Image: Cartas a sus amigos

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Novela

Cartas a sus amigos

Marguerite Yourcenar

10 enero, 2001 01:00

Traducción de María Fortunata Prieto Barral. Alfaguara. Madrid, 2000. 807 páginas, 3.500 pesetas

Estas Cartas a sus amigos ayudan a la reconstrucción "parcial" de la vida de Yourcenar, porque la correspondencia no estará completa hasta que vean la luz las cartas que escribió a la compañera de su vida,la norteamericana Grace Frick

Marguerite Yourcenar tenía la convicción de que los escritores debían acometer sus trabajos "sin jamás mezclar indiscretamente en su obra la muestra de su cansancio, ni el secreto de los jugos, a menudo dolorosos, con que tiñeron sus bellas lanas". La autora de Memorias de Adriano, Alexis o el tratado del inútil combate, Fuegos, El tiro de gracia, Opus Nigrum, o las recopilaciones de ensayos A beneficio de inventario, El tiempo, gran escultor, o Peregrina y extranjera, por mencionar sólo algunos de los títulos más conocidos entre nosotros, manifestó esta idea a propósito de Virginia Woolf, con motivo de una visita que Yourcenar hizo a la escritora inglesa cuando preparaba la traducción francesa de Las Olas, en 1937.

Ese deseo de discreción y el afán pudoroso de separar a la "persona del personaje" , impulsó a Marguerite Yourcenar a guardar celosamente su vida privada; el hecho de que desde 1937 y hasta su muerte, en 1987, viviese en Estados Unidos (donde no veía la televisión y tampoco participaba en corrillos literarios) le sirvió para crearse un aura de misterio, al tiempo que se permitía tomar distancia tanto sobre el devenir cultural francés y europeo, como sobre los oleajes de la literatura del país de acogida. La publicación de este importante corpus epistolar, traducido al español con sumo acierto por María Fortunata Prieto Barral, y cuya edición ha sido preparada y anotada por Michèle Sarde y Joseph Brami con un rigor extremo, hace más asequible la figura de Yourcenar y complementa la biografía escrita por Josyane Savigneau, Marguerite Yourcenar. La invención de una vida, publicada por Alfaguara en 1991.

Organizado cronológicamente, este epistolario de la autora y académica francesa abarca desde una misiva infantil de 1909, enviada a su tía Jeanne de Cartier, hasta una postal escrita sólo dos meses antes de su muerte a su amigo y albacea literario Yannick Guillou, anunciando un viaje a Amsterdam que nunca llegaría a hacer. Entre esas dos fechas el despliegue y la reconstrucción parcial de una vida con su entrevero de confesiones y olvidos, afirmaciones y silencios, amnesias voluntarias y revelaciones inconscientes. La correspondencia torna más clara la imagen global de la escritora sin dejar de interponer juegos de espejos y contradicciones, o tal como va a escribir Yourcenar sobre quien anota sus ideas e impresiones día a día, "no puede por menos de repetirse, de desdecirse, contradecirse y únicamente se va definiendo progresivamente una visión global de entre la confusión y la fluctuación de detalles, de los cambios y del error". Se ha dicho que estas cartas a "sus amigos", contribuyen, a pesar de la valiosa aportación biográfica, a una reconstrucción únicamente "parcial" de la vida de la escritora; y esto es así porque la correspondencia de la académica no estará completa hasta que salgan a la luz las cartas que Marguerite Yourcenar escribió a la compañera de su vida y traductora, la norteamericana Grace Frick, con la que compartió su pasión, sus viajes y sus trabajos en el estado de Maine, en el hogar de ambas, la "Petite Plaisance".

Sí encontraremos aquí cartas a sus editores, puntillosas, exigentes y llenas de sentido práctico, ("Permítame al menos decirle que las objeciones que en su carta me hacía, me han parecido sin pies ni cabeza", a Jean Ballard); correspondencia generosa y también crítica a amigos que le piden consejos literarios; misivas llenas de gratitud y medidamente halagadoras a críticos que habían hablado bien de sus obras ("Quiero darle las gracias por su admirable artículo en ‘Le magazine Littéraire’", al académico Jean D´Ormensson); cartas cariñosas a la doncella de su infancia ("Acompaño a ésta un pequeño obsequio de Navidad y Año Nuevo para mi querido ahijadito", a Camille Letot); cartas que refrenan el alcance del dolor y los días amargos que Yourcenar tuvo que pasar al ver morir de cáncer, en 1979, a su colaboradora y compañera Grace Frick ("Esto pone punto final a casi cuarenta años de abnegación, de los cuales estos diez últimos han sido una constante tortura", a Jean Chalon); cartas, en el tramo final, dando cuenta de la enfermedad y ulterior muerte por SIDA, a los 36 años, de su secretario y compañero de viajes, el fotógrafo homosexual Jerry Wilson, con quien la unió una gran intimidad: "No sé si alguna información le ha permitido seguir la última evolución del estado de Jerry. Algo increíble: tres tentativas de suicidio, dos de ellas en un salón del Ritz (¡Me cuesta trabajo creerlo!, que han acabado cada vez en la clínica Ste. Anne", escribirá Marguerite Yourcenar a Yannick Guillou).

En el lúcido caudal de la correspondencia de Yourcenar, donde se intercalan opiniones literarias, reseñas de asuntos domésticos o interpretaciones del mundo que la rodea, vamos a tropezar con los nombres de Natalie Barney, André Fraigneau (la biógrafa de la escritora afirma que Yourcenar estuvo enamorada del autor de Val de grâce), Claude y Gaston Gallimard, Thomas Mann, Paul Morand, Victoria Ocampo, Isabel García Lorca, Jules Romains, Lidia Storini, Andreas Embirikos y hasta Brigitte Bardot, por citar algunos de sus más destacados corresponsales.

Marguerite de Crayencour, nacida en Bruselas en 1903, hija de una joven belga que murió al dar a luz y del aristócrata francés Michel de Crayencour, intuyó, al transformar su apellido en el anagrama Yourcenar y al convertirse en una expatriada que convivía con los clásicos (decía que conocía mejor a Adriano que a su padre), que así protegía su intimidad y obligaba a que el diagnóstico de los lectores y estudiosos se centrase en su obra. Tras la lectura de este epistolario se transparenta y revela la mujer y se profundiza y humaniza la escritora. Aunque Marguerite Yourcenar siga siendo, de momento, un poco esquiva y también algo "peregrina y extranjera".