Novela

La próxima semana aparece la segunda parte de "Las cenizas de Ángela"

Lo es de Frank Mccourt

24 octubre, 1999 02:00

Hace dos años un escritor norteamericano de origen irlandés, Frank McCourt, superó con Las cenizas de Ángela los quince millones de ejemplares en todo el mundo. ¿El secreto? El relato, descarnado y con humor al tiempo, de su infancia de niño emigrante, pobre entre los pobres. El día 29 de octubre aparece en España su continuación, Lo es (Maeva). ésta es su historia...

La Semana Santa pasada se emitió por televisión, creo que en el canal Discovery, una entrevista con Frank McCourt. El éxito alcanzado por su única novela, Las cenizas de ángela, con ventas millonarias a lo largo de todo el mundo y galardonada con el Pulitzer, el Los Angeles Times Book Award o el National Book Critics Circle Award, bien merecía un monográfico sobre su autor.

Quince millones de lectores

En la Irlanda donde se desarrollaba la acción de la novela, McCourt fue desgranando a lo largo de una hora todos aquellos acontecimientos conocidos por más de quince millones de lectores si hacemos caso a la información de la contraportada: la pobreza, la miseria más absoluta en que vivían cientos de personas en el Limerick de principios de siglo unido a la desgracia de vivir con un padre alcohólico que gasta lo poco que gana en las tabernas, la madre condenada a implorar caridad. La congoja que nos acompañaba durante la lectura de Las cenizas de ángela se veía amplificada por el sonido de aquella voz pausada, tranquila, impregnada de un característico acento irlandés. En la novela nos habíamos quedado con el joven Frank embarcando con destino a los Estados Unidos pero en la citada entrevista ya se mencionaba la futura publicación de la continuación... y esa es la novela que publica la próxima semana en España tan sólo unas semanas después de su aparición en Norteamérica.

Su hermano Malachy McCourt ya nos había adelantado parte de lo que fue la vida de la familia McCourt después de abandonar Irlanda en la novela Un irlandés en Nueva York, pero lo que el público estaba de verdad esperando era este Lo es, que finaliza con los hijos y nietos de ángela McCourt esparciendo las cenizas de la abnegada mujer, un día de agosto de 1985, en el cementerio de la abadía de Mungret en Limerick... sin embargo los lectores de Frank McCourt ya sabemos de su habilidad para combinar la tragedia con las situaciones cómicas como si la vida fuera una continua pantomima, de forma que dejamos a los McCourt sin que nadie pudiese adivinar "viendo el modo en que comíamos, bebíamos y reíamos, que acabábamos de dispersar las cenizas de nuestra madre."

El regreso a Estados Unidos

Pero no adelantemos acontecimientos. Lo es comienza justo en el punto donde dejamos al joven Frank McCourt, de 19 años, en Las cenizas de ángela, embarcado con rumbo a los Estados Unidos, en compañía de un cura que acaba de conocer. Corre el año 1949. Frank acaba de llegar a Nueva York y gracias a la ayuda del cura que acaba de conocer en el barco logra encontrar alojamiento. El cura, como buen irlandés, no deja pasar la oportunidad de tomar sus buenos göisquies y en una borrachera intenta propasarse con el joven Frank que lo abandona al momento. A partir de ahí comienza su deambular en solitario por la ciudad de Nueva York donde nació pero que desconoce. Aunque está a miles de kilómetros de su añorada Limerick, el ambiente neoyorkino guarda una cierta similitud con el de su casa, sobre todo teniendo en cuenta que en cada esquina se puede encontrar uno con una taberna irlandesa. El ambiente en que se mueve, casi tan sórdido como la vida con su familia, y las primeras Navidades que describe es posible que sean los pasajes más patéticos del libro.

El alcohol comienza a ser parte consustancial de su vida como lo era de la de su padre y su hermano Malachy; también las mujeres se convierten en una obsesión: "Algunas chicas te dejaban tocar y palpar y besar pero no te dejaban llegar hasta el final, y a esas las llamaban las del noventa por ciento. Las del noventa por ciento tenían algunas posibilidades, pero las chicas que llegaban hasta el final tenían tan mala reputación que nadie del pueblo se quería casar con ellas, y aquéllas eran las que un día hacían el equipaje y se marchaban a Nueva York, donde todo el mundo hace de todo"

"Es tu sueño que se cumple"

