Cecilia Frías
En estos tiempos en que se edulcoran los finales de los cuentos tradicionales -a Caperucita ya no se la zampa el lobo y Hansel y Gretel terminan haciéndose amigos de la bruja para vivir felizmente en la casita de chocolate?, se hace más necesario que nunca volver a Roald Dahl y descubrir el encanto de transgredir la norma... porque en eso los niños, ¡son los reyes! Por ello aplaudimos la recuperación de sus obras más señaladas cuando se cumple el primer centenario de su nacimiento. Dahl tiene la habilidad de trasladar la aventura a un entorno cercano al niño, es capaz de crear personajes extraordinarios, protagonistas inteligentes y curiosos que se atreven a cuestionar la superioridad del mundo adulto y lanzar su mirada irónica sobre padres, profesores y demás familia. Mayores que como esa abuela maltratadora de La maravillosa medicina de Jorge o el tramposo vendedor de coches que Matilda tiene por padre se enfangan en el lodo de lo políticamente incorrecto para regocijo del joven lector. Hoy no podríamos entender las historias de Dahl sin las geniales ilustraciones de Blake.