Hay quien dice que hay que dejar que los niños se aburran para estimular su imaginación. Otra opción es leer alguno de los libros que Cecilia Frías, nuestra especialista en literatura infantil y juvenil, ha seleccionado en estas páginas.

Una familia salvaje, de Laurent Moreau. Ed. Libros de Zorro Rojo. (A partir de 4 años). Como bien señala la joven narradora, en esta singular familia todos tienen algo que los hace únicos. Su hermano es fuerte y de buen carácter, su madre alta y discreta, su padre peludo y feroz salvo cuando se relaja en vacaciones, pero también aparecerán un tío glotón y unos primos ágiles que se columpian con verdadero arte. Hasta aquí nada de particular, dirá el lector, pero el quid reside en mostrarnos a cada uno de estos personajes escondidos bajo la apariencia de distintas criaturas salvajes en escenarios tan cotidianos como el parque, la ciudad o la playa. ¿Será entonces que personas y animales compartimos más de lo que pudiéramos creer? Una mirada original de Moreau que además hace gala de un intenso juego cromático.



Alex y el ratón de cuerda, de Leo Lionni. Ed. Kalandraka. (A partir de 4 años). Tras sufrir escobazos y persecuciones por toda la casa, Alex sueña con que alguien lo cuide y acaricie, como a ese ratoncito de cuerda que ha descubierto en el dormitorio de la niña. Guille, sin embargo, no se da cuenta del regalo que supone la libertad de Alex para refugiarse en su madriguera o salir al campo cuando se le antoja, hasta que empieza a ser relegado por los juguetes nuevos que llegan con el cumpleaños de la pequeña. Pocos maestros como Leo Lionni para hacer sencillo lo esencial, ayudarnos a valorar lo que tenemos y celebrar, en definitiva, la amistad entre estos dos ratoncitos, que se recrea en todo su encanto mediante la técnica del collage.



Bea y Guille (A Bea le cuesta perdonar/Bea no quiere ser la mayor), de María Menéndez-Ponte. Ilustrador: Emilo Urberuaga. Ed. La Galera. (A partir de 5 años). Bea tiene seis años y un hermano pequeño que en no pocas ocasiones le amarga la existencia. Cuando le rompe un juguete, cuando se la carga con mamá por su culpa o simplemente le chincha… la pequeña siente cómo podría transformarse en la de la bruja de Hansel y Gretel y una rabia con forma de remolacha gigante le va conquistando el corazón. Nos encontramos ante los dos primeros títulos de una colección que explora desde el humor los celos, la dificultad para perdonar y otras emociones a las que tantas veces nos cuesta ponerle nombre. Tanto el texto firmado por la veterana autora gallega como las geniales ilustraciones de Emilio Urberuaga conquistarán la sonrisa de grandes y pequeños lectores.



Orzowei, de Albert Manzi. Ed. Maeva Young. (A partir de 12 años). "Orzowei debería ser lectura obligada en todo el mundo" concluye Care Santos en el prólogo a esta nueva traducción del clásico. Toda una generación quedó marcada por este chico blanco que vive en la tribu bantú de los Swazi y lucha por integrarse entre ellos a pesar del rechazo de algunos muchachos del poblado. Porque, más allá de la novela de iniciación y aventuras en la selva africana, Alberto Manzi nos habla de la condición humana, de la necesidad de respetar lo ajeno, escuchar a los maestros y dialogar con los enemigos. Un personaje que nos sigue apasionando y sorprendiendo a pesar de las seis décadas transcurridas desde su primera publicación.



Ilustración del libro Célebres casos del detective John Chatterton

Célebres casos del detective John Chatterton, de Yvan Pommaux. (A partir de 9 años). Los enamorados del misterio están de enhorabuena con la recuperación de estos tres casos del célebre detective gatuno que se publicaron por primera vez en la década de los 90. Bajo el formato del cómic y una estética que nos transporta hasta los ambientes nocturnos y sofisticados del cine policiaco clásico, nos adentraremos en estos relatos que toman como base el argumento de un cuento tradicional. De la moderna Caperucita secuestrada por el Lobo en un museo, al sueño eterno de una quinceañera rebelde o la denuncia de una madrastra felina ante la desaparición de nívea pupila. Una acertada propuesta que rinde homenaje a la novela negra tanto en sus tramas como en el atractivo de sus ilustraciones.



