Tombuctú
Paul Auster
5 diciembre, 1999 01:00No mires debajo de la cama es una obra imaginativa, que se aparta de lo más cómodo y ramplón y se lanza por caminos arriesgados. Está repleta de sugerencias y es muy coherente
Desde que Auster visitó España con motivo de la presentación de su Lulú on the Bridge en el festival de cine de Valladolid estábamos esperando este Tombuctú. Ya entonces nos adelantó que estaba terminando una nueva novela que tenía por protagonista a un perro y por título Tombuctú, la mítica ciudad sahariana que sirve de referente a los angloparlantes para situar el fin del mundo.El protagonista de la novela es Mr. Bones (Señor Huesos), un "canis familiaris" que desde cachorro ha vivido con Willy G. Christmas. La vida de Willy es, fue, ciertamente una vida singular. Cuando murió su padre, Willy, un joven estudiante, "fumó, esnifó o se pinchó en las venas todas las sustancias ilegales habidas y por haber." Los excesos con las drogas psicodélicas lo llevaron al manicomio de donde salió aparentemente curado hasta que una noche a finales de 1969, ocho meses desde su última alucinación, Santa Claus le habló desde la televisión: "Sí, me dirijo a ti, a William Gurevitch de Brooklyn, Nueva York", entonces "Willy decidió hacerse santo". Comenzó una nueva vida con un nuevo nombre, Willy Christmas. Durante los meses del verano Willy viajaba por los Estados Unidos, en invierno regresaba al hogar materno. Su compañero inseparable era Mr. Bones. Pero Willy está enfermo, mortalmente enfermo. Su último viaje es a Baltimore, donde vive su profesora de inglés Bea Swanson. Hace 17 años que no habla con Bea, pero recuerda que fue ella quien le incitó a escribir poesía y acude en su búsqueda para que se quede con Mr. Bone e intente publicar su legado artístico, setenta y cuatro cuadernos de poemas escritos a lo largo de toda su vida que tiene guardados en la consigna de una estación de autobuses. Y es ahí donde comienza la novela. Mr. Bones no puede hablar, pero sí entiende y piensa y se plantea qué será de él cuando su dueño muera; se pregunta si en Tombuctú se permitirá la entrada a los perros y toda una serie de inquietudes ontológicas propias del más sesudo filósofo. Cuando Willy muere Mr. Bones conoce la miseria de la vida en las calles, pasa a ser posesión de un joven de origen asiático, Henry Chow, a quien su padre no permite que tenga animales en casa y por último de Alice, una niña que logra que lo admitan en el hogar. Mr. Bones es castrado, aunque no llega a entender muy bien la dimensión de la intervención. En sus sueños Mr. Bones habla con su antiguo dueño, que está en Tombuctú, quien le comunica que a algunos perros se les permite la entrada para reunirse con sus dueños, lo que precipitará el desenlace.
Las novelas de Auster, como las de cualquier otro escritor pueden o no gustar, pero lo que nadie negará es que nos encontramos ante el escritor más imaginativo del panorama literario norteamericano. Desde la Trilogía de Nueva York pasando por El país de las últimas cosas o La música del azar cada uno de sus argumentos nos ha sacudido como una bofetada de aire fresco, lo mismo que este Tombuctú. No es la primera vez que nos encontramos con el binomio amo (escritor) perro; John Steinbeck nos ofreció su Viajes con Charlie, recientemente traducido, y también encontramos la misma estructura en King de John Berger. Pero con Auster este modelo adquirirá una dimensión mucho más artística, más filosófica, más existencial. Todo ello es referente tradicional en las novelas de Auster y también aquí encontraremos motivos recurrentes -el hijo sin padre, la fuerza de los recuerdos, el poder de la casualidad... - en todas sus obras. Sin embargo Tombuctú es distinta a todas ellas. Se trata de una novela mucho más asequible para un público no necesariamente familiar con premisas posmodernistas, la narración, lineal y coherente, se asemeja a la de los cuentos, "El perro había vivido lo suficiente para saber que las buenas historias no eran necesariamente historias verdaderas", y nos encontramos, en definitiva, con lo que a primera vista puede parecer una visión más amable de la sociedad. Pero aunque el contenido se antoje más "liviano" una lectura reposada nos plantea similares interrogantes que obras mucho más ácidas, como Mr. Vertigo. Todo ello puede ser causa de enojo para algunos lectores de Auster, pero sin duda el número de las nuevas incorporaciones a la legión de seguidores superará al de la deserciones.