Novela

En busca de Klingsor

Jorge Volpi

2 mayo, 1999 02:00

Premio Biblioteca Breve 1999. Seix Barral. Barcelona, 1999. 444 páginas, 2.400 pesetas

He aquí una novela que no decae y que se lee con interés, aunque quede alejada de cualquier propósito de renovación estética. Aligerada de páginas no desmerecería en un autor de éxito como John Le Carré

Con esta novela del mexicano Jorge Volpi, Seix Barral reanuda el Premio Biblioteca Breve, fundado en 1958 por Carlos Barral, cuyo primer ganador, hoy miembro del jurado, fue Luis Goytisolo con Las afueras. Tras las obras de Juan García Hortelano y de J. M. Caballero Bonald, en 1962 fue otorgado a Mario Vargas Llosa por La ciudad y los perros. Desde aquella colección que pretendía impulsar la modernidad, la renovación narrativa y la calidad intelectual, la integración en las corrientes de un mundo del que restábamos, en parte, ajenos, se expandió en aquellos años por España, al tiempo que por Europa y EE.UU. la narrativa hispanoamericana (el mal llamado boom). El premio en sus últimas concesiones, tras publicar Una meditación de Juan Benet, autor que había "descubierto" ya Ediciones Destino de la mano de Ridruejo, perdió fuelle y en su convocatoria de 1973, cuando José Donoso parecía destinado a conseguirlo y revitalizarlo dejó de concederse por razones de política interna editorial que carlos Barral reflejó en sus memorias. Las circunstancias estéticas, sociales y políticas de finales de los 50 hasta los 70 eran muy distintas a las de esta agonía del milenio. Los lectores de hoy no pueden esperar, pues, resultados parecidos a los que se consiguieron en aquella primera etapa del premio. Inevitablemente la crítica tenderá a establecer paralelismos que a nada han de conducir. Jorge Volpi (nacido en 1968) estudió Letras y Derecho en la Universidad Autónoma de México y se ha doctorado en la de Salamanca. Cuenta ya en su haber con las siguientes novelas: A pesar del oscuro silencio (1992), Días de ira (1994), La paz de los sepulcros (1995), El temperamento melancólico (1996), Sanar tu piel amarga (1997) y el ensayo La imaginación y el poder (1988). En busca de Klingsor es una novela ambiciosa, de facil lectura, situada en los estertores del nazismo, aunque remite con frecuencia a sus orígenes, de estructura policial o de espionaje y que, aligerada de páginas, no desmerecería en un autor de éxito tan indiscutible como John Le Carré.
Resulta, asimismo, una incursión en la historia de la Física alemana (lo que en los años 20 y 30 resultaba mera redundancia). Volpi trata como auténticos personajes de ficción a científicos como Heisenberg, Stark, Einstein, Von Neumann, Bohr, Links, etc. Todos ellos intervinieron más o menos directamente en los proyectos nazi o estadounidense en el diseño de la bomba atómica: una carrera contra reloj al final de la contienda. De hecho, la trama del relato se inicia, recién terminada la guerra, a raíz de la investigación de un jóven físico y teniente norteamericano, Francis H. Bacon, a quien se le encarga la misión de descubrir la identidad de Klingsor, clave tras la que se hallaría el consejero científico, secreto y privado, de Adolf Hitler. La novela se dirige en múltiples direcciones, porque, desde este nom-
bre, procedente del Parsifal wagneriano, el autor nos planteará los principales mitos germánicos, nos llevará hasta las sociedades secretas que pretendían ya antes del nazismo la exaltación de la raza aria. Y dedicará varias páginas a resumir los distintos actos de aquella ópera; de igual modo que se nos ofrecerán, como si se tratara de sucesivos hallazgos policíacos, las principales teorías de los físicos, así como de algunos matemáticos como el protagonista, discípulo de Cantor (a sus teorías se dedicarán cinco páginas enteras). No ha de faltar tampoco, narrada con detalles novelescos, la conspiración militar y el atentado contra el Föhrer (aunque en el relato los físicos vuelven a estar en vanguardia). Volpi se mueve con extraordinaria facilidad por ambientes oscuros y silencios, por un pasado que vamos reconociendo a medida que encajan las piezas del rompecabezas. Conviene decir, además, que entre los comentarios de cada uno de los miembros del jurado que pretenden definir la naturaleza de la novela, Susana Fortes acierta cuando apunta como paralelo, salvando las distancias, El nombre de la rosa, de Eco. En efecto, los efectos policiales, las artimañas (en el mejor sentido del término) del best-seller se encuentran aquí también presentes. Disponemos de dos acciones amorosas paralelas, y de una intriga político-criminal. El mundo cerrado eclesial ha sido sustituido por el de los científicos, con sus luchas intestinas por el poder gremial. Sin embargo, al deslizarse por la corriente de la acción y de la reflexión moral, el autor no deja de incurrir en tópicos previsibles, como la reconstrucción del Berlín de los cabarets en los años veinte o los escarceos amorosos del joven norteamericano, entre dos mujeres, la resignada mujer de color y la antipática blanca de buena familia. La trama principal, sin embargo, propone una actualización de la mítica wagneriana, con su adecuado final de tragedia: la caída de los conspiradores contra Hitler, el fin del III Reich y la desaparición física de todos los personajes, salvo el narrador. A todo esto, mientras, desde la perspectiva de éste (que ha permanecido cuarenta y dos años encerrado en un manicomio, tras ser detenido secretamente en Berlín Occidental y trasladado a la zona oriental) Heisenberg aparece como el principal sospechoso de ser Klingsor, la figura de Irene se convierte en mujer fatal durante la estancia en Alemania del joven teniente. Acaba por descubrirse como espía al servicio de la URSS y maligna comunista. Pese a la previsibilidad de todo ello, el lector queda prendido de los aciertos narrativos, en un contínuo suspense, en el artificio que envuelve una acción trepidante por el constante cruce de tramas paralelas que le envuelven. No cabe duda de que Jorge Volpi domina el género y sabe sacar de él el máximo provecho. Su estilo se mueve en una neutralidad que aproximan a En busca de Klingsor al cine. La novela posee valores plásticos, pese a la pretendida oscuridad de las materias poco aptas, en principio, para los no iniciados. Tal vez en el fondo de la novela puede advertirse una tópica cuestión moral: el papel del científico en un mundo en el que los descubrimientos conducen a la destrucción. Volpi no cuestiona, sin embargo, salvo en alguna ocasión, el papel de quienes defendieron el uso de la bomba atómica en el campo aliado; en tanto que demoniza a los científicos pro-nazis. He aquí, pues, una novela que no decae, pese a su exagerada extensión y se lee con interés, aunque quede alejada de cualquier propósito de renovación estética.