Novela

Érase una vez un padre

Nick Hornby

24 octubre, 1999 02:00

Traducción de Miguel Martínez Lage. Ediciones B. Barcelona, 1999. 335 páginas, 2.400 pesetas

Érase una vez un padre presenta los momentos más divertidos de la literatura británica. Además, los personajes de Hornby logran

El nombre de Nick Hornby es bien conocido por los lectores españoles. En nuestro país ya se han publicado sus dos primeras obras: Fiebre en las gradas y Alta fidelidad. La primera -no una novela en el sentido estricto de la palabra- nos mostraba el sórdido mundo de los "hooligans"; la segunda narraba la vida de un "loco del vinilo". En ellas Hornby se involucraba hasta tal punto en la realidad social de su Inglaterra natal que más que novelas sentíamos encontrarnos ante novelados documentos semejantes a incisivas catas que revelan, siempre en clave de humor, las miserias de la sociedad inglesa.

La novela que ahora se nos presenta, érase una vez un padre, continua abundando en la misma dinámica, fórmula si se prefiere, de las obras anteriores (a fin de cuentas los resultados fueron los deseados). Este final del agonizante siglo XX está ofreciendo, en las sociedades occidentales, unos modelos familiares distintos a los tradicionales. Encontrarnos con familias monoparentales es algo ciertamente común que ya no sorprende a nadie; ese será precisamente el "campo de batalla" donde se desarrolla el argumento de esta última novela de Hornby.
Nuestro protagonista, Will Freeman, es un londinense soltero convencido de treinta y seis años que puede vivir de las rentas gracias a los derechos de autor de una canción que compuso su padre. A Will le gusta la buena vida, es un verdadero parásito social y tener una familia supondría renunciar a todos aquellos placeres, sobre todo a las mujeres, que proporciona la vida en solitario. Sin embargo todos sus amigos se han ido casando y los compromisos familiares o laborales los apartan progresivamente del tipo de vida que lleva Will, quien se ve cada día más solo. Por fortuna aparecerá en su vida una madre soltera, Angie, que lo abandonará cuando Will comienza a plantearse una relación más estable. Pero esta aventura abre para Will todo un mundo lleno de posibilidades amorosas, el de las madres separadas o divorciadas.

Haciéndose pasar por padre separado y con un niño de dos años a su cargo, Ned, Will acude a las reuniones de SPAT "Padres separados-solos y juntos" -y dicho sea de paso, la traducción de Miguel Martínez-Lage es prácticamente perfecta-, auténtico "filón" de mujeres solas deseosas de encontrar compañía. Will conocerá a Fiona, justo el día que ésta intenta suicidarse, y comenzará una singular relación con Marcus, el hijo de 12 años de Fiona. Será precisamente esta relación entre Will y Marcus el verdadero eje argumental de la novela. Marcus ha descubierto la mentira que está representando Will y como si fuera un chantaje decide "adoptarlo" como el padre que desea y necesita. Will, por su parte, se presta complacido al juego y por primera vez en su vida asume una responsabilidad y compromiso.

érase una vez un padre presenta los momentos más divertidos de la literatura británica. El pasaje de Will preparando su coche con una silla de niño, y esparciendo migas y juguetes para resultar convincente en su papel de padre llega incluso a provocar la carcajada y puede ser comparado al más sutil e incisivo David Lodge de, por ejemplo, Intercambio. Además, los personajes de Hornby logran atraparnos no por su dimensión novelística-narrativa, sino justamente por lo contrario, por la cotidianeidad de su caracterización.

Entre las líneas de esta novela encontraremos personajes que son la más viva representación de alguno de nuestros amigos, conocidos e incluso de nosotros mismos. Pero todo este envoltorio tan atractivo bien pudiera ocultar lo más valioso, entiendo, de la novela; esto es, la capacidad de Hornby para radiografiar nuestra sociedad logrando enfrentarnos a una realidad que en muchos casos preferiríamos desconocer. Además la suya es una pluma que a modo de bisturí logra diseccionar a sus personajes con la maestría y el magisterio de los más consumados narradores.