumen reconstruye el ambiente social y político de aquel tiempo, "cuando ETA empezó a matar". Pero es mucho más que eso.En primer lugar, esta obra colectiva, impulsada por la Fundación Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, surge con voluntad militante. Ahora que ETA se acaba, el libro quiere contribuir, como dice Florencio Domínguez en la introducción, a "consumar la derrota intelectual de la violencia padecida". Construir el relato de los hechos implica "escribir la historia desde la perspectiva de las víctimas" y cimentar una "memoria crítica y deslegitimadora del terrorismo". Pero esta memoria necesita apoyarse en investigaciones rigurosas que reconstruyan el pasado como fue y no como pretende presentarlo la propaganda infame de los verdugos y sus corifeos. Por ello, lejos de la candorosa o interesada insinuación de que todo terminó, debe decirse bien alto que resta la más crucial batalla, la hercúlea tarea de ganar la paz.
Los autores de este volumen contribuyen desde sus diversas especialidades a esclarecer los hechos y sacar las conclusiones pertinentes. En los dos primeros capítulos, Juan Avilés y Santiago de Pablo analizan respectivamente el contexto internacional (la larga estela del 68) y el marco español (más exactamente vasco) de la eclosión terrorista. Los cuatro capítulos siguientes abordan desde diversas perspectivas el primer atentado de ETA, su víctima y el perfil del verdugo, Txabi Etxebarrieta. Habría muchos elementos que desgranar aquí, pero me detendré en dos cruciales para entender cómo fue y, sobre todo, cómo evolucionó el mal llamado conflicto vasco. La víctima, como luego pasará con tantas otras, se difumina como ser humano hasta convertirse en nada. Un vacío, preludio del olvido absoluto. López Romo titula su capítulo de forma significativa "(Des)memoria de un asesinato". Un olvido que se prolonga hasta hoy. "Una víctima sin biografía", reza un epígrafe del capítulo siguiente.
Como un mundo al revés, el asesino es el héroe. Jesús Casquete, que estudia su figura, titula su aportación "Un mártir de leyenda o la leyenda de un mártir". La turbia realidad es que el joven activista asesinó a sangre fría y murió luego en un tiroteo con la Guardia Civil. El mundo nacionalista hizo de él un mito, recordado y venerado en múltiples ceremonias posteriores. Se sacralizó todo lo que rodeó al atentado, hasta el punto de que el arma del crimen quedó para los anales del nacionalismo como una pistola procedente de un gudari en la Guerra Civil, estableciendo una continuidad histórica en la lucha del pueblo vasco contra España. Hasta eso era falso, pues la pistola fue un encargo de la Alemania nazi a una fábrica vasca en 1943. Los tres capítulos siguientes abordan la posterior espiral violenta de ETA, la lucha policial y las primeras víctimas que causó la banda.
Es frecuente escuchar estos días la aseveración de que tantos años de terrorismo "no han servido para nada". Desgraciadamente, la violencia es útil, no para conseguir los fines últimos, pero sí como instrumento de coacción política, social y cultural: ¡que se lo digan a decenas de miles de vascos expulsados de su tierra, que quizá nunca vuelvan, dejando el campo expedito a los nacionalistas! En el capítulo final, el más polémico de todos, Ruiz Soroa argumenta que el movimiento nacionalista vasco tiene responsabilidad en la violencia y ha extraído réditos de ella. El final de ETA deja "intacto el canon intelectual del abertzalismo radical", mientras se promociona "el guerracivilismo más nacionalista". No nos hagamos ilusiones pensando que la historia hace justicia; "la historia juega". ¿Estamos preparados o, más bien, abocados a una edición vasca del pacífico procés?