La situación irá poco a poco mejorando. Frank encuentra los trabajos más variopintos, desde conserje de un hotel hasta empleado en un prostíbulo o soldado del ejército americano destinado en Alemania. Aunque lo más importante es que, pese a no haber obtenido el título de bachiller, es admitido en la Universidad de Nueva York. Ingresar en la universidad supone no sólo la posibilidad de alcanzar un futuro ajeno a las privaciones y brutalidad de sus paisanos irlandeses, sino que salda con ello una deuda existencial que le carcomía desde que vio el modo de vida americano y las posibilidades de esa gran nación: "Me gustaría que mi padre y mi madre hubieran tenido vidas respetables y me hubieran enviado a la universidad para que yo pudiera pasarme el tiempo en los bares y en las cafeterías contando a todo el mundo cuánto admiro a Camus por su invitación diaria al suicidio y a Hemingway por arriesgarse al cuerno del toro en el costado." Conoce también a Agnes Alberta "Mike" Small, una joven protestante con la que llegará a casarse y de quien tendrá una hija, Maggie, pero con la que no logrará alcanzar la felicidad, a fin de cuentas "los católicos irlandeses criados en los barrios pobres no tienen nada en común con las muchachas agradables de Nueva Inglaterra que tenían visillos en las ventanas de sus dormitorios, que llevaban guantes hasta el codo."

Frank, ya licenciado, consigue su primer trabajo como profesor en el Instituto de Formación Profesional y Técnico McKee donde los alumnos campan a sus anchas; sus primeras palabras en un aula fueron, "Dejad de tirar bocadillos". Su madre y sus hermanos también han salido de Irlanda y viven en Nueva York. La situación de Frank, si exceptuamos su matrimonio, mejora y terminará enseñando en el prestigioso Stuyvesant que nada tiene que ver con el McKee: "Los tiempos cambian y se aprecia que estos chicos del Stuyvesant están a mundos y a años de distancia de los primeros que conocí en el McKee." Para cumplir plenamente su sueño americano -"Es tu sueño que se cumple" le decía su madre- tan sólo le queda escribir una novela.

Lo es -el título tiene que ver con la respuesta que Frank ofrece al oficial de radio del barco que lo lleva a Estados Unidos cuando le pregunta "¿Verdad que éste es un gran país?"- resulta ser la perfecta continuación de Las cenizas de ángela hasta el punto de que ambas bien pudieran aparecer en un mismo volumen debido a la total linealidad argumental. Sin embargo, en esta nueva entrega apreciamos una serie de matices que la dotan de singularidad. La alteración del marco escénico, de Limerick a Nueva York, acarrea un sustancial cambio narrativo que se traducirá en una visión del mundo por parte de Frank McCourt radicalmente distinta a la de su obra anterior. Desde luego que el pulso narrativo, el dominio del diálogo, la fluidez del lenguaje, el tono amable, el sentido del humor y una infinita bondad por la especie humana (incluso el cura perverso termina por redimirse) continúan siendo identicos a los de ángela, pero ahora la preocupación existencial, en el sentido literal de la palabra, se trasmuta en una preocupación existencial en el sentido filosófico de la palabra. El joven McCourt está cegado por el fulgor del "sueño americano", lo que convierte al protagonista en un personaje menos atractivo que el niño que conocimos en Irlanda: "Me gustaría tener dinero para pasearme por Detroit en un coche nuevo con una rubia a mi lado, con una protestante sin sentido del pecado. Podría volver a Limerick con ropa americana de colores vivos...". Y es que Limerick siempre es el referente obligado incluso en los detalles más nimios, como el comportamiento de los alumnos en los colegios: "Los maestros de Limerick no habrían consentido jamás ese desorden. Recorrían los pasillos con varas, y si no andabas como era debido te daban con la vara en las piernas, vaya que sí." Continuamente se compara el tipo de vida norteamericano con el irlandés y desde luego que éste sale mejor parado que aquél, como si la añoranza fuera capaz de hacer olvidar todo tipo de sufrimientos. También aparecen aquí y allá historias sobre personajes con los que se encuentra Frank: su compañero de universidad Andy Peters; Bill Galetly, con quien comparte apartamento; su anciano vecino Harry Ball... pero ninguno de ellos alcanza la caracterización que hizo de sus padres y que aquí aparecen de forma intermitente.

Llámalo sueño


Lo es me ha recordado poderosísimamente a Llámalo sueño de Henry Roth. Aunque uno es católico y el otro judío, en ambos casos se plantean situaciones paralelas. El rechazo de los WASPs, el ambiente familiar o la situación social son similares en las dos novelas; también la religión es tratada de forma que resulta ser una pesada losa para los protagonistas: "Pasa lo mismo con el catolicismo. Si respondo a una pregunta, advierten mi acento y éste significa que yo soy católico y que estoy dispuesto a defender a la Santa Madre Iglesia hasta verter la última gota de mi sangre. A algunos profesores les gusta echarme pullas burlándose de la virginidad de María, de la Santísima Trinidad, de la castidad de San José, de la inquisición del pueblo de Irlanda infestado de curas."
Pero todo esto tal vez sean tan solo disquisiciones académicas que poco interesan a la legión de seguidores de McCourt que disfrutarán con esta nueva entrega tanto como con Las cenizas de ángela.