Cómo arreglar un libro mojado, de Roberto Aliaga. Premio Barco de Vapor. SM (A partir de 9 años). Víctor lanza un S.O.S. a la red para que alguien le ayude a descifrar cómo se arregla un libro mojado que encontró en el parque. Al hacer pis entre los setos en un momento de apuro, se le empaparon las tapas y su madre, que es bibliotecaria, le va a echar la bronca si lo descubre en semejante estado. Pero el cuaderno es en realidad el diario de un niño, del que iremos sabiendo cosas por las páginas que se van entrelazando con la historia principal. Arranca así la labor detectivesca del protagonista y su rival, Sara, para descubrir al dueño del diario y ayudarle a escapar de su nueva casa en la que parece haber sido secuestrado. Una historia bien trabada en la que se abordan, con ese humor gamberro tan propio de Aliaga, asuntos serios.



Botoncito, de Yoko Ogawa y Chiaki Okada, Ed. Juventud. (A partir de 6 años). El protagonista de esta fábula es una pieza mínima: un simple botón que vivía cosido a la blusa de Ana junto a su amigo Ojalito. Pero un día Botoncito se soltó y rodó por el suelo hasta un mundo escondido donde habitaban viejos amigos de la niña como el Sonajero, el Babero o el viejo Osito que desapareció bajo la cama. Todos parecían tristes por el abandono de la pequeña, pero Botoncito les hizo ver lo importantes que habían sido para que Ana aprendiera a reír, a comer, a dormir... Un álbum delicado que nos habla de las despedidas sin ceder a la tristeza.



El pueblo durmiente, de Rebecca Dautremer, Ed. Edelvives. (A partir de 8 años). Rebecca Dautremer es una de las reinas indiscutibles del álbum ilustrado y aquí vuelve a hacer gala de su delicadeza estética para presentarnos una historia doble: la apenas esbozada en las páginas pares por las que deambulan un príncipe y su consejero en plena conversación, frente al colorido magnífico de las impares donde se retrata un pueblo apresado en una suerte de sueño narcótico. El juego de los dos planos se apoya en la combinación del color y su ausencia, así como en la reflexión sobre dónde termina la realidad y arranca la fantasía. Una recreación maravillosa de la diseñadora francesa a partir de La Bella Durmiente. Cuentos para mi hijo Manolillo, de Miguel Hernández. Nórdica. (A partir de 4 años). Miguel Hernández escribe desde la cárcel de Alicante cuatro cuentos para su hijo Manolillo. Nos encontramos en 1941, cuando sus fuerzas van menguando a causa de la tuberculosis y solo las visitas de su mujer con noticias del niño logran rescatarle unos instantes de vida. El testimonio conmueve porque, pese a la sencillez de sus anécdotas, en todos los cuentos late la música de la palabra y el ansia de libertad del poeta. Así ese potro obscuro que galopa hacia la ciudad del sueño donde no hay pena ni dolor o la Gata Mancha, prisionera entre la lana del ovillo rojo. Nórdica publica esta hermosa recopilación en el 75 aniversario de la muerte del poeta, e ilustra cada una de las historias bajo la mirada de reconocidos artistas gráficos.



Ilustración del libro La sonrisa de los peces de piedra

La sonrisa de los peces de piedra, de Rosa Huerta y Javier Olivares. Premio Premio Anaya de Literatura juvenil. (A partir de 14 años). Todo comienza por el encuentro fortuito de dos jóvenes en el cementerio de San Isidro. Un camposanto con ecos románticos desde el que se contemplan las hermosas vistas de un Madrid que va cobrando protagonismo a medida que avanza la historia. Ángela necesita visitar la tumba de su padre para sentirlo todavía cerca, mientras que Jaime acaba de perder a su abuelo y lucha por descubrir sus orígenes. La herramienta no será otra que el diario de su madre, gracias al cual los jóvenes lectores viajarán hasta el Madrid de los 80.