Cartas a sus amigos
Marguerite Yourcenar
10 enero, 2001 01:00Estas Cartas a sus amigos ayudan a la reconstrucción "parcial" de la vida de Yourcenar, porque la correspondencia no estará completa hasta que vean la luz las cartas que escribió a la compañera de su vida,la norteamericana Grace Frick
Ese deseo de discreción y el afán pudoroso de separar a la "persona del personaje" , impulsó a Marguerite Yourcenar a guardar celosamente su vida privada; el hecho de que desde 1937 y hasta su muerte, en 1987, viviese en Estados Unidos (donde no veía la televisión y tampoco participaba en corrillos literarios) le sirvió para crearse un aura de misterio, al tiempo que se permitía tomar distancia tanto sobre el devenir cultural francés y europeo, como sobre los oleajes de la literatura del país de acogida. La publicación de este importante corpus epistolar, traducido al español con sumo acierto por María Fortunata Prieto Barral, y cuya edición ha sido preparada y anotada por Michèle Sarde y Joseph Brami con un rigor extremo, hace más asequible la figura de Yourcenar y complementa la biografía escrita por Josyane Savigneau, Marguerite Yourcenar. La invención de una vida, publicada por Alfaguara en 1991.
Organizado cronológicamente, este epistolario de la autora y académica francesa abarca desde una misiva infantil de 1909, enviada a su tía Jeanne de Cartier, hasta una postal escrita sólo dos meses antes de su muerte a su amigo y albacea literario Yannick Guillou, anunciando un viaje a Amsterdam que nunca llegaría a hacer. Entre esas dos fechas el despliegue y la reconstrucción parcial de una vida con su entrevero de confesiones y olvidos, afirmaciones y silencios, amnesias voluntarias y revelaciones inconscientes. La correspondencia torna más clara la imagen global de la escritora sin dejar de interponer juegos de espejos y contradicciones, o tal como va a escribir Yourcenar sobre quien anota sus ideas e impresiones día a día, "no puede por menos de repetirse, de desdecirse, contradecirse y únicamente se va definiendo progresivamente una visión global de entre la confusión y la fluctuación de detalles, de los cambios y del error". Se ha dicho que estas cartas a "sus amigos", contribuyen, a pesar de la valiosa aportación biográfica, a una reconstrucción únicamente "parcial" de la vida de la escritora; y esto es así porque la correspondencia de la académica no estará completa hasta que salgan a la luz las cartas que Marguerite Yourcenar escribió a la compañera de su vida y traductora, la norteamericana Grace Frick, con la que compartió su pasión, sus viajes y sus trabajos en el estado de Maine, en el hogar de ambas, la "Petite Plaisance".
Sí encontraremos aquí cartas a sus editores, puntillosas, exigentes y llenas de sentido práctico, ("Permítame al menos decirle que las objeciones que en su carta me hacía, me han parecido sin pies ni cabeza", a Jean Ballard); correspondencia generosa y también crítica a amigos que le piden consejos literarios; misivas llenas de gratitud y medidamente halagadoras a críticos que habían hablado bien de sus obras ("Quiero darle las gracias por su admirable artículo en ‘Le magazine Littéraire’", al académico Jean D´Ormensson); cartas cariñosas a la doncella de su infancia ("Acompaño a ésta un pequeño obsequio de Navidad y Año Nuevo para mi querido ahijadito", a Camille Letot); cartas que refrenan el alcance del dolor y los días amargos que Yourcenar tuvo que pasar al ver morir de cáncer, en 1979, a su colaboradora y compañera Grace Frick ("Esto pone punto final a casi cuarenta años de abnegación, de los cuales estos diez últimos han sido una constante tortura", a Jean Chalon); cartas, en el tramo final, dando cuenta de la enfermedad y ulterior muerte por SIDA, a los 36 años, de su secretario y compañero de viajes, el fotógrafo homosexual Jerry Wilson, con quien la unió una gran intimidad: "No sé si alguna información le ha permitido seguir la última evolución del estado de Jerry. Algo increíble: tres tentativas de suicidio, dos de ellas en un salón del Ritz (¡Me cuesta trabajo creerlo!, que han acabado cada vez en la clínica Ste. Anne", escribirá Marguerite Yourcenar a Yannick Guillou).
En el lúcido caudal de la correspondencia de Yourcenar, donde se intercalan opiniones literarias, reseñas de asuntos domésticos o interpretaciones del mundo que la rodea, vamos a tropezar con los nombres de Natalie Barney, André Fraigneau (la biógrafa de la escritora afirma que Yourcenar estuvo enamorada del autor de Val de grâce), Claude y Gaston Gallimard, Thomas Mann, Paul Morand, Victoria Ocampo, Isabel García Lorca, Jules Romains, Lidia Storini, Andreas Embirikos y hasta Brigitte Bardot, por citar algunos de sus más destacados corresponsales.
Marguerite de Crayencour, nacida en Bruselas en 1903, hija de una joven belga que murió al dar a luz y del aristócrata francés Michel de Crayencour, intuyó, al transformar su apellido en el anagrama Yourcenar y al convertirse en una expatriada que convivía con los clásicos (decía que conocía mejor a Adriano que a su padre), que así protegía su intimidad y obligaba a que el diagnóstico de los lectores y estudiosos se centrase en su obra. Tras la lectura de este epistolario se transparenta y revela la mujer y se profundiza y humaniza la escritora. Aunque Marguerite Yourcenar siga siendo, de momento, un poco esquiva y también algo "peregrina y extranjera".