Novela

Bendita memoria

Erica Jong

11 julio, 1999 02:00

Traducción de Cecilia Ceriani. Alfaguara. Madrid, 1999. 412 páginas, 2.950 pesetas

En Bendita memoria Erica Jong se muestra claramente como la feminista que es, o mejor dicho, que fue, pues uno se plantea si el tiempo ha servido para algo

D e tanto en cuanto aparece una obra en el mercado cuya repercusión social supera con creces cualquier valoración exclusivamente artística-literaria que sobre ella se efectúe. Fue esto lo que ocurrió hace ni más ni menos un cuarto de siglo -¡cómo pasa el tiempo!-, con Miedo a volar (1973), un título que irá ineludiblemente unido al de su autora, Erica Jong. Las lectoras más jóvenes tal vez encuentren al personaje de Isadora Wing, protagonista de la novela, caduco e incluso en algunas ocasiones patético, por lo que no estará de más recordar que llegó a convertirse en paradigma para un gran número de mujeres, ¿recordamos la transición española?, comparable a la Edna Pontellier de El despertar de Kate Chopin para las sufridas vanguardistas de principio de siglo.
La nueva novela que ahora nos presenta Erica Jong, Bendita memoria, también tiene a las mujeres como protagonistas. Se trata de la saga de cuatro mujeres, bisabuela, abuela, madre e hija, que abarca todo el siglo XX. Sarah Solomon (1888-1988), la matriarca de todas ellas, nació en Rusia y llegó a los Estados Unidos en 1905. Dejaba atrás los cadáveres de su padre, su hermano gemelo y sobre todo el de su primogénito, Dovie, muerto a manos de los cosacos: "A veces mi primogénito regresa a mí en sueños. Creo que es mi ángel de la guarda" comienza la novela. En la Norteamérica de comienzos de siglo la actividad comercial y artística bulle por las calles. De su primer empleo en una tienda de dulces pasará a ser una reputada dibujante que se casará con Lev Levitsky, un marchante de arte que le hará la vida más fácil en todos los terrenos, llegando incluso a admitir a Sim Coppley, un gentil enamorado de todo lo que sea judío, como la propia Sarah. Pero el verdadero anhelo de Sarah lo constituye su hija Salomé, que viaja a París a finales de los años 20 para dar rienda suelta a su vocación literaria y a sus ansias de vivir. En el más genuino ambiente bohemio se codeará con la intelectualidad parisiense, incluso editará su propia revista literaria, y llegará a tener un romance con Henry Miller. La hija de Salomé se llamó Sally y fue una de las cantantes folk más importantes de la década de los 60.
Como muchos jóvenes del momento, el alcohol y las drogas formaban parte sustancial de su vida, de forma que cuando el juez hubo de decidir a quién le daba la custodia de la hija que había tenido en 1978, Sara, no dudó en dársela al padre, Ham, que se llevará a la niña a Montana negándose a revelarle la identidad de la madre.
Sara, la verdadera narradora de la novela, trabaja en el "Council of Jewish History of New York" y partiendo del diario de su bisabuela y de las entrevistas de su abuela comenzará a reconstruir la historia de su familia, su propia historia, en la obsesión de crearse una identidad clara y responder al interrogante ¿quién soy?: "Sara no dejaba de estudiar a Sally y a Salomé para descubrir en qué se parecía (si es que se les parecía), pero todo le resultaba demasiado abrumador".
En Bendita memoria Erica Jong se muestra claramente como la feminista que es, o mejor dicho, que fue, pues uno se plantea si el tiempo ha servido para algo, pues no encuentro variación alguna respecto a sus planteamientos de hace veinticinco años. Pero centrémonos en el ámbito exclusivamente literario. Los personajes se dividen en dos grupos claramente diferenciados: los hombres y las mujeres; o dicho de otra forma, y en verdad que no deseo resultar hiriente, los tontos y las listas. Para los personajes femeninos siempre se encuentra una explicación, una justificación para cualquiera de sus acciones; con los hombres sin embargo... no ocurre nada de nada.
Ciertamente no creo que la intención de Jong fuera ridiculizar a los hombres. Sin embargo, implícitamente, aparecen como personajes poco menos que estúpidos y anodinos hasta el punto de que su tratamiento, el de los personajes masculinos, se le escapa de las manos. Apenas si encontramos un hombre que salga medianamente airoso en la novela. Incluso algunos como Lev, el marido de Sarah, llegan a resultar patéticos, y en sus conversaciones llegan a parecer papagayos repitiendo infantiles sofismas y esloganes trasnochados. Ello queda acentuado si comparamos esta novela con otra de corte similar, me refiero a Esperando un respiro de Terry McMillan, con unos personajes, tanto masculinos como femeninos, mucho menos estereotipados e infinitamente más convincentes. Son más las comparaciones temáticas que se pueden realizar, como el tratamiento que se hace de la emigración judía a los Estados Unidos, pero tampoco en este caso saldría muy bien parada Erica Jong.
Los pasajes que me han resultado más atractivos son aquellos en que se trata el tema de los retos que debe superar una mujer con aspiraciones artísticas; es entonces cuando vuelve a plantear unos temas más acordes con la realidad de nuestros días.